15.- Cruz del Norte.

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—Bienvenidas a Cruz del Norte. Yo soy Altagracia. No soy su amiga. No soy su confesora. No soy su mamá. Están aquí para cumplir condena y reinsertarse. Ese es mi objetivo. Y si me ayudan, no las voy a joder —la mujer las miraba fijamente, caminando de un lado a otro frente a ellas, para dirigirse a todas—. Van a tener la oportunidad de cachearse. ¿Por qué? Pues porque ustedes son las principales interesadas en que no entren pinchos, ni drogas, ni mierditas de contrabando. Eso sí, la que haga la vista gorda va a desear acabar en aislamiento. La fila de delante, gírese y mire a sus compañeras —cruzó las manos tras su espalda—. Cuando quieran...

Nunca era agradable meterle los dedos a una de tus compañeras. Pero aún era menos agradable metérselo a una desconocida...

—Muy bien... Por lo que veo son todas presas ejemplares... —Altagracia las miró a todas con un rostro severo—. Retírense los guantes y acompáñenme.

Galería inferior.

(minutos más tarde)

—Abre celdas, traigo a las nuevas... —ordenó Altagracia a través del walkie.

La puerta de los módulos comenzaron a abrirse, con una hilera de presas detrás de la guardia. Se giró hacia ellas y les hizo un gesto con la cabeza para que la siguieran—. Vamos...

El resto de reclusas que ya formaban parte de Cruz del Norte salieron a contemplar la escena, queriendo saber con quién tendrían que compartir módulo para el resto de los días que les quedaban allí.

Soledad y Tere estaban a las puertas de su celda, muy atentas, pues la mayor no perdía la esperanza de que en alguno de aquellos traslados viniera ella: su niña.

Sus dedos, sus manos estaban ahora entrelazados, temblando por los nervios. Sus ojos no dejaron de moverse de forma frenética sobre la fila de mujeres que sostenían sus pertenencias en una bandeja de plástico. El número de reclusas iba descendiendo según Altagracia las iba redirigiendo a sus celdas, ya solo quedaban 6 mujeres.

—¡Mira, mira! ¡Veo una cabellera morena! —zarandeó Sole a Tere.

Ésta se fijó, aguzando la mirada, poniéndose incluso de puntillas.

—Tiene el pelo corto.

—No... —murmuró, perdiendo la esperanza.

—Sí... —Tere chasqueó la lengua, sujetando a Sole por el brazo para reconducirla al interior de la celda—. Nada, mami... Vamos...

Soledad, como un alma en pena se dejó llevar por Tere hasta el interior de la celda.

—¿Y si le pasó algo? —preguntó—. Nos trasladaron a todas menos a ella...

Tere la contempló con cariño, con ternura. Pero ella no podía desmentirle nada.

—Sé lo mismo que tú... Pero conociéndola... —sonrió—, conociéndola ¿crees que se habrá dejado pisotear por alguien?

Los ojos de Sole brillaron comenzando a inundarse en lágrimas.

De fondo se escuchaba a Altagracia asignando a cada presa en su celda.

—No —respondió Sole.

—No —afirmó Tere—. Además, tú rezas cada noche para que venga, ¿no?

Sole asintió.

—Pues entonces estará dejándose las garras para salir de allí, y dentro de nada la tendremos aquí...

—Presa 969, celda número 307.

Desde la celda en la que se encontraban Sole y Tere pudieron escuchar un murmuro, y la consecuente respuesta de Altagracia:

Platónico lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora