CAPÍTULO DOS.

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La luz que entraba por la ventana fue lo que me despertó. Solía tener el sueño bastante ligero, tanto en ruidos como en si alguna pequeña luz entraba en mi habitación. Aunque esta no era para nada pequeña. Aguarden ¿yo no había dejado las cortinas así de levantadas, o sí? Agarré mi celular, que se encontraba en la mesa de luz y me percaté de que no tenía batería. Rápidamente me levanté de mi cama, busqué el cargador y lo enchufé.

Me dirigí al placard, agarré una toalla y fui al baño a darme una ducha. Mientras me dirigía hacia allí, recordé lo que había sucedido anoche. Mis amigos y yo en el boliche, había bebido demás, Bautista y yo en mi habitación, y el te amo que me había dicho. En estos momentos deseaba que todo hubiese sido por la bebida que había consumido y no porque así lo sentía. No deseaba empezar una relación y menos a horas de irme de viaje por tres meses y medio.

Después de aquel encuentro amoroso que habíamos tenido anoche, lo había acompañado hasta la puerta del edificio, se había despedido depositando un beso en mis labios y se había ido. Por mi parte, volví a mi habitación y me dormí profundamente.

Cuando salí de bañarme, agarré mi celular para fijarme qué hora era y me percaté de que ya estaban por ser las dos de la tarde y en una hora teníamos que irnos, ya que teníamos 40 minutos de viaje hasta el Aeropuerto, si el tráfico ayudaba.

Me vestí con la ropa que había separado para el vuelo, linda pero cómoda, ya que teníamos varias horas de viaje y algunas escalas de por medio.

Salí de mi habitación y me dirigí hacia la cocina, necesitaba llenar este estómago con lo que fuera. Al ingresar me encontré con mi madre que preparaba el almuerzo y se lo agradecí mentalmente.

— Deberías haberte despertado hace rato. — dijo en cuanto sintió mi presencia.

— Perdona, no me di cuenta. — respondí y me dirigí a la mesa. Ni mi madre con su extraño y odioso humor habitual arruinaría aquel increíble y tan esperado día por mí.

Después de haber almorzado junto a mis padres, fui hacia mi habitación, guardé todo lo que me faltaba, ordené mi cama y algunas otras cosas que había dejado tiradas. De repente escuché tres golpecitos en la puerta y me sobresalté.

— ¿Ya estás lista cariño? — me preguntó mi padre y asentí.

— Todo listo. — respondí con una sonrisa y una gran emoción.

— Llevaré tus valijas. — dijo y asentí. Desapareció de mi habitación, dejándome completamente sola de nuevo. Miré cada rincón de aquel cuarto, no quería olvidarme de nada. Lo último que visualicé fue mi pared izquierda, arriba de un mueble donde hacía ya un par de años había escrito y pintado una frase que sabía que siempre me acompañaría, vaya donde vaya: A new adventure awaints me. Y así era, una nueva aventura me esperaba.

Cuando entramos al aeropuerto me sorprendí al ver la gran cantidad de personas que se esparcían por todos lados. Comencé a buscar con la mirada a alguien que pudiera reconocer de las charlas de work & travel a las que había asistido. Finalmente me pareció ver dos cabelleras morochas y dos rubias, definitivamente debían de ser los chicos. De a poco comencé a acercarme, hasta que a una distancia considerable los reconocí. Sí, eran ellos.

— ¡Hola Cami! — exclamó Renata y le sonreí. Era una chica muy hermosa, tenía una esencia más de niña y aparentaba menos edad, a pesar de solamente tenía dos años menos que yo. Su cabello era rubio con algunas ondas y sus ojos azules eran bellísimos. De altura era más pequeña que yo, aunque me consideraba una estatura promedio porque le llevaba un poco menos de una cabeza.

— Hola Renu. Hola chicos. — dije y les sonreí. A mi lado izquierdo tenía a Fernando, morocho, de ojos azules que podían cautivar a cualquier chica que lo mirara fijamente. Tenía 23 y era el más grande de nuestro grupo. En medio de Fer y Renu se encontraba Benjamín, rubio de ojos azules y podía confirmarles que, en mi opinión, era mucho más lindo que Bautista, a pesar de que tenía tan solo 20 años. Por último, pero no menos importante, a mi lado derecho se encontraba Dante. Parecía el típico modelo que trabaja para marcas como Gucci, Versace, Louis Vuitton, entre tantas otras. Era morocho de ojos azules y ambos teníamos la misma edad. Aunque podía admitirles que era el amor de mi vida, ya me había roto el corazón hacía unos meses atrás cuando me confesó que le gustaban los chicos. Los tres chicos eran bastante altos, y todos tenían la misma altura.

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora