16.- La velocidad del dolor.

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❝ Ojalá pudiera dormir... Pero no puedo acostarme sobre mi espalda porque hay un cuchillo que todos los días me hace recordar que te conozco... 



La tensión se respiraba en el ambiente, y es que, era tan sumamente cierto eso de que aquel lugar no era Cruz del Sur... Era más que obvio, ¿verdad?

Susan no logró pegar ojo en toda la noche, pues no podía dejar de darle vueltas al asunto de Ferreiro. ¿Por qué habrían intentado matarla? Y lo más importante: ¿cómo había logrado salir con vida?

Casi como si la mora pudiera escuchar sus pensamientos, chistó desde la litera bajo Susan.

—Chst. Eh. Morena... ¿No puedes dormir? —susurró.

Susan no respondió, continuó con el semblante serio, el ceño fruncido y la mirada aguzada, concentrada.

Zulema se levantó de un salto de su cama, asomándose a la de la contraria, con los labios curvados en un gesto infantil.

—¿Qué pasa? —le preguntó—. ¿En qué piensas?

—¿Cómo se salvó? —inquirió directamente, girándose hacia ella, mirándola a los ojos.

Zulema soltó un suspiro, negando con la cabeza. Pero la entendía demasiado bien, comprendía cómo podía sentirse porque eran más parecidas de lo que creían.

—¿Puedo? —preguntó señalando hacia la cama para subir junto a ella.

Susan se apartó, dejándole sitio.

La mora subió las escaleras de la litera, tumbándose junto a ella, de lado, mirándola de frente.

—¿Qué es lo que tanto te interesa de ella? —preguntó aguzando la mirada, incomprensiva.

—Quiero saber cómo cojones se salvó. He visto a esas mujeres, a las chinas... Si su propósito era acabar con su vida, lo habrían conseguido, así que supongo que alguien se lo ha impedido. ¿Quién?

Zulema se quedó en silencio mirándola fijamente, alternando la mirada entre su ojo izquierdo y el derecho. Sabía que no podía confesarle que había sido ella la principal y única responsable de que Macarena siguiera viva. En coma, pero viva. Eso complicaría demasiado la situación, ella entendía sus pensamientos, sus acciones, pero explicárselo a otra persona... eso ya era otra cosa. Por no decir lo extraño que sonaba eso de rescatar a la persona que casi termina con tu vida en 4 ocasiones en menos de 2 años...

—¿Tú sabes algo, Zulema? —preguntó, pareciendo inocente, cuando lo que en realidad le estaba preguntando era; "¿has tenido tú algo que ver en todo esto?..."

—Yo sé muchas cosas —afirmó, asintiendo, curvando hacia abajo los labios—. Sé que la rubia se lo tenía merecido, sé que en este puto sitio tienes que andarte con ojo, y sé que serías capaz de poner tu vida en peligro por vengarte de una zorra. Y yo no voy a permitirlo.

—¿Qué es lo que no vas a permitir? ¿Que arriesgue mi vida, o que me vengue de esa zorra?

—Llevas meses sin verme, creíste que estaba muerta... Estoy metida en tu cama, susurrando a escasos centímetros de tus labios, ¿crees que es el mejor momento para iniciar una discusión?

¿Significaba eso que quería besarla?

No... Lo único que deseaba Zulema era distraerla, callarle la boca, y si tenía que hacerlo con un beso lo haría, aunque aquello fuera en lo último que estuviera pensando.

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora