CAPÍTULO 23

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CAPÍTULO 23: 3... 2... 1... ¡Acción!



Dos pares de manos se deslizaron por su cuerpo, buscando en él algo que le permita hacer una fiesta en el interior. Palmeó sus brazos y torso mientras el otro sujeto las chocaba por las piernas y caderas. Un deslizamiento y su móvil le fue retirado del interior de su chaqueta seguido de un arma de fuego. A un lado de ellos había una pequeña mesa cuadrada -cuyo metal ya estaba oxidado y la pintura apenas era un recuerdo-, ubicada a un lado de la puerta del almacén. Sobre ella depositaron ambos elementos.

En ningún momento ninguno de los dos hombres le dirigió la palabra, ni siquiera se molestaron en burlarse de él por asistir tan tranquilo a su muerte.

No es el Mao Tse Tung que conozco, pensó. Miró de reojo su medio de comunicación y su única arma tan alejadas de su propiedad. Son precavidos, aunque esto puede ser por el morbo de LuHan, el placer de ver a alguien débil arrodillado a sus pies.

Uno de los dos hombres se comunicó a su lado por radio antes de agarrarlo del brazo y enfocarlo contra la puerta.

Los almacenes de Yin fueron usados especialmente para el transporte de motos o sus repuestos, de esta forma todo se empaqueta en camiones y sus cargas son llevadas al puerto. Al ser un lugar privado se buscó poder hacer lo mismo con las drogas o el tráfico de personas. Ahora este almacén que comúnmente visitaba de día le era extraño bajo la luz de la luna, como si sufriera una enajenación. 

La puerta se abrió desde dentro mientras su cuerpo permanecía quieto en su lugar. Uno de sus brazos estaba sujetado por una mano enguantada, aunque no necesitaba girarse para saber que al mismo tiempo el encapuchado seguía armado. A un costado el hombre número dos sostenía un arma larga con dos manos, mirándolo atentamente en silencio, usando su cuerpo para ocultar la pequeña mesa de metal.

La luz del interior llegó de un blanco cegador bajo la oscuridad de la noche. Afuera del lugar la puerta contaba con un inofensivo foco, cumpliendo su trabajo casi a medias. Logrando iluminar pobremente a las tres personas que esperan afuera.

Yibo fue empujado al interior por el hombre uno, hasta que ya no sintió el agarre sino la punta del arma clavada en su espalda, lo que tomó como señal para seguir avanzando solo. No fue hasta que dos armas lo apuntaron a ambos lados que el encapuchado se apartó y cerró la puerta del almacén.

Más allá de cajas y máquinas no había nada diferente en el interior del almacén. Seguía siendo el mismo lugar que conocía solo que sin el movimiento y ruido constante.

La luz del día no se asomaba por las ventanas superiores, dejando que la iluminación artificial realice su trabajo.

Mirando hacia el techo Yibo notó que todos los tubos de leds habían sido encendidos, logrando iluminar la habitación en su totalidad sin dar pie a sombras traicioneras.

Todo aquel que busque entrar no encontrará ningún lugar para ocultarse.

El ambiente a su alrededor le resultaba frío y se cuela por debajo de su ropa haciéndole cosquillas. No podía explicar las sensaciones que se engloban en su interior y suben hasta atorarse en su garganta. La ansiedad trepa por su espalda y se aferra a su cuerpo sin intención de dejarlo ir.

En su cabeza había estructurado miles de finales donde todos programaban una muerte asegurada. Al igual que los hombres que lo acorralan sabía que su vida no estaba asegurada, ya no había forma de volver atrás y salvarse. Si se negaba a hacer el sacrificio alguien más saldría herido. Xiao Zhan es un agente del gobierno, la única razón por la que sigue atado a él es para concluir el caso de Yin, pero si Yibo muere no tendrá porqué estar detenido y así podrá ser libre. Después de eso el caso de Mao Tse Tung será designado a alguien más y Xiao Zhan estará a salvo.

¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora