CAPÍTULO 29

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Llevaba ya dos horas despierta, simplemente estaba echada en mi cama, mirando hacia un punto indiferente. No tenía la noción del tiempo, solo sabía que faltaba poco para que amaneciera. No me sentía mal, pero mi cuerpo no quiere salir de aquí. Tenia miedo de ir al hospital y que otra vez no me dejen ver a Neisan.

Lo extrañaba. Lo extrañaba mucho, solo quería tenerlo aquí, en donde me diga lo lenta que soy para algunas cosas y yo le reproche lo novato que es para el skate. ¿Qué tan difícil es pedir eso? No es fácil, nunca me ha parecido así, ir a verlo y pensar que todo esta bien. Porque nada lo está. Y se muy bien que él lo sabe tanto como yo.

Cierro los ojos suspirando, me levanto lentamente tomando mi celular, sonrío de medio lado al ver de fondo de pantalla una foto mía con Neisan. Ese día fue cuando hicimos el intento de un pastel, claramente se ve que mi rostro esta con harina y él no. Descubrí que a Neisan le gustaba tener varias fotos de nosotros, sin embargo, está fue mi favorita, yo sacando la lengua y él haciendo una mueca rara.

Sip, éramos muy raros.

Dejo caer el teléfono por algún lado de la cama. No será mala idea ir a las rampas antes del instituto ¿verdad?

No. Ya que, iré a las rampas.

Realmente hice de todo mi intento para escabullirme fuera de la casa, mamá se levantaría en un rato e iría al hospital, y supone que yo iría al instituto en una hora. De igual manera, no hago nada malo, solo intento despejarme. Llevaba un abrigo y en los bolsillos tenía metidas mis manos, realmente el viento estaba muy frio, por lo que no quiero imaginar como estará mi nariz, a veces suele ponerse roja por la temperatura.

Al llegar, en una esquina dejo mi mochila, tengo suerte que, a esta hora, si que no hay nadie. Comienzo a patinar y dejo que, por un momento, mi mente olvide todo. En donde estoy, que esta pasando, porque siento esto. Solo seré yo. Sin embargo, el destino era un asco.

No otra vez —gruño, apoyando mis manos al suelo y cubriendo mi caída.

Respiro hondo y volteo dejándome en el suelo, escucho las ruedas de mi skate ir por otro lado, cierro los ojos y suelto una maldición. Solo pedía un momento de paz, pero mis aterrizajes forzosos no me dejan.

No sería Alex, si no tuviera aterrizajes forzosos.

Diez minutos después —de mi fracaso total—. Fui al instituto, era algo temprano, pero no me importaba. Lo bueno, es que los pasillos ya no estaban llenos de estudiantes medios dormidos.

Me declaro la estudiante con menos descanso aquí.

Iba caminando por ahí, hasta que en un salón encontré a Daniel, retrocedí dos pasos y sonreí.

—¡Daniel!

El castaño da un respingo en su asiento y voltea a mirarme, alza su mano moviéndola en forma de saludo.

—Hola Alex... eh... ¿Qué haces aquí? Je, je.

Ladeo la cabeza confundía, y miro nuestro panorama. La verdad no debería preguntar eso, no hay nadie aquí y el pobre está solito. Sin embargo, a él no parece importarle y solo mira por encima de mí.

—Caminaba como una vagabunda hasta que te encontré —me acerco y tomo asiento delante de él.

—¿Vagabun...? Ah, y-yo solo miraba el salón, por cierto.

Intenta levantarse, pero agarro su hombro y lo vuelvo a sentar. Debe dejar de ser tan tímido.

—Oye no te vayas, los próximos cinco minutos estaré solita, hasta mi primera clase.

Hasta el último deseo © [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora