"La voy... a destruir.
Y tú...
tú vas a ayudarme a hacerlo..."
El corazón de la morena latía con fuerza. La impotencia se adueñó de ella y su mente comenzó a maquinar, a imaginar una situación que aún no había sucedido. Bien sabía ella lo que podía conducir el rencor, lo que les pasaba a las personas heridas, a las cuales les habían hecho muchísimo daño. Ella era una de ellas, de hecho. Estaba ahí precisamente por haber matado a su prometido y a su amante, entendía bien cómo funcionaba la sed de venganza, así que sabía a ciencia cierta que Sandoval hablaba completamente en serio, que muy a su pesar, la compensación iba a ser costosa. No valía cualquier cosa, un simple ataque, una humillación, ni siquiera una tortura. Zulema había matado a su mujer y eso es lo único que a él le importaba, iba a ir a por todas y con todas como bien había dicho: a destruirla.
Lo peor no fue eso, sino que ella tuviera que tenderle su ayuda. Y es que, si hay algo peor que no poder hacer nada por evitar que dañen a la persona que amas, es ser tú la culpable de ese daño.
—Carlos... —quiso intervenir ella, pero él le impidió continuar, llevándose un dedo a los labios, demandando silencio—. Por favor, no le hagas daño... Haré lo que me pidas, yo puedo ayudarte, pero por favor, no le hagas daño
—¿Crees que se puede negociar algo así? —soltó una risa irónica—. ¡Mató a mi mujer! —gritó, marcándosele las venas en la frente, los tendones en el cuello—. ¿¡Qué es lo que no entiendes!?
Susan cerró los ojos, apartando durante unos segundos la mirada, incómoda.
—L-l-lo sé, l-lo entiendo. Pero si lo haces, si la hieres, no la dañarás a ella, sino a mí.
Aquello sólo hizo que empeorar la situación, aumentar su rencor hacia la mora. Bien sabía él que el castigo físico con ella no serviría de nada. No, a ella sólo podía hacérsele daño de una forma, y él ya tenía muy claro cuál. Tras mantenerse callado unos segundos, barajando las posibilidades que tenía, decidió hablar.
—Creí entender que teníamos aplacado el tema de Zulema... —susurró con la voz ronca, negando—. Pero ya veo que no, que hay cosas que son... inevitables —musitó apretando los dientes—. Pero no soy idiota, sé perfectamente que no puedo obligarte a olvidar, ni a querer.
Mentiría si os dijera que en aquel momento la chica no estuvo a punto de soltar un suspiro tranquilizador porque al fin él parecía comprenderlo. Porque por fin entendía que aquello que le pedía era un imposible.
Sin embargo, las cosas no eran tan sencillas como se esperaba.
—Si no puedes dejar de amarla, harás que ella lo haga por ti. No vas... a tener ningún romance con Zulema, Fernández. No vas... a vivir una vida con ella. Porque no va a haber... historia de amor.
Ya no había un: Susan, Susana, o un mi cielo, como él solía decir, ya no había complicidad, ahora solo había jerarquía.
—Vas a convencer a Zulema de que toda vuestra estupidita historia de amor fue una farsa —el rostro de Sandoval se desencajaba por momentos. Era tal el desprecio y la rabia que sentía, que sus facciones se torcieron—. Su historia se acaba acá y ahora.
Susan tuvo que hacer un gran esfuerzo por no romperse en aquel momento. Sus labios se sacudieron durante un segundo en el que el llanto, quiso interrumpir, anidándose en su rostro. Tuvo que apartar la mirada mientras aquel gesto aparecía, pero no la rescató de ser vista. Sus ojos se nublaron de lágrimas.
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Platónico lo llaman.
FanfictionUna presa trasladada de una cárcel fuera de España llega a Cruz del Sur. Tras un año comienza a sentirse extrañamente atraída por la reclusa más peligrosa de todas; Zulema Zahir. Es entonces cuando todo se rompe, todo se derrumba, y las cosas empiez...