Capítulo 5 - Es hora de hablar

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Una vez salí a la superficie, dos hombres y el tal Constantine me acompañaron al camarote. Cojeaba, pero me mantenía en pie. Me apoyé en la puerta y llamé conservando mi educación. Desde dentro escuché una voz que me indicaba que pasara y así hice.

El capitán me indicó que me acercara a su mesa donde permanecía sentado. Portaba esta vez una camisa blanca desabrochada y algo sucia. Su pelo negro y largo, descuidado, parecía algo despeinado y parecía cansado, desganado. No lucía su capa ni nada distintivo en su ropaje.

-Buenos días señorita Aurora. –dijo alzando su mirada. Me hervía la sangre al escuchar mi nombre salir de su boca. Me limité a mirarlo con cara de asco.

-La veo mal, será mejor que me diga todo lo que le duele para poder solventarlo lo antes posible. –dijo algo preocupado. Rodeó la mesa para estar enfrente de mí. Permanecí inmóvil y mirándole de reojo mientras se acercaba.

-Estoy bien. –mentí descaradamente a pesar de estar como un flan y de poder sostenerme erguida como podía.

-Permítame. –dijo con delicadeza. Me tendió su mano, pero la rechacé.

-Miré, no era mi intención importunarla... -le interrumpí.

-¿Qué no era vuestra intención importunarme? –dije cabreaba.

-¿Me ha secuestrado y no era vuestra intención importunarme? –volví a hablar. Él se quedó inmóvil y callado. Me miraba como si mis palabras le molestaran. Aguanté su mirada lo más que pude.

-La necesito para hacer negocios, quiero que esté bien, porque la necesito de una pieza. –Terminó por decir. Se dispuso a coger su capa para ponérsela.

-¿Acaso me va a vender? –titubeé. Entonces me miró con cara sorprendida y acabó por sonreír. No sé qué le veía de divertido a todo aquello.

-No, solo la necesito para hacer negocios. –aclaró.

-Eso ya lo ha dicho. –dije cruzándome de brazos. Algo más decidida volví a hablar.

-Exijo una explicación. –terminé por decir.

-No está en condiciones de pedir explicaciones, ¿no le parece? –sus palabras salían de su boca en tono de burla. Se arreglaba con delicadeza los puños de la camisa, impasible ante mis palabras. Se creó un silencio incómodo.

-No sé qué demonios se cree que soy, pero no soy mercancía que puede vender y manipular a su antojo. Soy una persona y merezco respeto. –dije decidida. Se limitó a callar, cosa que me desconcertó. Terminó de vestirse y se dirigió a mí.

-Espero que sea tan fuerte y cabezona como parece ser para aguantar la negociación. Ahora adecéntese un poco y cuando esté lista venga de nuevo a verme. –acabó por decir invitándome a salir de allí.

-No voy a ir a ninguna parte. No le voy a ayudar a nada. No soy su juguete. –contesté. Soltó un suspiro.

-¿Usted no sabe quién soy yo verdad? –dijo convencido y bastante confiado.

-Sí, claro que lo sé, un hombre cuyo propósito en la vida es la de robar a los demás, incapaz de ganarse la vida honradamente. –solté así sin más sin pensar en las consecuencias de aquellas palabras.

-Es usted muy valiente y descarada para hablarme así. –dijo con aire divertido. Me limité a observarlo.

-Soy el capitán de este barco, Sir Andrew Bell. –dijo orgulloso.

-Es usted muy joven para ser capitán, aparte de muy soberbio. –respondí sin contarme ni un pelo. Soltó una carcajada.

-Y usted muy bella para ser tan maleducada. –contestó. En ese momento alguien llamó a la puerta del camarote, alegando ser portador de buenas noticias para el capitán.

-Pasa Emmett, ven a conocer a nuestro huésped. –dijo Andrew que portaba una gran sonrisa en su cara. Una vez abierta la puerta pude ver que un niño vestido de la misma forma que aquellos secuaces entraba en el camarote y saludaba al capitán. Me quedé pasmada, sin palabras y asombrada de lo que estaba presenciando.

-Tierra a la vista señor. –dijo aquel niño llamado Emmett.

-Te presento a la señorita Aurora. –dijo orgulloso mientras me señalaba. El niño me miró y me dedicó una dulce sonrisa. Me quedé inmóvil y no supe decir nada.

Andrew me invitó a salir del camarote y me indicó que siguiera a Emmett. Pude recorrer todo el barco hasta llegar a la proa donde se quedó plantado el capitán, mirando al horizonte.

-¿No es precioso Aurora? –preguntó Andrew mientras señalaba al frente.

-Permíteme que lo dude, no sé qué ve bonito en esto. –contesté de forma sincera. No veía lo apasionante en la vida de la mar.

-Hay cosas que no entiende ahora pero que con el tiempo entenderá. –dijo convencido.

-¿Con el tiempo? –pregunté confundida. Pretendía retenerme contra mi voluntad mucho más tiempo y no podía permitirlo.

-Mire, si esta negociación sale bien, le prometo que será libre en cuanto sea posible. –me miró a los ojos y sus palabras me hicieron reflexionar. Debía cumplir con sus deseos para poder sobrevivir.

Llegamos a la isla y unos hombres estaban esperándonos y parecían impacientes. Miré de reojo a todos y cada uno de los presentes, y si los hombres del capitán tenían mala pinta, éstos tenían una pinta peor. Entre ellos un hombre que parecía mayor con una larga barba se dirigió a Andrew.

-¿Es esta mujer la que va a conseguir el botín? –preguntó intrigado aquel hombre mirándome de arriba abajo sin contemplaciones.

AMOR INGLÉS [PUBLICADO EN PAPEL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora