¿Cómo era Marcus en las primeras semanas? –me pregunto–. Bueno, él parecía feliz. Aunque, los primeros días parecía que no lo era –mis cejas se unen.Él no hablaba de nadie desde aquella chica, y ni con ella lo hizo así como contigo. Podría decir que eres la razón por la que sus ojos irradian –la imagen de Marilyn regresa a mí una vez más.
– En resumen –culmina Melina.
– ¡¿Qué?! –golpeo el saco.
– Si –asiente ruborizada.
– Tú y Adonis tienen un relación –golpeo de nuevo el saco.
– Algo así –añade avergonzada.
– O es si o es no.
– Bueno, bueno –suelta el saco y yo me quito los guantes–, es complicado –rasca su ceja–. Oye gracias por decirle a tu amiga Clarissa –cambia de tema–. Fue muy linda –sonríe–, ella adopto a Susy, ¿Sabes que nombre le coloco? –inquiere.
– ¡No cambies de tema! –tomo de mi bebida–, creo que ahora se llama Gogo.
– Ya Adonis se ha llevado a Suco –se entristece
– Tú y tus nombres derivados de Susu –carcajeo.
– Si –se ríe también–. Me dijo que su hermana lo adoptaría, así que ya no hay bebes para cuidar –aparta la mirada.
– Oh, vamos –toco su vientre–. ¿Cuándo planean procrear?
– ¡Aléjate! –se aparta–. No menciones eso de nuevo
– ¿Asustada? –entorno los ojos y ella cubre su rostro con vergüenza.
– Meli, Diane –dice mamá llamando nuestra atención–, Darwin y yo iremos al supermercado –nos informa.
– Está bien –respondo.
– No se preocupe, ya el entrenamiento está terminado –añade Melina y me vuelvo hacia ella–. Bajo con usted.
– ¿Puedes quedarte sola en casa? –me pregunta.
– Si –respondo y mamá se aleja–. ¿Tan pronto? –le pregunto a Melina.
– Si –se ruboriza–, quede con Adonis para una cena y debo arreglar unas cosas en casa.
– Entiendo. Recuerda lo que platicamos –le doy un suave codazo.
– Chao, Diane –rueda los ojos mientras toma sus cosas.
Me acerco a la puerta y les observo esperar el ascensor. La puerta de los vecinos Castelli se abre, dejándome distinguir a Adriano.
– Diane –sonríe
– ¡Hola! –le saludo.
Él es un chico de cabello castaño, sus ojos son verdes y tiene perforaciones en ambas orejas de las cuales cuelgan pendientes de plata.
– ¿Saldrás? –pregunta mientras sale completamente al pasillo.
– No, no, debo hacer unas cosas acá en casa –respondo con precipitación.
– Olvidas esto –añade Adriana alcanzándole–. Hola, Diane –me sonríe.
– Hola, Adriana –le sonrío.
Ella posee el cabello castaño al igual que su hermano, lo ha cortado a los hombros y sus ojos son igualmente verdes.
Adriano toma la gorra y se la coloca hacia atrás: – Nos vemos –nos dice a ambas. Él se acerca al ascensor–. Buenas tardes –mira a mi mamá y a Melina.
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En Saturno también se Aprecia el Sol
Roman pour AdolescentsUn trauma. Un contacto. Una sanción. Dos involucrados. Todo es culpa suya, pensó ella. Merecía la pena, consideró él. Todos los derechos reservados a Danily García, 2.022. #NoAlPlagio.