CAPÍTULO VEINTE.

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Me había despertado hacía una hora, y aún no había terminado de ordenar mi valija y dejar todo listo para mañana. Era nuestro último día completo en Mammoth Lakes porque mañana tomaríamos un vuelo hacia la ciudad de San Francisco.

Después de haber debatido por varios días, Dante y Fer habían hablado y acordado con los amigos de Liam que los cinco nos hospedaríamos en sus casas durante el último mes que nos quedaba en aquella increíble travesía que habíamos hecho.

Aún estaba completamente sorprendida y anonadada de lo rápido que había pasado aquel viaje y cuánto habían cambiado las cosas desde el primer día en el que puse un pie en este pueblo.  

También estaba algo ansiosa de ver a Liam de nuevo, ya habían pasado dos semanas desde nuestro último encuentro y no había contestado ninguno de mis mensajes.

A pesar de que quería recuperarlo como fuera, también me daba cierto temor llegar a su ciudad y encontrarme con algo que no quisiese ver, por lo que me había estado replanteando durante todos estos días si era conveniente ir y luchar por él, o dejar todo como había terminado aquella noche en el bosque.

Media hora más tarde había logrado terminar con mis dos valijas y aún restaba organizar mi mochila.

Desparramé todo en la cama de mi habitación y lentamente comencé a guardar lo que no iba a necesitar en esos dos días que nos quedaban allí.

Después de cerrarla, la dejé arriba de una de las valijas y bajé al living junto con mi computadora. Los chicos se habían ido a esquiar por última vez mientras que yo había priorizado organizar todo antes de irnos. En la ciudad ya ni siquiera nevaba, pero aún así, la nieve en la montaña y en el cerro todavía no desaparecía.

Apoyé mi computadora arriba de la mesa ratona y la prendí para que se iniciara mientras me acercaba a la cocina en busca de un poco de jugo. Al regresar apoyé la bebida al lado de la computadora y cuando quise extender la frazada para tapar mis piernas que estaban algo frías, sin querer tiré el vaso sobre mi computadora, haciendo que el jugo se desparramara encima de la misma. Rápidamente quité el vaso dejándolo a un lado, pero ya era demasiado tarde, la computadora se había apagado.

Maldecí internamente y en voz alta también, mientras corría a la cocina en busca de un rollo de cocina para poder secarla aunque fuese solo un poco.

Detestaba ser tan torpe en ese preciso instante y la imagen de mi madre gritándome por cada vez que había dejado una bebida cerca de la computadora, se me vino a mi mente. Lo siento mamá, pero no podía ser perfecta en todo.  

No tenía ni la más pálida idea de qué hacer en ese momento, estaba completamente sola en la cabaña y ninguno me contestaría las llamadas. Aquella computadora era literalmente mi vida, allí tenía todas las cosas de la universidad, mis mails con todos los trabajos y mi diario íntimo. Todo lo que había escrito de aquel increíble viaje se había ido, para siempre.

Como por arte de magia recordé que uno de los amigos de Liam había estudiado algo relacionado a todo el mundo de la tecnología y esperaba que supiera qué debía hacer en un caso como este.

Subí a la habitación en busca de mi celular y lo llamé, sonó por algunos segundos hasta que alguien del otro lado respondió.

— ¿Hola? — preguntó.

— Hola Avery, soy Camila. Tuve un problema con la computadora y quería saber si me podrías ayudar. — le supliqué. Por algunos minutos el teléfono quedó en silencio y temí que se hubiera cortado la línea. — ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

— Si, perdona, soy Liam. Avery no está aquí, pero dime que sucedió a ver si puedo ayudarte. — habló dejándome paralizada. No podía ser él.

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora