CAPÍTULO DIECISIETE.

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Más de una semana había pasado desde aquel increíble fin de semana que había vivido junto a Liam. Aún recordaba cada momento con el más mínimo detalle, algo que jamás me había sucedido con otros chicos a lo largo de mi vida.

Después de que el rubio se había ido al día siguiente de Mammoth Lakes, mis amigos me habían atacado a preguntas con respecto a lo que había sucedido entre nosotros, y siempre repetía lo mismo, "habíamos pasado un increíble fin de semana juntos, pero nada iba a ir más allá de eso".

Cada uno tenía su vida armada en sus propios países de origen y era muy difícil que ambos arriesguemos todo eso por amor, o al menos yo lo pensaba de aquella manera. Sabía que los sentimientos que tenía con él ni siquiera los había experimentado con Bautista, pero aún así sentía que necesitaba estar preparada para llevar una relación seria y más siendo la primera.

Incluso no lograba conocer al tipo de chico que tenía frente a mí y temía demasiado no lograr ser lo que él esperaba. Por eso prefería dar un paso al costado y enfocarme en mí misma, en lograr hacer los cambios que tenía planeado llevar a cabo a lo largo de este año, y a futuro, si volvía a aparecer otra persona que me moviera el suelo como aquel rubio lo hacía, tal vez ahí sí le daría una oportunidad al amor.

El sonido de mi celular me sacó de mis pensamientos. Me acerqué hasta la mesa de luz para buscarlo y me sorprendí al ver que se trataba de una videollamada de mi madre. Después de aquella interesante llamada con ella donde discutimos, no habíamos vuelto a hablar.

Me incorporé, apoyé mi espalda contra la pared y decidí cargarme de valor para contestar el llamado. Sentía que por una vez en mi vida tenía que hacer las cosas bien y dejar de ser aquella adolescente rebelde que constantemente enfrentaba a sus propios padres, pero que temía decirle lo que pensaba y creía que era mejor para su vida sin que una pelea se desate en medio de la conversación.

— Hola mamá. — hablé después de atender la videollamada.

— Camila ¿por qué tengo que enterarme por las redes sociales de tu corte de cabello y todas las cosas de tu vida, como las demás personas que te siguen? — preguntó un tanto molesta. Bueno, me había olvidado de contarle ese pequeño cambio que había decidido hacerle a mi look. Aunque no creí que después de tanto tiempo sin hablar eso fuese lo primero que podría decirme, pero bueno, al fin y al cabo era mi madre la que tenía al otro lado de la pantalla.

— Estoy muy bien madre, gracias por preguntar. — respondí sarcásticamente.

— Lo siento hija. — se disculpó. — Solo es que me tomó por sorpresa que no hayas vuelto a llamarme.

— No sé si lo recuerdas pero tuvimos una pelea el mes pasado y no volvimos a hablar. — confesé y ella asintió.

— Tienes razón. — se volvió a disculpar. — ¿Y cómo ha estado todo por allí? — preguntó y me sorprendió. Nunca en los 21 años que tenía se había interesado por saber tanto de mi vida.

— Bien, con algo de trabajo pero bien. — respondí.

— ¿Y conociste a alguien nuevo en el viaje? — interrogó y dudé por varios minutos si responderle con la verdad o simplemente mentirle.

— Si, conocí un chico que se hospedó hace unas semanas aquí con sus amigos. — admití finalmente y asintió para que le siguiese contando sobre él. — Se llama Liam, tiene 25 años y vive en San Francisco. Es rubio de ojos azules y tiene un poco de barba que le queda muy bien la verdad. — confesé. — Es simpático, divertido, inteligente y muy buena persona.

— Y también te gusta... — habló mamá con una sonrisa. ¿Desde cuándo mi madre se comportaba así conmigo?

— ¡MAMÁ! — grité.

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora