CAPÍTULO VEINTITRÉS.

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— ¿Acaso no son las mejores películas del mundo? — pregunté mientras me incorporaba de la cama y me giraba para ver el rostro del rubio.

— Tengo que confesarte que jamás creí que me gustaran, pero la verdad es que son muy buenas. Aunque jamás les quitaran el podio a las de Marvel. — confesó.

Acabábamos de terminar una maratón de las ocho películas de Harry Potter. Ayer en la cena, mientras devorábamos aquella increíble pasta, había surgido el tema y al llegar a casa decidimos comenzar a ver las tres primeras películas de esta fantástica e increíble saga. Esta mañana, después de desayunar, decidimos seguir con la maratón y recién terminábamos la octava y última película.

— Nadie me cree cuando le digo que de verdad tiene una trama muy interesante. Y si solo viste las películas y te gustaron, cuando leas los libros amaras aún más esta historia, y de seguro hasta destronará a tus 23 películas del UCM. — le expliqué.

— Eso jamás sucederá. — aclaró. — Y menos lo de leer los libros. — admitió y ambos reímos. El celular de Liam nos sacó de nuestro debate cinéfilo cuando comenzó a sonar. El rubio se incorporó hasta alcanzar el teléfono y atendió.

— ¿Hola? – habló dubitativo. — Perdona, estábamos viendo Harry Potter con Cami y ni cuenta nos dimos de que nuestros celulares sonaban. — explicó y lo miré desconcertada. Agarré mi celular y me sorprendí al ver la cantidad de mensajes que tenía en el grupo con mis amigos y en otro donde estebábamos con los amigos de Liam. — Está bien, ya vamos para allá. Gracias Nate. — el rubio finalizó la llamada y volteó para verme. — Iremos a la playa a surfear. Resulta ser que los chicos nos estuvieron mandando mensajes, pero no los vimos.

— Okey aunque tengo que confesarte que no tengo ni idea de como surfear. — le aclaré y él rio.

— No pasa nada, yo te enseño. — dijo depositando un pequeño beso en mis labios. — Bueno, te dejo así te podes cambiar tranquila. Estaré abajo lavando esto. — comentó levantando la bandeja con los platos de nuestro almuerzo. Como no habíamos querido parar de ver las películas, decidimos almorzar en la cama.

— Gracias. — respondí y el rubio desapareció de la habitación dejándome sola. Me acerqué a la valija y busqué una de las mallas que había comprado en Buenos Aires. Me decidí por una de dos piezas de color verde lima. Personalmente siempre prefería bikinis de colores más sobrios, pero esta me había llamado mucho la atención y había decidido darle una oportunidad. Una vez que salí del baño ya cambiada, guardé las cosas en la valija y preparé mi bolso para llevar a la playa. Bajé hasta la cocina y Groot apareció a mi lado.

— Hola amiguito ¿y el rubio dónde está? — dije mientras acariciaba su cabeza. Obviamente no recibí respuesta alguna de ese cachorro, pero al menos lo intenté.

— ¿Ahora hablas con mascotas? — habló Liam haciéndome sobresaltar. No esperaba su repentina aparición. — Tranquila, yo también lo hago. — confesó y me giré para verlo apoyado en la puerta de entrada. Se veía completamente sexy, como el típico modelo de Calvin Klein.

— No puede ser... — dije incrédula al ver detalladamente su outfit.

— ¿Qué pasó? — preguntó preocupado.

— Tu malla, es del mismo color que la mía. — respondí y levanté mi vestido para mostrársela.

— No lo puedo creer. — dijo con la boca abierta. — Algo nos está diciendo que tenemos que estar juntos. — objetó haciéndome reír.

— Es mejor que vayamos antes de que los hagamos esperar aún más. — finalicé poniéndome mis anteojos de sol y caminando hacia la salida.

***

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora