Capítulo 2 - ¡Pirata!

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-¡Buenos días señor Gideon! –dije al entrar por aquella puerta de madera. Esta vez iba sola, mi hermana no podía acompañarme hoy debido a que se encontraba mal.

-Señorita Aurora. –dijo un poco cabizbajo, aunque forzó un poco su típica sonrisa para fingir un poco de entusiasmo al verme.

-¿Le pasa algo señor? –pregunté realmente extrañada por su forma de saludar, siempre lo había hecho de buena manera, pero esta vez parecía algo triste y preocupado.

-Lo cierto es que sí. –ayer justo después de que os fuerais con Amy, un hombre entró y me amenazó de que dejara de ayudar a estas pobres almas y que me dedicara a otra cosa o sufriría consecuencias.

-¿Y eso por qué? –dije furiosa ante tal hecho. Sé que mucha gente estaba en contra de alimentar a los pobres, pero son personas, necesitan comer, vivir, ser felices.

-Tengo miedo de que le pase algo a mi familia si no le obedezco señorita Aurora. –confesó muy angustiado.

-¿Podría usted describirme al hombre que entró? –podría preguntar a mi padre si lo conocía, y de ser así, convencerle para que dejara en paz al señor Gideon. Así fue, el señor Gideon me describió a un hombre alto, trajeado y con cierto aire de grandeza. Podría ser cualquiera, por lo que me tocaba investigar antes de que volviera y arrasara con la taberna y con los allí presentes en el momento.

-Muchas gracias señorita, pero no se preocupe. –dijo el señor Gideon. Asentí a pesar de que ya sabía qué hacer, y los pasos que llegaría a cabo.

Me dispuse a repartir la comida entre todos y al finalizar el día, cuando ya me disponía a irme, dos hombres con una pinta horrible entraron y se sentaron, esperando a que le sirviera comida. En la taberna reinó el silencio nada más aparecer aquellos dos individuos, no los había visto en mi vida, por lo que no pude identificarlos. Al no entender lo que pasaba, me dirigí al dueño de la taberna y le pregunté sobre aquello.

-¿Qué pasó? Todo el mundo se quedó mudo. –dije algo extrañada.

-Señorita Aurora, ¿acaso no sabe usted quienes son esos dos hombres? –dijo aún más extrañado que yo. Deduje que ninguno de aquellos hombres era el que justo amenazó al señor Gideon ayer, ya que ninguno portaba aires de grandeza ni ropa limpia, más bien apestaban a alcohol.

-No. –dije frunciendo el ceño.

-Son hombres de la mar. –intentó utilizar palabras delicadas.

-Piratas. –dije sin contemplaciones. El me miró y se quedó asombrado antes mi contestación. Asintió.

-Pues no son bien recibidos aquí. –tras decir aquello, me levanté y me dirigí hacia ellos. Escuché mi nombre por detrás, pero lo ignoré, iba decidida a decirles que se fueran de allí. No podía permitir que más gente amenazara e intimidara al señor Gideon.

-Perdonen. –dije al encontrarme con ellos. Ambos hombres rápidamente fijaron sus ojos en mí.

-¿Sí señorita? –dijeron en forma graciosa. En ese momento me quedé helada al verles la cara. Estaban llenos de cortes y cicatrices. Tenían un aspecto espeluznante.

-¡Estamos hambrientos, sírvanos la comida de una vez! –dijo su acompañante.

-Verán, este sitio está lleno de buenas personas que vienen a recibir su ración de comida diaria. No veo nada bueno en vosotros dos, así que os invito a largaros de aquí lo antes posible. –dije con frialdad. Aquellos hombres me miraron con odio y sin yo esperarlo, empezaron a reírse. Uno de ellos se levantó y me plantó cara. Iba a ponerme la mano encima cuando de repente un hombre elegante entró por la puerta.

-¡Qué demonios hacéis! –dijo al ver a aquellos hombres mirándome con rabia.

-Nada capitán. –dijo el hombre que segundos atrás, y de no haber sido por aquel hombre elegante, me hubiera puesto la mano encima.

-Salid de aquí, ¡AHORA! –gritó. Los dos hombres salieron corriendo de allí al escuchar su grito y yo me quedé perpleja. Aquel hombre elegante se acercó a mí y todos los que estábamos allí permanecimos callados ante aquella situación.

-Señorita, siento si mi tripulación ha podido importunarla, no volverá a pasar. –dijo con palabras dignas de un señor. Aunque fuese educado, era un pirata y los detestaba con todo mi corazón. Hacían mal al pueblo con sus trucos, sus robos, su contrabando y toda clase de actividades ilícitas.

-No se disculpe pirata. Es más, no acepto disculpas de una persona como usted. –dije molesta. El no dijo nada solo se limitó a sonreírme, hizo una reverencia y se fue por la puerta. Ahora los ojos de todos los que estaban allí presente no evitaron depositarlos en mí. Las miradas me abrumaban así que miré al señor Gideon para que me diera una explicación.

-Él fue el hombre que entró ayer y me amenazó. –aclaró. Parecía realmente preocupado.

En un impulso, y sin pensarlo, salí rápidamente fuera de la taberna para volver a dar la cara.

-¡Pirata! –dije decida a plantarle cara de nuevo. Él se dio la vuelta y se limitó a mirarme.

-No puede ir amenazando a hombres buenos como el señor Gideon, cuando le venga en gana. Aquel pirata no pronunciaba palabra y yo ya no sé qué más decirle. Estaba asustada pero no me iba a temblar el pulso si de injusticias se trataba.

AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora