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– ¿Qué hiciste el viernes finalmente? –inquiere Amelia.

Me dispongo a responderle pero diviso a Marcus entrando al aula, parece molesto, decepcionado e incluso resentido «Imaginé verle sonriente por la victoria del viernes, pero no, no es así.

– Nos hiciste mucha falta –añade Corina.

– Pasó la tarde y la noche con Marlon –habla Marcus con desdén.

– Buenos días –dice Eva sonriente y le toca los hombros.

– Me extrañó el no verte ese día –Adam se vuelve hacia mí.

– ¿Es cierto? –me preguntan Amelia, Corina y Chester ligeramente sorprendidos.

– Si –asiento–, así es. Yo realmente quería ir –bajo mi voz porque siento la mirada de Marcus y para cuando la encuentro él entorna sus ojos–, incluso me vestí, pero... –lo miro y él desvía su mirada–, vi algo que me desanimó –me encojo de hombros–, y cambie de opinión.

– Entiendo –Amelia toma mi mano.

– Se lo que viste –añade Corina–, lo supuse. Tranquila, amiga –sonríe sin despegar los labios–. Vendrán más juegos y más salidas.

– ¿Qué tal Marlon? –pregunta Chester interesado–, si es tu amigo supongo que no es aterrador.

– No lo es, para nada –sonrío y miro hacia su asiento. «Él no ha llegado aún.

Nuevamente, me encuentro con la mirada de Marcus quien platica con Eva pero parece no prestarle atención. «Siento la tensión entre nosotros, ¿Está molesto porque no fui al juego cuando ni siquiera me invitó o le molestó que compartiera con Marlon? –me pregunto frunciendo ligeramente el ceño–. Aunque, en realidad, desde que recibí el dibujo, él se ha distanciado.

Las amistades se mantienen mediante la comunicación así que yo debo platicar con él, o al menos intentarlo. A veces nos reservamos cosas para nosotros solos y llegamos a sentirnos ahogados. Yo le dije que podíamos tener otros amigos, sin embargo, no pensé que me apartaría.

Marlon llega con prisa pues ha llegado justo a tiempo y después de él entra el profesor. Él, me mira y mueve su mano en forma de saludo, yo copio su acción.

Luego de clases, el profesor nos informa que podemos salir al receso.

– ¡Diane! –exclama Clarissa sonriente

– Clarissa –la miro de reojo–, ¿Dime? –inquiero.

– Mira –me muestra sonriente la foto de Gogo, su perrita.

– ¡Que linda! –sonrío al ver la foto.

– Ha crecido un poco, es muy muy traviesa –sonríe tiernamente–. ¿Tú tienes mascota? –inquiere.

– No –frunzo los labios–. Vivo en un apartamento –me encojo de hombros.

Juntas, salimos al receso y compartimos el recorrido hasta el cafetín. Ella, es muy amigable, no había tenido la oportunidad de platicar con ella durante más de cinco minutos, pero ella habla mucho, no en el sentido molesto, al contrario, es agradable y platica de cosas interesantes.

– Oh, Marlon –ella le sonríe al verlo.

– Clarissa –pronuncia y se vuelve hacia mí mostrándome su sonrisa ladina.

– Los dejo –se avergüenza–. Nos vemos en clases –se aparta.

– Hoy llegaste tarde –hablo cuando Clarissa se aleja.

– Si –se rasca la nuca–, creo que... –dice en voz baja y mira detrás de mí.

Me vuelvo para ver que ha robado su atención y me encuentro con Marcus quien nos mira de manera despectiva a poco menos de seis metros.

En Saturno también se Aprecia el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora