35.- Llorona.

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Apunte del autor:

Este es el último capítulo de esta historia.

Quería ante todo agradeceros el gran apoyo que me habéis dado. Ha sido gracias a vosotrxs que esta historia ha continuado.

Voy a dejar un enlace de una canción de YouTube en un momento puntual de la historia, os agradecería que le dierais al play y escucharais mientras leéis dicha parte.


Muchísimas gracias de nuevo, os quiero ❤️


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Una vez más al abrir los ojos y despertar ella no estaba allí, a su lado. Zulema siempre se levantaba mucho antes que el resto. En Cruz del Sur, en Cruz del Norte sus ojos siempre se abrían antes que los del resto. Mucho antes incluso de que sonaran las alarmas, de que los funcionarios despertaran a las presas para el recuento. Y se supone que las costumbres prevalecen... ¿No?

Susan estaba muy segura de que ese hábito no era para otra cosa que adelantarse a las posibles amenazas. Estar siempre alerta, preparada para enfrentar a cualquiera que se atreviera a aprovecharse de su descanso.

De haber sido el sueño un capricho en lugar de una necesidad biológica, Zulema hubiera prescindido de él igual que de la anestesia en cualquier operación, de los medicamentos para mitigar cualquier dolor. Necesitaba estar despierta, siempre.

Aquel día no iba a ser distinto, por su puesto.

La morena se levantó con cierta parsimonia. Aquel era su último día allí y lo cierto es que de lo menos ganas tenía era de despedirse de Zulema.

No fue sino en el baño, sentada sobre el inodoro a punto de limpiarse, que escuchó una conversación al otro lado de la habitación y no tardó en reconocer las voces.

—¿Dónde está, Zulema?

—¿Dónde está quién?

—Ya sabes quién.

—Pues yo qué sé. Estará en su habitación —se rascó la nuca, indiferente.

Macarena la empujó, ceñuda.

—¿Por qué me mientes, eh? Que lo he visto, coño. Que la he visto durmiendo en tu cama.

—¿Y entonces para qué preguntas?

—Zulema no me jodas, ¿eh?

—¿Qué pasa, estás celosa o qué?

—¿Celosa? ¿Celosa de qué? —preguntó a la defensiva.

—A ti qué coño más te da que duerma conmigo.

—Pues me da. Me da porque llevas descentrada desde que ha llegado.

—Estás celosa.

Maca soltó un bufido, negando con la cabeza.

—Que no, Zulema, que me importa una mierda con quien te acuestes, que no es eso, coño.

—Pues para importarte una mierda estás montando la de dios.

—¿A qué coño juegas? —preguntó ceñuda, aguzando la mirada—. Quiero que te

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora