Capítulo 8 - ¡El brindis!

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Estábamos justo delante del portón de aquella gigantesca mansión. Humilde morada dijo y sólo su jardín ya era más grande que nuestra casa en Wodville. He de decir que tenía muchísimos tipos de plantas y arbustos con frutos deliciosos. Mataría por tener un jardín como ese, poder cuidarlo, mantenerlo, pasar el tiempo entre la naturaleza.

-Venga, entremos. –dijo Andrew decidido. Estaba bastante incómoda ya que iba de la mano de un pirata, y encima, tenía que hacerme pasar por su esposa. Un escalofrío enorme recorrió mi cuerpo.

-Mucho gusto volver a verles, por favor, pasen. –dijo el señor Turwin con gentileza.

Podría describirle como un señor no muy mayor, respetable, con porte noble y caballero donde los haya. Me recordaba ligeramente a mi padre, pero con un no sé qué que le diferenciable por completo.

-Muy apropiado su vestido señorita Aurora, está usted preciosa. –comentó el señor Turwin de forma muy educada.

-Muchas gracias. –contesté con toda mi amabilidad.

Nos dirigimos al comedor donde había muchísima gente, pero a pesar de ello, no divisaba ninguna persona con la que tuviera algún lazo para intentar escapar de aquella situación. Me limité a callarme, a escuchar a Andrew que solo sabía hablar por los codos con el señor Turwin. Éste parecía intrigado y maravillado ante los negocios que, según mi padre, había propuesto para hacérselos llegar a través de nosotros. El principal negocio era la comercialización de vino. En ese momento recordé aquellos barriles del sótano. De repente, alguien alzó la voz y todos miramos expectantes.

-¡Quiero proponer un brindis! –gritó un chico de casi mi edad que desconocía por completo. El señor Turwin con una gran sonrisa dibujada en su rostro se levantó de inmediato y alzó su copa.

-¡Un brindis por la felicidad de mi querido hijo Thomas! –dijo el señor Turwin.

Una muchacha permanecía callada y algo abrumada al lado del hijo del señor Turwin. Vestía un vestido largo de color beige que le alzaba su figura pese a estar sentada. No estaba muy lejos de donde estábamos nosotros, y por un segundo, nuestras miradas se cruzaron. Quité rápidamente la mirada, pero podía notar, o más bien sentir, como me seguía mirando con cierta intensidad.

Después de la comida, nos dirigimos a la alcoba que nos había sido impuesta, en el segundo piso de aquella mansión. Era enorme, muy espaciosa, tenía un gran ventanal que daba a aquel maravilloso jardín, era tan hermoso que no podía parar de mirarlo.

-Todo ha salido bien, de momento. –dijo Andrew que dejaba sobre una mesa su famosa capa. Intenté hacer oídos sordos y seguir contemplando aquel maravilloso jardín, pero su mano tocó mi hombro.

-¿Qué miras tanto? –preguntó algo extrañado. Permanecí en silencio, como si conmigo no fuese la cosa.

-He de decir que me ha sorprendido un poco lo de su hijo, pero no interferirá en nuestros planes. –aclaró Andrew convencido.

-¡Aurora! –exclamó algo molesto. Di un pequeño salto del susto y le miré.

-¿Qué? – pregunté algo agitada. El dejó salir un leve suspiro y se encogió de hombros.

-Necesito cambiarme. –dije entonces para cambiar de tema. El me miró desconcertado.

-Pues cámbiate. –respondió enseguida.

-Delante de ti no. –dije cruzándome de brazos. Tornó sus ojos y se dio rápidamente la vuelta. Me cambié de ropa a una más cómoda para poder descansar, pero inquita por si se le ocurría girarse de repente.

-Si quieres puedes dormir aquí, yo me iré a otra alcoba por las noches. –dijo Andrew. Fue un gesto que agradecí. Se creó entonces un silencio incómodo, pero Andrew se encargó de romperlo.

-Tienes que actuar mejor, se te ha notado desubicada. –dijo de repente sin esperarme para nada.

-¿Cómo? Pero si tampoco ha dado lugar a largas conversaciones. –dije algo molesta. Hasta ahora no había gritado, ni había hecho ninguna tontería para llamar la atención de nadie. Me estaba comportando y aun así estaba dando la nota por mi actuación. ¿Pero quién se ha creído que es para echarme en cara nada?

-La mirada Aurora. –respondió contundentemente.

-¿Pero qué estás diciendo? –mentí. Sabía que se refería al encuentro de miradas entre aquella chica y yo. Con solo una mirada pude darme cuenta de lo sola y perdida que probablemente estaba y lo mucho que le disgustaba estar allí, al igual que yo. Andrew se dio la vuelta y se acercó ligeramente a mí, y cuando me tenía solamente a un par de centímetros pronunció palabra.

-Aurora, no juegues con fuego porque te vas a quemar. –Andrew parecía enfadado. Me paralicé por un segundo, pero algo en mi me dio fuerzas para plantarle cara.

-No me vuelvas a amenazar, no te tengo miedo. –dije sin pensar, pero sí que algo decidida y orgullosa.

-He sido bastante caballero contigo, pero no tientes a la suerte. –no paraba de mirarme, sus ojos parecían cansados pero intensos.

-No te tengo miedo. –volví a repetir. Me tenía que hacer la fuerte, demostrar que no iba a doblegarme ni a acatar las órdenes de un sucio pirata. Su mirada se intensificó, pero para mi sorpresa, una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Eres justo como me dijo que serías, ¡cómo pudo ser tan certera! –dijo para sí, aunque seguían sus ojos clavados en los míos. Le miré extrañada, no entendía nada de aquello.

-¿Perdón? –pregunté bastante extrañada.

-Nada, no es de tu incumbencia. –dijo en tono rudo de repente.

AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora