Capítulo 5

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—El pasado que nos une—

−Que comience el juego −Kass largo una risa cínica y todo se descontroló

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−Que comience el juego −Kass largo una risa cínica y todo se descontroló.

Nos hallábamos rodeados de policías que apuntaban sus armas contra nosotros. Mire hacia todos lados, pero no había forma de salir de esta. Estábamos atrapados y mi huellas estaban en aquella mujer.

Largué una maldición por lo bajo.

Todo pasaba en cámara lenta; las luces encandilando nuestros ojos, las pistolas cargadas y nuestras manos arriba en modo de rendición. No había salida, o al menos, eso creí cuando un  fuerte ruido detrás de los oficiales los alarmo. Giraron todos a la vez.

Kass nos miró fijo, antes que se den la vuelta nuevamente.

−¡Vamos, corran! Yo me quedaré a distraerlos, ustedes intenten ocultar el cuerpo de esa mujer −sus ojos brillaban de cierta euforia y adrenalina. Tanto así que electrizando cada parte de mi cuerpo impulsándolo a correr.

−Te mueres y te juro que voy directo al infierno, y te vuelvo a matar −la pelirroja fijó sus ojos en el.

Debíamos correr y ya.

-¡Minerva, vamos! -le gritó Robbins, arrastrandola del brazo.

Los cuatros corrimos justo antes de que los policias se dieran cuenta. Aunque sólo basto de una cifra de segundos, para que voltearan y no nos vierran allí. Exceptuando a Kass.

Comencé a correr mientras el cielo parecía caerse a pedazos, debido a la fuerte tormeta que había. Llovía tan fuerte, como mis piernas lo hacían. Tan fuerte, como los latidos de mi corazón acelerado.

−¡Carajo! −chillé, al rasparme con una rama que cortajeo mi brazo.

Lo sujete con fuerza sin dejar de correr. Ahora éste sangraba, dejando cierto ardor punzante en mi ante brazo.

−Por acá, ¡vengan! −Robbins iba más adelantado.

Lo seguimos pasando por unos árboles grades en forma de pino. Todo estaba lleno de barro, incluido mi cuerpo. La oscuridad era tanta que nuestra única fuente de luz eran las linternas de los polícas que alumbraban a nuestras espaldas

Vamos, Claire.

El tiempo se agota.

Y esta vez no habrá nada, ni nadie, que te salve.

−Allá te veo Cedric −susurro Kol, alzando una de sus manos al cielo.

−No puedo morir, mañana tengo una cita −Minerva le siguió, dramatizando sus palabras.

Volveé los ojos,algo absorta en sus palabras.

−No vamos a morir −les grité −. O tal vez sí, ¡mierda! −me aterré al darme cuenta que venían a centímetros de nosotros.

Wonderf  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora