El clima de San Diego siempre es mi favorito, sentir el viento contra mi cara cada vez que manejaba mi skate era algo que me gustaba hacer y más si las calles estaban vacías, me impulso con mi pie derecho para seguir agarrando velocidad. Volteo a la derecha para entrar al hospital.
—¡Disculpe! —esquivo algunas personas— Si perdón ando pasando.
Sonrió al ver como un niño se me queda viendo, le hago una seña con mi mano como despedida, me lo quedo viendo un rato, se ve demasiado tierno. Para cuando vuelvo a prestar atención en donde miro, paro en seco haciendo que caiga de trasero contra el piso.
Aterrizaje forzoso.
Me levanto al instante, una enfermera pasa al lado mío y le sonrió inocente, me paro cogiendo mi skate y avanzo hacia donde se encuentra mi mamá, por suerte esta de espaldas y no vio mi caída.
—¿Cuándo dejaras de venir con tu patineta Alex? —cierro los ojos un segundo al saber que me descubrió.
—Lo siento, sabes que no puedo dejarla.
Se voltea con expedientes en mano, lo deja sobre la tarima. Mi madre, Sophie es enfermera, me agradaba su trabajo y más si podía venir aquí.
Rueda los ojos, sabe que no dejare nunca mi método de transporte, ella engrampa algunas hojas y luego veo como las guarda en una carpeta.
—¿Me harías un favor?
Me gustaban los favores, eso significada ver a un paciente o llevarle algún archivo a otro piso, lo que conlleva ¡a ver pacientes!
—Usted diga jefa —bromeo.
Me extiende una bolsa de galletas, lo recibo confundida, miro las galletas y luego a ella.
—El paciente de la habitación 110 me las pidió, llévasela cariño —ordena lo que queda de papeles— yo iré por mis cosas.
Asiento.
Cargo mi patineta en una mano y en la otra las galletas, busco la habitación, 108...109... !la 110!
Que me presentaras hoy día señor de la medicina.
Toco la puerta dos veces, escucho un "adelante", abro con cuidado la puerta asomando mi cabeza, entro por completo cuando él me ve con una sonrisa confundido.
—La enfermera Sophie me mando a traerte esto —le enseño las galletas.
Es raro, él parece tener la misma edad que yo, su cabeza está cubierto por un gorro de lana, observo curiosa las maquinas en donde está conectado. Tiene una intravenosa en su brazo derecho, su mirada me repasa un segundo hasta que cae en mi skate.
—¿Te gusta? —pregunto, mientras dejo el envoltorio de golosinas encima de la mesa.
Su vista se levanta conectando con la mía, sus ojos tienen un color peculiar, como un azul zafiro, su piel pálida me hace pensar que ya lleva un buen tiempo aquí, pero ¿Cómo nunca lo vi antes?
—Siempre me gusto tener una —su voz sonó un poco ronca, pero logre percibir la emoción en ella.
—Te puedo enseñar a manejar —suelto sin previo aviso.
Oh maldita amabilidad, a veces me juegas en contra.
—Me gustaría —duda un segundo, su vista baja a la cama— pero, soy paralitico.
Retrocedí un paso, desconcertada, a veces mi manera de joderlo todo podía llegar a niveles muy altos, mire al suelo y note como mis mejillas se sonrojaban de la vergüenza, como debía de disculparme. Ay mi torpeza, mamá tiene razón, no debería de involucrarme con los pacientes, ¿por qué nunca le hago caso?
—¡Lo siento mucho! No-no era mi intención solo... que bueno... perdón —juego con la orilla de mi camiseta.
Una sonora carcajada sale de su garganta, vuelvo a mirarlo, pensé otra cualquier cosa, pero no que se estuviera burlando de mí, frunzo el ceño hacia él, pero este cambia cuando noto lo que sucede.
Era una jodida broma.
Bajo mi skate, y me cruzo de brazos, pongo el peso de mi cuerpo en un solo pie, ¡no era posible! Que tan cruel era este chico con bromear así.
—¿Sabes? Realmente me sentí mal —lo acusé.
Él para de reír, se acomoda en la cama para sentarse mejor, me da una mirada divertida, yo solo ruedo los ojos.
—Lo siento, suelo hacer eso cuando vienen personas nuevas —musitó, ladea la cabeza y me dedica una media sonrisa— comencemos de nuevo.
Carraspea y extiende su mano hacia mí.
—Mi nombre es Neisan, mucho gusto.
Avanzo unos pasos hacia él, miro su mano como tambien sus ojos, un sentimiento de duda cruzo por mi cabeza, sin embargo, mi amabilidad es más grande.
—Soy Alex —correspondo el saludo formal.
Nos quedamos viendo más tiempo de lo debido, pero luego el recuerdo de que mi madre me está esperando para irnos a casa hace que me aleje. Una pequeña confusión apareció en su rostro.
—Lo siento, me tengo que ir, mi mamá me está esperando —señalo la puerta.
—Está bien —en su rostro no hay otra expresión que no sea neutra, como si se esperaba que esto pasara.
Lo miro apenada, realmente no me quiero ir, le doy la espalda, abro la puerta, pero antes de cerrarla regreso a mirarlo.
—Mañana volveré —comento— ¿crees que pueda darte una visita? —pregunto con duda.
Juro que nunca había visto una sonrisa tan hermosa como la que puso él al escuchar eso, sus labios rosados junto a sus blancos dientes hacían una combinación linda.
—Te estaré esperando —lo interprete como un sí.
Le di una última mirada antes de cerrar la puerta, suelto un suspiro. Me alejo de ahí, camino hasta la puerta trasera, mi madre me espera con su cartera y una sonrisa cálida.
—¿Por qué la demora? —pregunta.
—Me distraje con algo —respondo.
Deja el tema, tomamos un taxi y nos subimos para ir rumbo a casa.
En todo el camino lo único que se mantuvo en mi mente fueron ese azul zafiro, por alguna razón no me arrepentí de a ver entrado a esa habitación, en conocerlo a él, no sabia lo que me traería después, pero en lo único que pensaba era: que pasara mañana. Mi entusiasmo ya era grande, nunca había deseado que pasara las horas tan rápido como hoy. Una risa se me escapa al recordar la broma que me hizo, pero tambien una cara de vergüenza cuando le propuse enseñarle a manejar patineta. Debía controlar mi amabilidad.
Porque quizá ese fue mi error, ser tan buena con él.
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Hasta el último deseo © [✔️]
Romance"Porque hasta tu último deseo puede doler tanto como el primero." *** Alex es una chica despistada, torpe y amable. Lo que más le gusta hacer es andar en patineta, deja que el viento juegue con su cabello, pero siempre suele tener sus aterrizajes fo...