Capítulo 4 - Cara a cara

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Durante el viaje en barca podía escuchar las risas de los secuaces del capitán, me desagradaba aquella situación a más no poder y solo pensaba en mi familia, que había sido de ella, si estarían bien, si habrían sufrido algún daño yo misma mataría a los responsables. Sin esperármelo, la barca hizo un movimiento brusco que hizo que me cayera al suelo de aquella mugrienta barca de madera, haciéndome daño en el hombro tras el golpe.

-¡Vamos! –gritó uno de ellos que rápidamente me agarró del brazo y tirándome hacia una el borde de la barca. Me arrancó la venda de los ojos y me desató los brazos y piernas indicándome que subiera por las escaleras de un enorme y mal cuidado barco que tenía ante mis ojos. Me dolía bastante el tobillo, al parecer el golpe si había sido fuerte, pero que con la adrenalina del momento de escapar no noté, y junto con el dolor de hombro, me dificultaba enormemente la subida.

Subí como mayormente pude y rápidamente pude apreciar un montón de hombres mirándome con detenimiento. Los hombres que me acompañaban me indicaron que debía avanzar rápidamente hacia el camarote, cosa que hice sin rechistar. No era una chica que se diera por vencida a la primera de cambio, pero en este caso temía bastante por mi vida, y de momento opté por no desafiar a la suerte y estarme quietecita.

Una vez entré en aquel camarote, pude apreciar que su interior emanaba un olor a canela que inundó mis sentidos, y que, por un momento, me trajo buenos recuerdos a pesar de la pesadilla que estaba viviendo en ese momento. Me hizo sentir bien, al menos, por un instante. Aquellos hombres se desentendieron rápidamente y se esfumaron de allí, dejándome completamente sola en aquella estancia.

Observé que había una gran mesa con muchísimos mapas y artilugios que jamás había visto. Pude notar como las únicas dos velas de uno de los candelabros se consumían y no pude evitar quedarme embelesada ante tal hecho. Pasaron como cinco minutos y me dio tiempo a recapacitar y pensar en la huida perfecta de aquel espantoso barco. Iba a ser difícil, pero, costara lo que me costara, iba a, al menos, intentarlo. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien entró y cerró la puerta de un portazo.

-Buenas Aurora. –dijo una voz familiar. Estaba en lo cierto, era el mismo hombre de la taberna que amenazó al señor Gideon y, por ende, el capitán de ese mísero barco.

-¿Cómo sabe mi nombre? –dije bastante enfadada. Lo miré con odio y el pareció no importarle en absoluto. Portaba un traje bastante elegante y una capa que parecía de terciopelo rojo y negro. Su pelo estaba algo alborotado y sus ojos me miraban incesantemente, parecía atento a todos mis movimientos.

-Yo lo sé todo acerca de usted. –aclaró convencido, incluso se atrevió a sonreír. Lo detestaba.

-Eso no es cierto. –respondí de inmediato.

-¿Ah no? –preguntó intrigado. Su mirada se tornó fría y llena de incertidumbre. No quise contestarle, miré para otro lado y me limité a callarme, pero a él no pareció importarle y siguió la conversación.

-Se sobre su familia, sobre su padre Gregory el tan afamado gobernador de esta ciudad, de su madre Agnes, de su querido y valiente hermano y de su hermana Amy, con la que tiene una estrecha relación, ¿verdad querida? –dijo con total seguridad. Mis ojos se clavaron en los suyos y puse gesto de preocupación. Cómo era posible que un capitán pirata supiera los nombres de mis padres, y mis hermanos. Si sabía eso, qué no podía saber. Quizá lo que quería era la fortuna de mi familia, no me importaba si con ello nos dejaba tranquilos y vivir en paz.

-Si quiere dinero, yo puedo proporcionárselo, pero deje a mi familia en paz. –afirmé con convicción. Él se dignó a soltar una carcajada que me heló la sangre en ese instante.

-No se preocupe señorita, su familia no ha sufrido ni va a sufrir ningún daño. –dijo convencido, cosa que me extrañó pero que me alivió profundamente.

-Entonces dígame, ¿por qué estoy retenida contra mi voluntad? –pregunté levantándome de repente, pero el dolor incesante en el tobillo hizo que mi pierna se debilitara cayéndome al suelo. Rápidamente él me sostuvo para que no impactara fuertemente contra el suelo y logró evitar que me hiciera daño. Ambos nos miramos por un instante, pero rápidamente mi sentimiento de rabia volvió.

-¡Suélteme! –dije mientras le quitaba sus manos de encima.

-Es usted una insolente y una desagradecida. –respondió algo enfadado.

-Y usted un sucio pirata. –grité con rabia.

-¡Constantine! –gritó de repente, lo que hizo que un secuaz irrumpiera drásticamente en el camarote.

-Lleve a la señorita al sótano. –respondió sin contemplaciones. Mi instinto rápidamente hizo que cogiera el candelabro que posteriormente había divisado y que lo usara como arma ante tal hombre.

-¡Ni se le ocurra tocarme! –dije con el candelabro en alto. Ambos me miraron con burla y no pude evitar sentirme estúpida.

-No pierda las formas señorita, los bárbaros somos nosotros, ¿no? –dijo el capitán. Sus palabras hicieron que me distraerá justo para que el secuaz me arrebatara el candelabro de la mano y se cayera al suelo. El capitán pisó la vela encendida y ésta se apagó de golpe.

-Va usted a calmarse y cuando esté más tranquila hablaremos como dos personas civilizadas. –terminó por decir el capitán mientras que indicaba al otro secuaz que me llevara fuera del camarote, con destino al sótano de ese mugriento lugar. Mis gritos se escucharon en cada escondrijo de aquel lugar y los hombros allí presentes se limitaron a seguir impasibles ante tal situación.

Una vez en el sótano, estaba oscuro y hacía realmente frío. Me hice bola e intenté darme calor para no morir de hipotermia allí abajo. Había bastantes barriles y no había apenas espacio para mí, pero pude acomodarme un poco y allí pasé la noche. El vaivén del barco hizo que me despertara en la madrugada, estaba cansada y dolorida y no podía dormir. Mis pensamientos se depositaban en mi familia, sobre todo en mi querida hermana Amy que no sabía que había sido de ella, a pesar de que aquel capitán me había asegurado de que no estaba en peligro. No sé en qué momento me volví a dormir, pero así fue. Un ruido desconocido hizo que me desvelara y pude observar que alguien estaba llamando a la pequeña puerta que me impedía salir de aquel lugar.

-¿Está viva señorita? –pude oír una voz que procedía del exterior.

-¡Sáquenme de aquí! –grité.

-Tiene suerte, el capitán quiere verla. –respondió aquella voz. La puerta entonces se abrió y los rayos del sol me cegaron totalmente. Unas pequeñas escaleras fueron depositadas para que pudiera subir a la superficie. Subí como pude, pero me dolía bastante el tobillo.

Al mirar al horizonte pude ver que habíamos dejado bastante atrás nuestra ciudad y que nos encontrábamos en medio de la nada, el agua cristalina nos rodeaba y no había ni una mísera isla alrededor. Aislados del mundo, muy lejos de casa.

AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora