En las profundidades de la Vía Láctea, específicamente en su Brazo de Orión, yace el Sistema Solar -que bien conocemos-, compuesto por ocho planetas y un sinfín de estrellas, partículas y materia. Dentro de este, además de la Tierra, se encuentra Saturno, el planeta que se ha convertido en mi morada desde que ocurrió aquel suceso que transgredió mi vida y la revolucionó.Después de el, nada tiene para mí un sentido esclarecido. Ese día me pareció haber oído el sonido de mi corazón quebrantándose, de mis sueños esfumándose, de mi vida opacándose.
Recuerdo casi a la perfección como mi vista se nubló, como mis latidos pasaron de serenos a impulsivos, como mi sonrisa se doblegó ante la aflicción, como mi respiración se tornó dificultosa y la forma tan violenta en la que mi voz perdió su fuerza. Tan solo tenía doce años cuando intentaron abusar de mí; fue pura suerte que no lo hicieran y no hubiera imaginado las repercusiones si eso hubiese ocurrido.
Ese día, mi padre llego a tiempo para salvarme del peor episodio de mi vida y no tardó en deshacer su ira contra aquellos hombres, que además de intentar hurtar quisieron arremeter contra mí.
Luego de ello, deje de asistir a clases presenciales y quienes me atendieron e hicieron innumerables pruebas, me remitieron con un psicólogo especializado -el Doctor Miller-, quien le dijo a mis padres que sería normal que sintiera rechazo hacia el sexo opuesto, pero no solo es rechazo, es temor, pavor; ni papá puede abrazarme o tocarme ligeramente. Del mismo modo, indicó que me confinaría y sucesivamente me diagnosticó Trastorno por Estrés Postraumático.
Durante las semanas siguientes a ello, el doctor, mencionó el termino Agorafobia, que es una fobia en la cual, básicamente, la persona que la padece tiene un tipo de ansiedad que le hace sentir indefenso y en la cual puede entrar en pánico fácilmente en determinados lugares -este último diagnostico lo logré superar.
En efecto, padecer un trauma no es cosa fácil, porque este genera efectos tan diversos, en cortos lapsos de tiempo te sientes bien, como en otros, puedes sentirte tan fatal que ni siquiera llegas a darte cuenta como cambias de un estado a otro.
Pero, cuando todo parecía completamente perdido, el éter de Saturno apareció para mí y la vida finalmente me dio la alternativa admisible que necesitaba, llena de esperanza pero acompañada de incertidumbre. En medio de ello, una idea vino a mí, entrenar y aprender defensas personales para poder defenderme en caso de cualquier peligro y gracias a ese paso conocí a Melina, mi entrenadora.
Recién cumplidos los catorce años de edad el psicólogo le dijo a mis padres que sería bueno que retomara las clases presenciales porque debía socializar, sobre todo con personas de mi edad. Según él, no podía vivir encerrada para siempre y por ello, buscando hacer mí vida un poco mas tolerable, formé un código, mi código sagrado en base a experiencias que no quería que se repitieran, cuyo objeto es sencillo, persistir y reprimir las complicaciones:
N° 1 Evitar intercambiar miradas con otros.
N° 2 Socializar únicamente cuando sea necesario.
N° 3 Compartir cuando no tenga de otra.
N° 4 Escabullirme cuando no se sienta cómoda.
De resto, mantenerme callada y sin expresión alguna, justo como lo he hecho durante este tiempo y cosa que me había resultado perfectamente, antes de él y sus acciones descabelladas que terminan arrastrando consigo a los demás. Con él, este código no funciona, no sirve de nada, porque lo irrumpe en todo su sentido, con tanta facilidad que me desespera.
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En Saturno también se Aprecia el Sol
Teen FictionUn trauma. Un contacto. Una sanción. Dos involucrados. Todo es culpa suya, pensó ella. Merecía la pena, consideró él. Todos los derechos reservados a Danily García, 2.022. #NoAlPlagio.