CAPÍTULO DIECIOCHO.

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Acababa de llegar a la cabaña después de un largo día de trabajo. Renata se había levantado esa misma mañana con bastante fiebre y como no habíamos llegado a conseguir alguien que le suplantara, me había tenido que encargar de la recepción yo sola durante todo nuestro turno.

Al entrar a la habitación me encontré con la rubia completamente dormida junto a Benja que estaba a su lado cuidándola mientras revisaba su celular.

— ¿Cómo está? — pregunté.

— Mejor, aunque sigue un poco acalorada. — admitió tocando su frente.

— ¿Ya vinieron a verla por las dudas? — le consulté y el rubio negó con su cabeza. — Bueno, si en un rato no mejora llámalos para que vengan a controlarla por si acaso. — lo bueno de estos viajes era que los resort contaban con asistencia médica en caso de que algo sucediera.

— Está bien. — respondió Benja y esbozó una pequeña sonrisa.

Busqué algo de ropa en mi valija y me adentré en el baño para poder cambiarme. Una vez que salí, regresé a la habitación, guardé el uniforme, agarré mi mochila, mi abrigo y me dirigí de nuevo a Benja.

— Iré a hacer unas compras al centro, cualquier cosa que pase llámame. — le avisé.

— Dale, te aviso Cami. Nos vemos. — dijo y salí de la habitación dejándolos a solas una vez más.

Después de cerrar la puerta de entrada, me encaminé hacia la salida del resort para ir al centro comercial que quedaba a tan solo unas cuadras. Comencé a recorrer las tiendas en busca de algo de ropa nueva, ya que una vez al mes solía darme unos pequeños gustos y me permitía gastar cierta cantidad de dinero en ropa.

Estaba por ingresar a la última tienda que había decidido visitar, cuando me sorprendí al escuchar el sonido de mi celular. Lo saqué de la mochila, y atendí cuando vi el nombre de Liam en la pantalla.

— Hola hermosa, vine hace un rato a Mammoth Lakes a hacer unas cosas, pero ya estoy libre ¿estás ocupada? — dijo el rubio al otro lado del teléfono.

— Hola Anderson. No, estoy en el centro comercial que queda a unas cuadras del resort. — le comenté.

— Está bien, en unos minutos estaré allí. — finalizó y cortó la llamada.

Me apresuré en entrar a aquella tienda y poder conseguir algunas cosas que me faltaban antes de que Liam viniese a encontrarse conmigo.

Una vez que salí del lugar con algunas bolsas de más, me encaminé hacia la ubicación que el rubio me había mandado a mi celular. Al bajar por aquellas escaleras del centro comercial lo vislumbré apoyado en su auto mientras hablaba por teléfono.

Como si hubiese sentido mi presencia, se giró al verme, me echó una pequeña sonrisa y finalizó la llamada, guardando su celular en el bolsillo de su pantalón.

— A ti te dejan algunas horas a solas y haces destrozos con tu tarjeta de crédito. — comentó haciéndome reír.

— Es el permitido del mes. — afirmé mientras guardaba las bolsas en el baúl y me adentraba en el auto.

— ¿Cómo es eso? — interrogó al sentarse en el asiento del piloto.

— Una vez al mes me permito gastar una cierta cantidad de dinero en ropa o lo que sea que necesite. — le expliqué.

— Interesante. — confesó. — Eres la primera persona de la que escucho algo así.

— Solía hacerlo en Buenos Aires con mis dos amigas, así que decidí seguir con la costumbre aquí también. Aunque no tengo tanto permitido como allá porque sino voy a tener que terminar pagando el exceso de equipaje y la realidad es que no deseo hacerlo. — respondí.

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora