EPÍLOGO.

113 11 23
                                    

Cuatro meses después...

— Señorita Ferrari ya estaría todo listo. — dijo Natalia, una de las empleadas de la editorial, mientras tomaba el contrato ya firmado por mí. — En cuanto vayamos teniendo novedades te iremos avisando. Pero eso sería todo.

— Muchísimas gracias. — respondí estrechando nuestras manos.

— No, muchísimas gracias a vos por confiar en nosotros. Que tengas un buen día y que pases un hermoso cumpleaños. — dijo con una sonrisa en sus labios.

— Gracias. — le sonreí y abandoné el edificio.

Después de tantas idas y vueltas, el propio día de mi cumpleaños había logrado concretar esta nueva idea que no dejaba de rondar por mi cabeza desde hacía varios meses.

Los únicos que sabían acerca de este proyecto eran mis padres, quienes me habían dado una mano con los gastos, pero con los demás había preferido ocultarlo por miedo a que no se cumpliera o no saliera como esperaba.

Una vez fuera de la editorial, busqué dentro de mi cartera el celular para sacar una foto y contarle la noticia al rubio, pero me sorprendí al ver que ninguno de los mensajes que le había mandado hacía una hora le habían llegado.

Decidí esperar hasta que respondiera para contarle la nueva noticia, por lo que decidí guardar de nuevo el celular dentro de mi mochila, cuando de repente alguien tocó mi espalda haciendo que me sobresaltara.

— Disculpe que la moleste, ¿podría decirme donde queda esta dirección? — alguien detrás mío habló tratando de pronunciar su español de la mejor manera que podía. Me giré para responderle amablemente y ver si podía ayudarlo, pero al darme cuenta de quien se trataba me paralicé allí mismo.

— ¿Camila? — él también se sorprendió de verme.

— ¿Liam? — dije sin entender que estaba sucediendo, pero eso no me impidió acercarme a él y abrazarlo. En ese instante me percaté de lo mucho que había extrañado sus abrazos y sus caricias. — No puede ser, ¿qué haces aquí? — le pregunté al separarme.

— Seguí mi corazón y terminé en el aeropuerto. — respondió encogiéndose de hombros y esbozando una sonrisa en la que no mostraba sus dientes. Típico de Liam, fue lo que pensé mientras ponía mis ojos en blanco.

— De verdad, ¿Por qué estás aquí? — volví a preguntarle.

— Quise sorprenderte para tu cumpleaños, aunque sinceramente esto no estaba para nada planeado. — dijo señalándonos a ambos. — No sabía que eras tú, ¿qué te hiciste en el cabello?

— Desde hacía algunos meses que ya me había aburrido de mi look y decidí hacer algo. — confesé. Mi cabello seguía con el mismo corte de la última vez que nos habíamos visto, en cambio, mi flequillo y mi color de cabello habían recibido algunos cambios. Mi pelo ya no tenía ese color castaño, sino que había decidido hacerme una gran cantidad de reflejos de color manteca, que a decir verdad me quedaban bastante bien.

— Me gusta como te queda. En realidad siempre luces hermosa. — respondió con su coqueteo de principiante que siempre me hacía reír. — Y tú, ¿qué se supone que estás haciendo aquí?

— Bueno, estaba por darte la noticia por mensaje, pero como no respondiste los primeros dos que te mandé hace unas horas, no quise molestarte porque creí que estabas en la veterinaria trabajando. — le expliqué.

Quizás sea para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora