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– ¿Si tienes tiempo para hacer estas reuniones? –le pregunto en voz baja mientras ojeo mi libreta.

– Sí, claro –afirma rápidamente–. Son reuniones necesarias ¿Por qué lo preguntas?

– Escuche que prácticas baloncesto –comento sin mirarle.

– Eso... bueno, si –afirma avergonzándose–. Es para pasar el tiempo, ya sabes –comenta restándole importancia–, pero parece ser que soy bueno.

– Dicen que eres una pieza valiosa. «Haz de ser realmente bueno si consideran eso.

– No lo creo –se ríe–. Soy un simple jugador más que de paso es nuevo –alza sus hombros.

Nuevamente centro mi atención en la libreta y él continúa: – He practicado en oportunidades anteriores.

– Mhm... Ahora se el porqué de tu estatura.

– Ah eso –se ríe–, supongo que también entra la genética.

– Claro –asiento.

– Mi padre pasa el metro ochenta.

– Eso quiere decir que aun te falta crecer «Cielos y yo con un metro cincuenta y cinco centímetros –detengo mi lectura.

– Seguro –asienta–, pero bueno, espero no te incomode –añade divertido al tiempo que se inclina hacia adelante.

– No me incomoda –miento «Todo de ti me incomoda.

– Solo digo –sonríe ampliamente.

– ¿Has terminado con ese libro? –le pregunto.

– Si –asienta.

– Bueno voy a regresar estos dos –se los muestro–, y ese también.

– Vale –responde mientras tomo los libros y me dispongo a regresarlos.

El primer y segundo libro al ser tomados por mí, ubico sus lugares con rapidez. Con el tercero y último en la mano, busco su lugar y noto que pertenece al último peldaño del estante el cual no está ni cerca de mi alcance. «Desventaja para mí –resoplo y dejo el libro en la pequeña escalera que cuenta con cinco escalones.

Una vez ubicada la escalera en el lugar apropiado, tomo el libro y subo al tercer escalón para acomodarlo junto a los demás. Una vez echo, me dispongo a bajar y regresar la escalera a su lugar pero las carcajadas emitidas por alguien llaman mi atención.

Aun desde arriba, vuelvo mi vista hacia la dirección de donde las risas provienen y sin demorar distingo a Marcus quien me señala con una mano y con la otra hace presión en su vientre.

– Así que usas banquito –comenta antes de seguir riendo.

– Y te burlas –espeto mientras termino de bajar.

– Eres tan tierna –alza sus manos en señal de inocencia.

– ¡Déjame tranquila! –regreso al área de estudio por otro pasillo.

– No te enojes –me alcanza en la mesa–. Te hubieras visto –enternece la voz–. Eres tan linda –se dispone a tocarme la cabeza y me aparto con agilidad–. ¡Oh, cielos! Discúlpame –se avergüenza–, no quiero que me des un puntapié o algo parecido –añade divertido y yo guardo silencio al tiempo ruedo los ojos–. Digamos que además de tierna eres peligrosa –asienta reiteradamente.

– No me pudiste definir mejor –gesticulo con irritación y ambos guardamos silencio.

– Y bueno –dice en voz baja recuperándose–, ¿Qué te gusta, Diane? –inquiere mientras esboza una pequeña sonrisa.

En Saturno también se Aprecia el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora