12.- La parte buena de mi lado malo.

3.1K 205 208
                                    


Zulema había estado dos días negociando con Castillo por su libertad. Estaba a punto de conseguirlo, a punto de salir de ese puto sitio por fin.

La habían sacado de aislamiento después de tenerla atada como un animal.

La mora había conseguido que la llevaran a la sala de negociaciones.

—¿Qué coño quieres?

La voz de Castillo sonaba seria, estaba cansado, agotado, completamente indignado con la situación, pues lo último que quería era negociar con una psicópata como Zulema. El problema es que ya no importaba lo que él quisiera o lo que no. Se estaba quedando sin opciones. Ahora era su reputación la que estaba en juego, además de la vida de aquella pobre chica. Las horas pasaban demasiado rápido y ellos se estaban quedando sin tiempo.

Zulema suspiró.

—Lo primero, agradecerle por avenirse a negociar conmigo. Me parece la decisión más inteligente. Lo segundo, saque a mi gitana de aislamiento. Hizo lo que hizo porque yo la amenacé.

Y en cuestión de segundos, la mora logró lo que se propuso.

—Saray Vargas. Reclusa 02587. Sales de aislamiento —informó la voz de Valbuena.

Saray se levantó de la cama, con una sonrisa pilla, descarada.

—¿Qué tal la pichilla?...

—Bien. Perfecta. Pero mira tú, me están presionando para que te denuncie por lesiones. ¿Qué te parece?

—Pues podrías hacerlo. Y entonces yo tendría que contar en el juicio lo de... lo de... la violación. Y lo investigarán, tendrías que explicarlo... —bufó, intentando transmitirle aquella pereza, aquel "trabajazo" que involucraba aquella amenaza que acababa de hacerle.

Castillo volvió a entrar en la sala de interrogatorios, esta vez con el ceño más fruncido.

—Saray está fuera. Ahora dime dónde está esa chica.

—Ahora es cuando pido cosas para mí. Como por ejemplo, chocolate. Han pasado las Navidades y San Valentín y... nadie me ha traído bombones —se encogió de hombros.

Castillo le hizo un gesto a su inspector "pipiolo" para que fuese a por el chocolate que acababa de pedir Zulema.

—Juega bien tus cartas y no te pases de lista, porque a lo mejor el beneficio que quieres obtener te explota en la cara.

—Usted juegue bien las suyas, que las mías son muy claras.

—Dime.

—Mi libertad a cambio de la niña.

Qué absurdo sonaba aquello, ¿verdad? A ningún juez se le pasaría por la cabeza dejar libre a alguien como Zulema, pero ella sabía que tenía las de ganar, y por eso y solo por eso, terminaría haciéndolo.

No solo logró que sacaran a su gitana de aislamiento, sino que además consiguió una "cita personal" con los padres de Amaia Jiménez.

Ahora, estaba a un soplo de su ansiada libertad.

—Hemos hablado con el juez. En menos de 24 horas, tendrás sobreseídas las penas y el juez de Vigilancia Penitenciaria forzará un tercer grado, así obtendrás tu libertad —anunció Castillo mientras esposaba a Zulema. Se la llevaban de Cruz del Sur, y su deber era llevarles hasta la niña.

—Un hombre sabio —musitó ella.

—Nos va a acompañar un operativo de la Guardia Civil, así que ten mucho cuidadito, porque ellos conocen muy bien el terreno. Ahora cumple tu parte del pacto y llévanos donde está Amaia —la empujó ligeramente, para que avanzara.

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora