Andrew decidió quedarse conmigo toda la noche y sinceramente, tenía tanto miedo de que Thomas pudiera volver a intentarlo que dejé que se quedara. No podía permitir que todo esto me pasara otra vez, tenía que salir de allí y pedir ayuda. Había pensado tomar prestado un bote en el puerto y, en la madrugada alejarme de aquella isla, volver a casa.
Todos mis pensamientos iban a parar a la forma en que iba a escapar. Casi no comí y me dirigí al jardín para poder disfrutar, al menos, por última vez, de aquel maravilloso lugar. Cuando llegué para mi sorpresa, Claire estaba allí. Parecía inquieta. Me acerqué a ella, pero no pronunció palabra alguna.
-Intenté avisarte, siento que Thomas se haya propasado contigo. –dijo cabizbaja.
-¿Cómo sabes lo que pasó? –pregunté algo desconcertada.
-Las sirvientas han estado comentando que ayer oyeron gritos procedentes de tu alcoba. –dijo en voz baja. Algunas de ellas pasaron a nuestro lado dirigiéndose a la otra ala del jardín.
-No te preocupes, estoy bien. –mentí. Todavía me temblaba las piernas.
-Eres fuerte. –Claire me miró a los ojos, con una mirada que intuía respeto, casi como admiración.
-Querida, ¿puedes acompañarme? –de repente la voz de Andrew inundó el ambiente. Asentí y me despedí con una mirada con Claire mientras ella me dedicaba una sonrisa cómplice. No sabía a qué se debía aquello, pero tenía que actuar con normalidad si no quería que Andrew sospechara. Era muy intuitivo y eso me podría acarrear problemas.
Nos dirigimos al patio central de la mansión donde había infinidad de artilugios puntiagudos, armas y cañones. Estaba un poco incómoda por estar allí y casi no entendía nada de por qué Andrew me llevaría aquí.
-Toma, cógela. –dijo Andrew mientras me ofrecía una espada casi de sorpresa. De lo que pesaba casi me caigo.
-¿Para qué quiero yo esto? –pregunté inquieta. Andrew dejó salir una leve carcajada.
-Voy a enseñarte a luchar. –dijo como si nada.
-Pero si casi no puedo con ella. –afirmé.
-Aurora, no quiero que te pase lo de anoche nunca más. Quiero que sepas defenderte si yo no estoy. –dijo Andrew ayudándome a coger la espada.
-¡Estás loco! –exclamé.
-Puede ser. –Andrew me dedicó una sonrisa que nunca antes había podido contemplar. Me quedé un poco paralizada, pero, por lo otro lado pensé que era fantástico saber cómo defenderme, incluso de él.
-Aprendo rápido. –dije poniéndome en guardia. Pudimos estar horas practicando y me sentía poderosa, ya era capaz de evitar algunos golpes y dar algunos a mi favor.
-No puedo creer que en tan poco tiempo sepas ya defenderte, bueno al menos, sabes evitar que te hagan daño. –confesó Andrew que parecía bastante sorprendido. Me ofreció entonces la mano, la acepté, pero no esperaba que fuera una trampa. Me tiró fuerte del brazo y no pude evitar caer al suelo.
-No es solo una espada, es utilizar todo tu cuerpo para ganar la batalla. Aún te queda mucho que aprender. –dijo riéndose prácticamente de mí.
-Muy divertido, ¿me ayudas a levantarme, por favor? –dije en el suelo. Asintió y rápidamente se ofreció a ayudarme. En ese momento, tiré de él lo más fuerte posible y logré que se cayera también. Me levanté del suelo y allí estaba él, derrotado.
-Quizás el que debe seguir aprendiendo eres tú. –dije dedicándole una sonrisa burlona. Él se limitó a mirarme sorprendido. Dejé la espada en una mesa gruesa de madera y me largué de allí. Ya era casi medianoche y debía prepararme para la huida. No iba a echar de menos nada de allí, exceptuando el trabajo en el jardín, pero por lo demás, nada.
Después de asearme y de estar a punto de salir por la puerta de la alcoba, vi a varias sirvientas correr despavoridas, dirección a la alcoba de Thomas y Claire. No entendía nada. Anduve por los pasillos en dirección contraria a donde había visto correr a aquellas mujeres y llegué a la alcoba del señor Turwin, allí me encontré con la puerta estaba abierta. Entonces me asomé con descaro y pude ver al señor Turwin tumbado en el suelo, en medio de un gran charco de sangre. Me quedé en shock, totalmente aturdida.
Oí de fondo las voces de aquellas mujeres y de Thomas, estaban murmurando palabras que pese a estar aproximándose hacia mi posición, no lograba distinguir hasta que finalmente llegaron.
-¿Qué ha pasado? –dijo Thomas preocupado.
-Nos dirigíamos a limpiar la habitación del señor y lo hemos encontrado así señor Thomas. –dijo una de las sirvientas aparentemente horrorizada.
-¿Y usted que hace aquí?–dijo Thomas mirándome fijamente.
-Yo...yo acabo de llegar porque las vi correr, pasaron por mi alcoba hace unos minutos. –balbucee.
-¿Y su marido? –dijo bastante enfadado. No supe responder. ¿Y si este el plan desde el principio de Andrew?
-Era el único al que mi querido padre iba a recibir hoy. –dijo de repente. Mis ojos se clavaron en sus ojos y una sensación de ahogo invadió todo mi cuerpo.
-¡Avisen a los guardias, búsquenlo, debe seguir aún en la mansión! –gritó. En ese momento las sirvientas huyeron despavoridas. Thomas me miró, pero con una mirada diferente.
-A ver cómo sale de ésta vuestro marido. He de decir que no se merecía una muerte así, pero era necesario, ahora me encargaré yo de los negocios. –dijo con total pasividad. No podía ser verdad lo que escuchaba.
-Lo ha matado usted. –todo cobraba sentido ahora, matar a su padre, heredar todo, ser el dueño y señor de esta mansión, de todos sus negocios, toda su fortuna, hacer lo que todo noble quisiera.
-Creía que merecías la pena, pero lo cierto es que ya no me sirves, eres demasiado escurridiza y vuestro marido un hombre sin honor. –pudo decir con burla.
-Haré que os culpen de ese terrible asesinato junto con vuestro marido. –terminó por decir.
-No puede hacer eso –dije ilusa de mí, aun no era consciente de lo malvado que era Thomas, que fue capaz de matar a su propio padre por pura avaricia y recelo.
-¡Por aquí! –gritó Thomas haciéndoles saber a los guardias mi ubicación.
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AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]
Novela JuvenilAurora es una chica perteneciente a la clase alta de Inglaterra, carismática, decidida y bondadosa con aquellos de buen corazón.. Sus padres siempre han esperado mucho de ella, pero ella no quiere seguir la vida que se le ha encomendado. Por caprich...