No podría creer que Andrew me hubiera secuestrado para hacer su trabajo sucio. Lo odiaba a más no poder, pero sabía que, si no cumplía, me matarían, aunque nada me garantizaba salir de esta situación con vida. Todo fue acordado por ellos, y después de varias horas de negociación, llegó la hora de volver al barco. En el camino, no hubo palabra que brotara de mi boca y mi silencio pareció incomodar a Andrew.
-¿Vas a permanecer callada por mucho tiempo? –dijo incómodo. Le miré con odio y bajé la mirada al instante.
-Necesito que hagas esto por mí, sé que no es fácil, pero no te queda otra. –aclaró.
-Querrás decir, que no te queda otra. –contesté de forma descarada. Se quedó en silencio por un instante.
-¿Le debes dinero a ese tipo y lo que mejor que se te ocurre es secuestrar a la hija del gobernador para que haga tu trabajo sucio? –pregunté.
-Necesito que me ayudes en esto, es importante para mí y eres la única que puede conseguir el botín de la familia Turwin. –dijo preocupado.
-Eres un malnacido. –le escupí. Entonces él se cabreó y me cogió fuerte del brazo haciendo que me estremeciera de dolor.
-¡Vas a hacer lo que se te ha mandado y no quiero que te quejes más! –gritó.
-¡Me estás haciendo daño! –grité más fuerte que él. Me soltó de golpe al darse cuenta de que me hacía daño, pero me seguía mirando enfadado.
-Harás lo que se te ha mandado y punto. –contestó algo más calmado.
-¡Ni hablar! –Acto seguido intenté correr lo más que pude hacia la borda. Estaba decidida a salir de allí, aunque fuera nadando. No contaba con el persistente dolor de tobillo y apenas pude dar dos pasos, pero me caí al suelo, haciendo que Andrew se tropezara y cayera encima de mí. Ahora estaba inmóvil.
-¡Quítate de encima! –dije enfadada. No hubo respuesta y seguía encima de mí como si nada.
-¿Es que eres sordo? –volví a hablarle. Esta vez volvió en sí y se apartó, ofreciéndome la mano para poder incorporarme. La acepté, pero de mala manera. Me dirigí al que era ahora mi lugar de descanso, el sótano.
-Lo siento Aurora. –dijo Andrew para mi sorpresa. Me quedé en silencio e indiqué a un secuaz que me abriera la puerta para poder bajar.
La noche la estaba pasando realmente mal, no podía dormir por el dolor incesante en el tobillo y no parecía calmar el dolor los masajes que me daba en la zona. Mi orgullo me impedía pedir ayuda ni al capitán ni a su tripulación.
Intenté dormir de nuevo, pero alguien golpeó suavemente la puerta del sótano haciendo entonces que me desvelara por completo. Oí un leve silbido, pero lo ignoré. Entonces un ruido más fuerte captó mi atención, alguien golpeaba la pequeña puertecita que daba al exterior.
-Señorita Aurora. –dijo Emmett casi susurrando.
-Suba. –volvió a decir el pequeño. Así hice, me abrió la puerta y dejó caer con cuidado las escaleras que me permitían subir a la superficie. Una vez en ella, el pequeño se ofreció a ayudarme a caminar e ir al camarote del capitán, cosa que rehusé de hacer en un principio, pero era tan fuerte el dolor que cedí.
-Está herida, mi capitán insistió en curarla. –dijo Emmett con su dulce voz. Asentí y entre en aquel, ya familiar sitio. Allí estaba él a la luz de la única vela del candelabro que posteriormente use contra su secuaz, en un estúpido intento de huir de aquel barco.
-Siéntate Aurora. –dijo Andrew con voz cálida. Emmett cerró la puerta y nos dejó solos.
-No puedo dormir sabiendo que sufres. –confesó Andrew que realmente parecía preocupado. Se acercó y se arrodilló para poder vendarme el tobillo. Me apretó donde me dolía y no pude evitar soltar un grito de dolor. Tuvo cuidado entonces y dejé que me curara en silencio. Su cabello negro se deslizaba por su cara y sus ojos parecían cansados, como si no hubiera dormido en semanas. Su camisa seguía desabrochada y sus pantalones estaban realmente sucios. Parecía aparentar siempre de cara a sus invitados, pero conmigo parecía no importarle ser así de descuidado. Terminó de vendarme y sus ojos se clavaron en los míos haciendo que me pusiera un poco nerviosa. Me había pillado observándolo detenidamente.
-No soy tan malvado como piensas, Aurora. –dijo con voz cálida.
-Puede ser. –contesté sin saber muy bien por qué. Seguía enfadada, no podía no estarlo si tenía delante al hombre que atentaba contra mi vida, que había sido rudo conmigo horas antes y que ahora pretendía ser amable y cortés conmigo por aliviar mi dolor.
-El hombro será fácil vendártelo si me lo permites. –comentó.
-Ni hablar. –contesté rápidamente.
-Está bien, dejo que lo hagas tu sola, no quiero...- le interrumpí.
-¿Importunarme? –vacilé. En su boca se dibujó una pequeña sonrisa.
-Exacto. –aclaró. Se levantó y se apoyó en su mesa dejándose caer levemente sobre ella, cruzando sus brazos.
-Si es tan amable de darse la vuelta. –rogué. Entonces me miró desconcertado, pero accedió. Tenía que quitarme el vestido para poder vendarme el hombro y no iba a permitir que ese hombre me viera en paños menores.
Cuando acabé, me ayudó a abrocharme los botones del vestido y me indicó que podía quedarme en su camarote y así poder descansar. Acepté y fue entonces donde pasé la noche. Ésta fue tranquila, sin sobresaltos, diferente a la pasada y, realmente pude descansar, aunque fuera por unas horas.
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AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]
Novela JuvenilAurora es una chica perteneciente a la clase alta de Inglaterra, carismática, decidida y bondadosa con aquellos de buen corazón.. Sus padres siempre han esperado mucho de ella, pero ella no quiere seguir la vida que se le ha encomendado. Por caprich...