Capítulo 3 - El Vestido Azul

36 2 0
                                    

-Señorita Aurora, ¿quiere que le sirva algo de comer? -dijo Dorothy con toda su amabilidad.

-No Dorothy, puede retirarse, no tengo mucha hambre. –dije cabizbaja.

-Dígame lo que le pasa niña, desde ayer no para quieta y le noto preocupada. No querrá usted preocupar a vuestra madre. –dijo Dorothy que ya parecía bastante intrigada.

-No es nada Dorothy, es solo que ayer fui a la taberna... -me interrumpió sobresaltada.

-¿Otra vez niña? Si se entera su madre...-mi madre irrumpió de golpe en mi alcoba haciendo callar de inmediato a Dorothy.

-¿Enterarme de qué? –preguntó, pero no halló respuesta alguna.

-Nada madre, nada importante. –suavicé el silencio incómodo que se había producido hace escasos segundos.

-Mejor prepárame algo suave, por favor Dorothy. –le ordené para que pudiera salir rápidamente de aquella situación. Ella asintió y se esfumó lo más rápido posible de allí. Mi madre fijó su mirada en ella por unos instantes, pero se encogió de hombros y se dirigió a mí.

-Quiero que te prepares lo antes posible, tu padre ya está terminando todos los detalles de la fiesta de esta noche y no quiero que le hagas pasar un mal trago si no apareces a tiempo. –dijo algo seria mientras daba vueltas por mi alcoba.

-Sí, madre. –obedecí. Entonces ella se quedó más tranquila y se fue sin reprocharme nada más. Suspiré y me di cuenta de lo cerca que estaba de haber sido pillada. No sabía nada de mis escapadas a la taberna para ayudar al señor Gideon, no le gustaba esa vida para mí, y mucho menos que me rodeara de gente menos afortunada que nosotros. Ella no entendía lo importante que era para mí ayudar a los demás. Estaba obcecada con que la riqueza sólo traía más riqueza y que esa era digna vida para ella, y para su familia, pero sobre todo para ella.

Me dispuse a ponerme el vestido azul que elegí de entre todos los que me trajo mi madre, cuando de repente mis pensamientos fueron a parar a aquel pirata, vestido de señor que ostentaba lujo y respeto entre sus secuaces con su simple presencia. Me repugnaba saber que era aquel mismo hombre que se atrevió a amenazar al señor Gideon, me hervía la sangre cada vez que pensaba en ello. No supe muy bien de donde saqué las fuerzas necesarias para plantarle cara y echarlo de allí, aunque no dudaba ni por un segundo de que volvería a molestar al señor Gideon de nuevo, tenía que impedirlo costara lo que costara.

-¡Aurora! –exclamó Amy que me llamó desde el pasillo. Mis pensamientos se desvanecieron al instante y, me atrevo a decir que me dio un pequeño susto. Mi querida hermana portaba un largo vestido con encajes, realzando su estilada figura y haciendo resaltar sus preciosos ojos color miel.

-No tardo, dame diez minutos y estaré lista. - dijo apresurada.

-No, si yo solo quería decirte que esta noche estarás preciosa y que sea lo que sea que madre y padre estén tramando, siempre estaré contigo para ayudarte en todo lo que pueda. –dijo Amy que parecía estar un poco nostálgica. No dudé en abrazarla y ponerle una de mis mejores sonrisas. Amy me ayudó a arreglarme y juntas bajamos al comedor, donde ya los invitados estaban esperando impacientes a que llegáramos. Madre me miró e hizo un gesto de aprobación, cosa que agradecí ya que no quería más reproches por hoy.

-Buenas noches, muchas gracias a todos por asistir. –dijo mi padre mientras levantaba su copa de vino. Había muchísimos invitados y, la verdad, no conocía prácticamente a ninguno. De entre ellos, caras conocidas como el Conde de Forshare y su esposa Amanda, el duque de Prinsten y su querida hija Lizbeth y la mujer del fondo sentada al lado de un desconocido joven, que creo recordar que era la viuda del antiguo gobernador de la ciudad colindante a la nuestra, la señora Darlene.

AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora