9- El juicio

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Empezaba a creer que ya no recordaba su rostro. Dos meses, habían pasado dos meses desde que lo vi por última vez; quise verlo en varias ocasiones, pero siempre retrocedía, él no me quería ver, ¿Por qué forzar las cosas?

Varias noches que salí con mis amigos a algunos pubs y fiestas en casas, cuando estaba tan mareada que la lengua se me trababa al hablar, creí ver su nombre aparecer un instante en mi pantalla, y cuando revisaba mi celular, no había nada obviamente, pero tenía que reprimir por todos los medios no llamarlo o mandarle un emoji. Gracias a Dios no lo hice.

Sin embargo, hoy, era el juicio del doctor Eisler, y por todo lo que me mandó hacer en los últimos días, iba a necesitar que alguien lo ayude. Tenía una muy leve esperanza de que me pidiera ir con él al tribunal, pero era tan nula como la posibilidad de verlo por accidente. Por las noches, de haber sabido que aquella noche iba a ser la única y última vez que viera al auténtico Adam, por que me rehusaba a creer que ese hombre furioso que prácticamente me echó de su oficina era él, habría aprovechado al máximo, tal vez, sólo tal vez... me hubiera puesto de puntillas y lo hubiera besado. Siempre me preguntaba qué sabrían sus labios, si a brandy, menta, cigarrillos, café o una mezcla de todo.

Pero entonces mi despertador sonaba, y la idea de ir al trabajo era horrible. Estaba frente al computador, leyendo su último correo dónde me pedía una taza de café, que era el mismo que copiaba y pegaba, que ya me sabía de memoria y que hacía al pobre Daniel venir tres veces al día por una simple taza de café, cuando el teléfono sonó.

Mi corazón dio un saltó, pero dudé para contestar.

-¿Hola?- dije intentando sonar calmada.

La línea quedó muda unos segundos y tragué saliva- Mara- tan sólo dijo.

-Adam- susurré.

-Ven- dijo por último y colgó.

Entré en pánico, mis manos empezaron a sudar y no podía moverme. Dios, no era para tanto, me dije, pero no funcionaba, estaba muerta de nervios.

Aún así, tomé acoplo de todo el coraje que supongo tenía escondido, y fui hasta allá. Abrí la puerta despacio, y la cerré igualmente, no me atreví a mirarlo sino hasta que estuve frente a su escritorio.

Por un momento, olvidé cómo respirar. Traía una espesa barba que lo hacía verse cien veces más sexy, y tenía ojeras que denotaban mal sueño por un largo tiempo, se veía cansado y demacrado... justo igual que yo, pero si era posible, más sensual que nunca.

Quería echarme a sus brazos, y darle una cachetada al mismo tiempo. Pero me contuve de decir algo más y esperé.

Él hizo ademán de ponerse de pie, pero pareció pensarlo mejor y me hizo un gesto hacia el sofá frente a él-Siéntate, por favor- dijo suavemente.

-¿Necesita algo, señor?- dije fríamente, sin poder evitarlo, una vez que me senté.

-Verte- respondió sin un ápice de duda.

Negué con la cabeza- No hagas esto, sólo... sólo pídeme lo que sea que quieras para que me llames aquí, que por lo visto es muy urgente que no pudiste mandar otro correo- respondí cruzándome de brazos.

-Estás a una puerta de distancia, ya no seremos niños con los correos- dijo recostándose en su silla- Admito... que fue muy ridículo de mi parte, pero quiero que acabe ya- dijo antes de pasarse una mano por la cara y despeinarse el cabello- Te necesito a mi lado, hoy- sentenció, no era una súplica o estaba pidiendo un favor, su tono era demandante.

-Pues lo lamento, señor, ojalá me hubiera dicho con anticipación, no puedo acompañarlo hoy- mentí. Tenía, por primera vez en un mes, el resto del día libre, eso significa que puedo llegar a casa y no hacer quehaceres o algún cumpleaños familiar al que tenía que asistir o por las buenas o por las malas, o al de alguno de mis amigos.

Broken Sin / 18+Donde viven las historias. Descúbrelo ahora