1.- Agnus Infernum

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The greatest thing

You'll ever learn
Is just to love
And be loved
In return.



—A miserable musician who plays the sitar.



Basado en el capítulo 4 de la segunda temporada: Un cadáver en el maletero.————————————————————————————————————————————————


Había mucho que aprender, y aunque teníamos mucho tiempo para comprender, la razón jamás estuvo de acuerdo con la sensibilidad.

Era algo complejo de explicar, y es que los sentimientos no son algo accesible para todo el mundo. No todos saben sostenerlos, a la mayoría se le escapan de las manos, terminando estrellados contra el suelo, siendo diminutos cristales.

Ahí estaba ella, en Cruz del Sur otra vez, tras la fuga de Zulema. Y si ya estaba hecha un lío antes de lo de Marruecos, después de aquello era un revoltijo de emociones.

Zulema ya no estaba feliz, ya no estaba radiante. Su plan de fuga se había visto truncado por culpa de Macarena Ferreiro.

Aquello que con tanta ansia había codiciado... eso que tantos quebraderos de cabeza, pesadillas, horas sin dormir, y problemas le había causado... ahora se lo arrebataban de las manos. Ya había tocado la libertad, la había acariciado, se había mecido en ella. Y ahora se la arrancaban. Y de qué forma tan absurda... Si hubiera hecho caso de los avisos de Susan, de ese sexto sentido del que hablaba, y del que ella siempre se había burlado, seguramente no estarían allí, en esa puta mierda de cárcel otra vez.

Susan se había adelantado al comedor, ya tenía su bandeja y desayuno cuando Zulema entró junto a Saray, sentándose en la mesa de enfrente. Desde ahí pudo escuchar toda su conversación.

—¿Qué te pasó anoche? Que te has levantado a las 4-5 la mañana, para mirar debajo la cama...? Te he visto —preguntó Saray.

—Me ha levantado un ruido como de interferencia electrónica. Creo que nos han puesto micros —respondió Zulema.

—¿Quién?

Zulema suspiró.

—Castillo... Karim... yo qué coño sé. Me estoy volviendo loca —le dio un mordisco a la manzana, quejumbrosa, y la volvió a dejar sobre la mesa, con la marca de sus dientes y una mancha de sangre ahora impresa.

Saray contempló el fruto con sorpresa y un deje de aversión.

—¡Joder, Zulema, qué puto asco! —murmuró Saray apartando la mirada, le había revuelto el estómago—. Tienes los dientes hechos mierda, nena —señaló la manzana mordida.

—Los dientes no, las encías —aclaró—. Y los brazos —se remangó—. Sandoval dice que es psicosomático.

—Vale, vale... —respondió Saray, con desagrado, apartando la mirada. Fue entonces cuando carraspeó, al ver a Macarena con Rizos en la fila de las bandejas. En ese instante no solo sintió celos por esas dos, sino porque se acordó de Zulema hablando con Maca el día anterior, frente al saco de boxeo—. ¿Y ayer qué hacías hablando con Macarena en el gimnasio?

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora