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¿Puedes dejar de ser tan inútil? –inquiere una voz.

«No soy inútil. No lo soy, no los soy repito para mí misma–. Pero, y si, ¿Realmente lo soy? –me cuestiono afectada–. Lo fui y puedo seguir siéndolo, nada garantiza que ya no lo sea. Después de todo, mi debilidad siempre formará parte de mí, no podre cambiarlo nunca.

Una voz emerge de la nada e irrumpe mis pensamientos: Diane, reacciona por favor –distingo la voz de Marcus.

«¿Marcus? ¿Cómo llego el aquí?abro mis ojos y alzo mi vista para verle.

¿Estás bien? –inquiere preocupado y cuando me dispongo a alcanzarle noto que estoy temblando.

Diane, todo estará bien, lo prometo –añade Marcus mientras se agacha para quedar en mi campo de visión–. Estoy contigo –susurra antes de brindarme una sonrisa que sosiega la tormenta a nuestro alrededor–. Estoy aquí –siento su mano en mi hombro.

Y entonces despierto con un efecto diferente a todos los anteriores.

«No estoy sobresaltada –pestañeo reiteradamente y entreabro mis labios sorprendida.

Algunas personas dirán que soy asocial e introvertida, otros se preguntaran por qué soy así o por qué actúo ajena a todo lo que me rodea, pero muchos no saben realmente lo que me sucedió, muchos no conocen mi pasado. No saben lo que he vivido ni mucho menos que me orientó a esto que soy actualmente, a esto que reflejo.

Amelia y Matt confirmaron su noviazgo aunque todos ya lo sabíamos. Un nuevo juego de baloncesto vino y el equipo lamentablemente perdió por una diferencia de nueve puntos.

Estos días, han sido tranquilos y ello me ha hecho meditar mucho.

– ¿A que le das tantas vueltas? –inquiere Marcus.

– A un sueño que tuve hace unos días –digo sin mirarle. «Uno en el cual apareciste y pudiste serenar una tormenta ¿Por qué tú?

– ¿Qué soñaste? –inquiere.

– No lo recuerdo bien –miento y él entorna sus ojos–. Marcus, ¿Puedo preguntarte algo?

– Adelante.

– ¿Me veo como una chica asocial? –inquiero.

– ¿Tu asocial? –inquiere–. Ni un poco –dice con diversión.

– ¿Sarcasmo?

– En lo absoluto –sonríe obligándome a rordar los ojos–. No debemos buscar agradarle a todo el mundo, Diane, simplemente basta con que cuentes con personas genuinas. Por suerte, me tienes a mí

– Te tiene a ti –Chester lo señala y carcajea–, eres un simple mortal –le recuerda.

– No dije que no lo fuera –Marcus se vuelve hacia mí–. Ven a mi casa hoy, Diane –me invita.

– ¡¿Ir a tu casa?! –me sorprendo.

– Si –asienta–. Obviamente no estaremos solos –se ruboriza–, mis hermanos estarán en casa.

– Y yo iré también –Chester aparece en mi campo de visión.

– Tú no eres bienvenido –Marcus frunce su ceño.

«Esto es muy apresurado. No creo que sea capaz, no soy capaz, no aun. Estoy asimilando todo poco a poco, Marcus, dame tiempo, por favor.

– ¿Puede ser otro día? –le pregunto.

En Saturno también se Aprecia el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora