5.- ÉXTASIS.

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—¿Qué pasó en esa fuga?

...

La pregunta de Sole pareció calar muy dentro de ella, como si su voz y su cuestión en aquel momento hubieran sido uno de esos péndulos que los psiquiátras mecen de un lado al otro frente a tus ojos, para que te sumerjas en el agujero más profundo de tu mente, para hacerte recordar aquello que creías olvidado.

Solo que Susan en ningún momento se olvidó de aquel beso.

Marruecos,

17:04:58 p.m

Casa de la playa.

Saray, Macarena y Casper estaban aprovechando los rayos solares aquella tarde, mientras Zulema compraba algo de ropa en el pueblo para pasar desapercibidas.

—Cómo echaba de menos esto... —musitó Casper, cerrando los ojos.

Saray y Macarena, ambas tumbadas sobre las hamacas como la anterior, asintieron, completamente de acuerdo.

—Rubia, tú eres la que menos tiempo ha pasado sin su libertad, pero imagínate nosotras, que llevamos todo ese tiempo ahí encerradas —objetó Saray.

—Pues imagínate que os hubieran encerrado por algo que no hicisteis —se le encaró—. O porque os hubieran engañado —dijo, recordando con amargura a Simón.

Saray chasqueó la lengua.

—Lo que te estoy diciendo es que has tenido menos tiempo para echar de menos esto.

—Bueno, ¿para qué vamos a pelearnos ahora por esa tontería?

Casper se mantenía en silencio en aquella discusión. No quería tener nada que ver.

—Oye, ¿no hace mucho rato que no vemos a Susan? —preguntó entonces Macarena para dejar a un lado la disputa.

Saray se reincorporó rápidamente sobre la hamaca, frunciendo el ceño, mirando el horizonte. El agua estaba muy tranquila, demasiado tranquila... Saray confiaba en la chica, pero sí le pareció ciertamente raro no haber sabido de ella en ese largo intervalo de tiempo. Aguzó la mirada, colocándose la mano sobre la frente como visera para tapar el sol que le venía de frente. Fue a los pocos segundos cuando vieron una cabeza salir a la superficie, era la de Susan.

—¡Mira, ahí está! —señaló rápidamente Macarena.

—La madre que la parió —murmuró la gitana, con el corazón en un puño.

—¿Crees que sería capaz de traicionarnos? —inquirió Casper, realizándole aquella pregunta directamente a Saray.

—A nosotras sí. Pero a la Zulema no.

—Es que... ¿quién se atrevería a traicionar a Zulema? —preguntó entonces con una suave sonrisa.

La gitana observaba el horizonte, atenta ahora a todos los movimientos de la morena.

—¿Cuánto rato lleva ahí? —preguntó Macarena, metiendo cizaña.

—Pues por lo menos una hora —respondió de mala gana.

—¿Qué tiene de malo? —intervino Casper—. Si a mí me gustara más nadar que tomar el sol, también estaría ahí todavía.

—¡No, si habéis sido vosotras! ¡Que me habéis metido la paranoia en la cabeza! —espetó, señalándose la sien repetidas veces. Resopló y se volvió a tumbar, cerrando los ojos—. ¡Coño! Las putas expertas en emparanoiar a la peña, vamos.

—Bueno, vamos a tranquilizarnos un poquito todas —interpuso Maca, alterada—. Que estamos un poquito nerviositas —exclamó con retintín.

—No, nerviositas estáis vosotras, que ya estábais pensando que tenía un súper plan para tranicionarnos y no sé qué cojones.

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora