—Dónde está ella....
Alegrarse por el reciente reencuentro con Ama y Cepo no iba a evitar que la cabeza de la chica no pensara en otra cosa que no fuera en enfrentarse a los fantasmas de su pasado. Lo cierto es que más que evitar que pensara en ello, causó todo el efecto contrario. Sus recuerdos se volvieron más vivos, más nítidos.
Susan convenció a Ama para que la llevara hasta Zulema, pero no fue precisamente de la manera que esperaba.
Estaba tensa, nerviosa. Las manos le temblaban y las piernas le vibraban, sentía que de un momento a otro le faltaría el aire, se marearía y probablemente caería redonda al suelo. Eran 12 años, sí, 12 años sin ella, sin la que creyó que sería el amor de su vida.
Lo peor de todo es que ese sentimiento, por pequeño que fuera, seguía estando en su cabeza, taladrándola, martirizándola.
Ama llevó a Susan a la sala de vigilancia que Cepo mencionó al principio, la hizo pasar y le indicó a su hijo que se ocupara de la recepción mientras ellas estuvieran ahí, cerrando tras sí la puerta y acompañando a la chica por el estrecho pasillo subterráneo repleto de raíces, de tierra y humedad.
El ceño de la morena se frunció en cuanto el pensamiento de una posible emboscada acudió a su mente. ¿Y si todo aquello era una trampa?
«No digas tonterías, ¿por qué iba a querer ella matarte? Lo más normal sería que tú quisieras matarla a ella por lo que te hizo y no al revés.»
El temor le duró bien poco. Al llegar por fin a la sala final, vislumbró desde el principio de la entrada una silla en el centro de la habitación, rodeada de ventanas que al parecer daban a las habitaciones, incluida la suya.
—¿Qué es esto?... —preguntó, aún con el entrecejo fruncido.
Ama no respondió, se colocó tras su espalda, tomó sus hombros con cuidado y la dio la vuelta despacio, apuntándola hacia la habitación de Zulema.
—Me pediste verla, ¿no? Bien. Pues ahí está...
La chica aguzó la mirada apuntando hacia el ventanal que daba a la estancia, sin comprender muy bien a qué se estaba refiriendo la mujer, pues la habitación estaba vacía y no tenía cómo cerciorarse de que era la suya.
Hasta que apareció de pronto, atravesando la habitación, lanzándose sobre la cama, mirando al techo, pensativa.
Os mentiría si os dijera que en el instante en el que la vio no le dio un vuelco al corazón, y es que por muy buena que fuera ocultando sentimientos o emociones, verla ahí, tan cerca después de 12 años, le produjo una sensación que era imposible de esconder, y Ama en seguida se percató de ello.
La observó en silencio estudiándola como si fuera su espécimen, tal y como su hijo lo hubiera hecho. Los ojos le brillaban, sus pupilas se habían dilatado y el vello de sus brazos se había erizado ligeramente, una reacción demasiado intensa como para que aquel reencuentro no supusiera nada para ambas.
Pero lo que terminó por desconcertar a Ama, lo que la sobrecogió... fue la reacción de la mora, que repentinamente y de una forma muy pausada giró su cuello hacia el espejo, como si pudiera verla a ella a través de él.
Zulema sabía bien que tras el cristal se ocultaba aquella sala, no era para ella una novedad, sin embargo la manera en la que desvió sus ojos hacia su reflejo no fue precisamente por conocer el "secreto", sino porque sintió algo tan intenso, tan químico, que tuvo que levantarse, aproximándose despacio hasta el espejo, atraída a descubrir qué era eso que estaba removiéndose en su estómago.
ESTÁS LEYENDO
Platónico lo llaman.
FanfictionUna presa trasladada de una cárcel fuera de España llega a Cruz del Sur. Tras un año comienza a sentirse extrañamente atraída por la reclusa más peligrosa de todas; Zulema Zahir. Es entonces cuando todo se rompe, todo se derrumba, y las cosas empiez...