No nos demoramos mucho en volver a casa. Habían pasado algunos días ya y me preocupaba la situación en casa. Amy y yo fuimos sorprendidas por Dorothy que nada más vernos no dudó en ir hacia nuestra posición.
-¡Mis queridas niñas! Me teníais muy preocupada. –dijo Dorothy con lágrimas en los ojos.
-¿Y padre? –dijo Amy algo inquieta. Necesitaba saber si había anulado el compromiso.
Dorothy se quedó callada por un instante y dejó salir un leve suspiro. Miró hacia el suelo y alzó la vista buscando mis ojos.
-¿Qué pasa Dorothy? –pregunté aun presintiendo que no serían buenas noticias.
-Vuestro padre ha sufrido un accidente. –dijo al fin. Mi corazón pareció detenerse en ese mismo instante.
-¿Qué? –dijo Amy con lágrimas en los ojos. Dorothy sostuvo sus manos.
-¿Dónde está? –alcancé a poder decir a pesar de lo nerviosa que estaba.
-El señor Daniel no dudó en encararle después de que ambos tuvieran una bronca por el compromiso. Vuestro padre estaba dispuesto a erradicarlo de raíz, pero el señor Daniel no le gustó la idea. En un momento lo empujó y se golpeó fuertemente en la cabeza.
Amy se lamentaba, se cayó al suelo derrotada, sin fuerzas. Dorothy se quedó con ella y yo saqué valentía de donde no la tenía para poder ver a padre. Debía verle, debía estar con él.
Giré el pasillo con dirección a su alcoba, pero alguien me detuvo sosteniéndome el brazo con fuerza.
-¿Dónde te crees que vas? –dijo madre que parecía realmente enfadada.
-A ver a padre, ¿o es que no lo ves? –respondí de forma descarada. Su mano abofeteó mi rostro, echándome un poco para atrás del impacto. La miré fijamente a los ojos con rabia.
-¿No has tenido suficiente con traer la deshonra a esta casa, que también has tenido que intervenir en los planes de futuro de tu hermana? Eres una insolente. –dijo mientras me miraba con asco.
-No eres mi madre para hablarme así. –le respondí. Su cara fue de asombro, realmente no se esperaba que supiera que no era mi madre. Con todo el coraje del mundo entré por la puerta, y para mi sorpresa, no fui detenida.
Allí estaba, postrado en una cama, sin apenas fuerzas para moverse. Sus ojos me observaban.
-Hija mía. –pudo decir con esfuerzo. Me acerqué rápidamente al borde de su cama.
-No debí dejarle con aquel malnacido. Debí defender a Amy y echarlo yo misma de esta casa. –me lamenté. Sus manos sostuvieron las mías y pude sentir su cariño.
-No te lamentes niña, hiciste lo correcto. –respondió.
-Mi hora llega, no hay tiempo para lloros, ni lamentos. Te he criado para ser fuerte, sé que lo eres. –dijo con orgullo. En ese momento me rehusé a mostrarme débil por él, pero en el fondo sabía que era demasiado para mí, para todos, sobre todo para Amy. No podía evitar sentirse culpable, realmente no había sido culpa de nadie.
En ese momento padre dejó salir un leve suspiro, el cual fue lo último que pude escuchar de él. Era el final, se había ido.
Todos en el pueblo no tardaron en enterrarse de la muerte de padre, era realmente querido, era el hombre que había estado ahí para todos, para su pueblo. Había sido su líder, su consejero, estaba siempre para todos y cada uno de ellos, en sus momentos de penuria, en sus momentos de gloria. Su familia estaba orgullosa de lo que siempre fue, fiel a sus principios, fiel a sí mismo. Fue un duro golpe tener que organizar un entierro al que nadie, absolutamente nadie quería faltar.
Toda mi familia tuvo que soportar uno de los días más triste, aguantar como multitud de personas se acercaban a su lugar de descanso a darnos el pésame, los "lo siento", "era un gran hombre", "allá donde esté estará con nuestro señor Jesucristo". Era realmente agotador y en ese momento no era consciente de todo lo que realmente estaba pasando.
Daniel no sufrió ningún castigo por enviar a mi querido padre a la tumba, a un destino que no se merecía, y todo por defender a su familia, como tantas veces lo había hecho. Juré algún día vengarme.
Llegó el momento en el que madre parecía realmente entusiasmada, y me repugnaba pensar en que así fuese. No daba una buena impresión su cara, sus gestos, sus expresiones. El cura presente junto con un hombre que se encargaría de leer el testamento de padre, y procederían al acto una vez todos reunidos en el despacho de padre.
-Puede usted proceder. –dijo madre.
-De acuerdo. "A veces, hay momentos en la vida donde uno tiene que ser fuerte, fuerte para saber que el final llega a cada uno de nosotros, no importa el cómo, ni el por qué. Mi final, un final que quiero que no sea nada más que el principio para mis hijos, mi querida Dorothy y mis tan queridos amigos que seguro velaran a su también humilde amigo".
Todo el testamento de padre se enfocaba a dejarnos a cada uno algo de su propiedad. Algo que significaba realmente mucho para nosotros, a cada cual diferente, único, preciado. En el tan esperado momento esperado por madre, pasó algo que nos dejó a todos sorprendidos.
"A mi querida Evie, siempre tuyo, no dejé de pensar en ti ni por un segundo, aunque rompieras mi corazón en dos, cuando nos abandonaste. Te dejo mi gran preciada posesión, el que iba a ser nuestro barco de huida, en el que íbamos a huir para labrarnos un futuro mejor". Terminó por decir.
En ese momento Amy fijó su mirada en mí. Conrad miró a mi madre extrañado y madre portaba una cara de enfado descomunal.
-¿Pero qué es esta desfachatez? –gritó.
-Madre, tranquilizase. –dijo Conrad que parecía bastante sensato.
-¡No voy a tranquilizarme! No pienso quedarme para escuchar las palabras de un hombre que tiene la cara dura de restregarme lo que hizo y dejar que se me humille de esta manera. –Acto seguido se largó de allí rápidamente y Conrad la siguió para intentar calmarla.
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AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]
Novela JuvenilAurora es una chica perteneciente a la clase alta de Inglaterra, carismática, decidida y bondadosa con aquellos de buen corazón.. Sus padres siempre han esperado mucho de ella, pero ella no quiere seguir la vida que se le ha encomendado. Por caprich...