CAPÍTULO 20

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CAPÍTULO 20: El inicio del fin



Solo dos días bastaron para que el castillo tan firmemente construido comenzará a desmoronarse. Los muros tiemblan y las máscaras caen, las verdades salen a la luz y los deseos se muestran egoístas.

No era un secreto para HaiKuan que la situación dentro de Yin se había vuelto muy tensa, con todos murmurando detrás de sus espaldas confiando que sus actitudes pasaban desapercibidas ante los altos cargos. Pero lo cierto es que cada vez notaba más el aislamiento, la desconfianza y la desobediencia. Aún así ninguna de sus actitudes apuntaban directamente a un acto de deslealtad o que optarán por dejar Yin tras una filtración de información, sino que podría titularse como el atisbo de una tormenta donde las nubes se ven lejanas pero siguen estando presentes, siendo impulsadas cada vez más cerca por la fuerza del viento.

Al igual que en toda otra mafia, el juramento de lealtad tiene el mismo peso que la sinceridad en un juicio. La diferencia entre una situación y la otra es que una multa económica no será específicamente el castigo.

No podría considerarse un trato injusto, nadie que vaya a ofrecer su fuerza de trabajo a una mafia puede actuar como un perro ofendido si es asesinado sin miramientos. A fin de cuentas no es como si Yin traficara con bastones de dulce y en sus tiempos libres vaya regalando gatitos por la calle. Muchos minimizan a las mafias, bajando de rango una palabra que implica muchas cosas y quitando importancia a una organización que solo indicaba un camino: acciones ilegales. Manchando sus manos de sangre en más de una ocasión, haciendo ojos ciegos a la empatía y simplemente trabajando por dinero.

Sería muy estupido querer dejar su posición en una agrupación ilegal conociendo cuál podría ser su final, pero Liu HaiKuan no era ciego y podía ver como el escenario ante sus ojos se desdibuja lentamente, como su entorno sufre una metamorfosis hasta convertirse en algo totalmente opuesto a lo que fue.

HaiKuan se cuestionó si este escenario ya estaba destinado a presentarse, si tal vez Yin siempre estuvo condenado a su caída, a su deceso, a su destrucción. Se debatió si todo lo ocurrido podría haberse evitado, o solo debían esperar a que la tormenta terminara de arrasar con los escasos escombros que lograron permanecer firmes.

Yin contaba con una sede: un almacén cerca de la costa. Lo suficientemente amplio para que sus hombres puedan deslizarse sin problemas, pero justamente equipado para que tengan la posibilidad de ocultarse y defenderse en caso de ser asaltados por la policía -u otra organización enemiga-. Contaba con múltiples salidas que le permitirían huir si se encontraban ante una situación de peligro: aire, tierra y mar eran las tres vías de escape que permite el almacén. A pesar de ser un área muy expuesta habían aprendido que identificar cualquiera de sus defectos, y lograr tomarlos por sorpresa es casi imposible.

Que usaran el almacén como sede de reuniones no significaba que estuvieran sometidos solo a esa zona. En los últimos meses se habían dispersado por el país, teniendo locales de reserva que usaban para la carga de mercancía, buscando siempre mantener la sede limpia de asuntos ilegales. Solo aquellos de altos cargos tenían permitido acudir al hogar del líder para hablar de asuntos sensibles, o la otra posibilidad es haber sido invitado directamente a asistir.

Yin mantuvo siempre su camino limpio, evitando dejar huellas de barro detrás de cada paso, una de las razones principales por la que nunca pudieron mostrar pruebas sólidas en su contra. Wang Yibo se encargó personalmente de evitar sospechas directas hacia él, mostrándose ante los demás con una actitud desinteresada, logrando ser tachado como un adolecente al que no tenían porqué mirar más de una vez. Y logrando pasar desapercibido ante los demás pudo formar un imperio sin piedras en su camino.

¿Qué es lo bueno y qué es lo malo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora