- 2 -

86 11 0
                                    


Con frustración, froto mis manos una y otra vez, desde las palmas hasta la parte frontal como si quisiera deshacerme de algún germen.

¿P o r q u é? –sacudo mi cabeza, contrariada–. ¿P o r q u é? –me pregunto una vez más–. ¿Por qué tenía que tocarme? ¿No podía simplemente esperar a que le respondiera y ya? –hago suficiente espuma con el jabón.

– ¡Rayos! –espeto abrumada.

Luego de unos minutos de estancia en el baño, voy al auto de mis padres, el cual para mi mala suerte yace cerrado.

– ¡Idiota, idiota, soy una completa idiota! –repito al tiempo que cubro mis ojos.

Las lágrimas contenidas salen despedidas mientras un sinfín de pensamientos me invaden.

Al poco tiempo, mis padres hacen acto de presencia, papá trae consigo mi morral. Ninguno dice nada, solo se limitan a guardar silencio, abrir el auto e iniciar el recorrido de vuelta a casa.

A mitad del camino, enjugo mis lágrimas y me incorporo para hacerles frente:

– Lo siento –digo en voz baja.

– Tranquila, princesa –añade mamá al poco tiempo, volviéndose hacia mí–. ¿Eso fue lo que paso realmente? Me refiero a lo que contaron los profesores –pregunta y asiento débilmente.

Ellos guardan silencio e intercambian miradas. «Lo siento de verdad –pienso mientras cierro mis ojos con fuerza.

– ¿Están enojados? –pregunto débilmente, segundos después.

– No, pero cariño, debes pensar antes de actuar –añade mamá y yo asiento mínimamente.

A través del retrovisor papá me mira reiteradamente sin despegar por completo la mirada de la carretera:

– ¿Tu si te enojaste? –le pregunto y él tensa su mandíbula haciendo ver que sí.

– ¡No! –exclama segundos después, mirándome por el retrovisor asintiendo en un intento de confundirme. Mis cejas se unen al tiempo que ladeo mi cabeza–. Dime, amor ¿Qué se sintió? –inquiere interesado–. Ya sabes, la adrenalina y todo eso –sonríe ampliamente al tiempo que gesticula–. ¿Ejerciste mucha fuerza?.

– ¡Amor! –mamá lo sermonea y finalmente comprendo que a papá le emocionó lo sucedido.

– ¿Qué? –alza sus hombros–, solo estoy preguntándole, es su primera vez actuando de verdad –vuelve a mirarme a través del retrovisor–. ¿Se sintió real? ¿El entrenamiento ha dado sus frutos como se debe?

«Papá, fue real, muy real. Tan lastimosamente, real» – Fue algo.... –pienso en la palabra adecuada–, extraordinario –consigo decir–. No sé de donde saque tantas fuerzas como para apartarle con solo un movimiento –confieso–, además, fui muy rápida.

Ellos intercambian miradas y luego carcajean, mientras esperamos que el semáforo indique que podemos avanzar.

– ¿De qué se ríen? –inquiero avergonzada.

– Te brillaron los ojitos cuando hablaste –añade mamá sonriente–. Pero de verdad, cariño –se torna seria nuevamente–, piensa antes de actuar porque las acciones generan consecuencias y ahora tú y él... –la interrumpo.

– Sí, lo sé –respondo cabizbaja. «Ahora él y yo tenemos que hacer todo juntos.

– Considero que no debiste accionar de esa manera por un toque de hombros ¿Qué habría sucedido si te choca en el pasillo? –cuestiona haciéndome sentir mal–. Es para que reflexiones, princesa –justifica.

En Saturno también se Aprecia el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora