Camila Ferrari Prieto es hija única, un tanto egocéntrica y de fuerte carácter, pero ama viajar y conocer distintos países y ciudades.
Decide hacer por primera vez en su vida un "Work and Travel" en el tiempo que duran sus vacaciones de verano. El...
Me desperté a eso de las diez de la mañana, hice mi cama, me vestí, agarré mi computadora y bajé a la cocina a desayunar. Llamé a los chicos, pero no recibí respuesta alguna. Cuando me dirigí a abrir la heladera encontré un papel escrito por Fer.
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Reí ante la última frase tachada, siempre olvidaban que aún no me había comprado un nuevo celular.
Dejé la nota en la mesa, mientras abría la heladera para sacar mi mermelada y la leche. Me preparé una chocolatada y dos tostadas con mermelada para desayunar. Ya se había cumplido un mes que estábamos en aquel lugar y aún no me habituaba a lo feo que sabía el café en Estados Unidos y ni hablar si le ponías la leche que vendían en aquellos supermercados, que de leche no tenía nada porque parecía simplemente agua con colorante blanco.
Mientras desayunaba encendí mi computadora y me puse a revisar mis redes sociales, mis páginas de internet favoritas y a escribir un rato más.
Cuando terminé, lavé todo, llevé la computadora a mi habitación, agarré mi mochila y mi abrigo, y salí de la casa. Me sorprendí al encontrar el auto en la entrada, por lo que regresé a la cabaña, agarré las llaves del vehículo y me subí. Nunca había conducido sobre la nieve, pero creí que siempre había una primera vez para todo. Salí del estacionamiento y conduje por las calles nevadas de Mammoth hacia mi destino.
Después de varios minutos de conducción llegué al Minaret Village Shopping Center - aquel centro comercial que veníamos siempre para hacer las compras del supermercado - estacioné el auto, agarré mi mochila y bajé. Caminé algunos metros hasta llegar a una librería que había encontrado en internet, entré, saludé al hombre mayor que atendía aquella tienda y me perdí entre la cantidad de libros que habían allí.
Amaba los libros. Desde que era pequeña mi abuela me había leído cada libro infantil que me había regalado. Y así, de a poco me había introducido en aquel mundo fantástico e increíble que era la literatura. A eso de mis 9 años había conocido los libros de Harry Potter, aquella increíble historia de un joven que en uno de sus cumpleaños descubre que es hijo de dos conocidos hechiceros, de los que había heredado poderes mágicos. Por lo que debe asistir a una famosa escuela de magia y hechicería, donde conocerá a dos chicos que pronto se convertirán en sus amigos y compañeros de aventuras.
Desde aquella primera vez que los leí supe que nunca más iba a poder dejar de leerlos. En casa tenía una biblioteca llena libros de distintos autores y entre ellos tenía distintas ediciones de los libros de Harry Potter, comenzando con los primeros que me habían comprado hasta los que actualmente me compraba yo misma y que solían ser en otros idiomas. Todos y cada uno de ellos los había leído, a pesar de que ya me sabía toda la historia memoria.
Una vez que logré conseguir dos libros de romance que había estado buscando en Buenos Aires y lamentablemente no vendían allí, salí de la tienda y caminé, recorriendo las demás locales que había.