– Diane, Diane, Diane –repite mi nombre.– No me hagas daño, por favor –clamo.
– Cariño, el daño ya está hecho –pronuncia y toca mi hombro–. Eso tú ya debes saberlo –susurra a mi oído.
– ¡Aléjate! –pido.
– ¡Abre tus ojos! –ordena y yo cierro mis ojos con más fuerza.
– ¡No! ¡No!
– Esto terminara cuando tú abras los ojos.
– ¡Déjenme en paz! –grito y todo se detiene.
Hiperventilando, abro mis ojos y las miradas aturdidas de Amelia, Marcus y Chester me estudian con preocupación.
– Todo está bien, Diane –Amelia me abraza–, solo era una pesadilla. Solo es era una pesadilla –repite para sosegarme y yo cierro mis ojos ante su abrazo.
– Lo siento, lo siento –repito sollozando.
– No tienes nada de que disculparte –agrega Marcus en voz baja.
– Solo te quedaste dormida, nadie tiene la culpa de ello. No te imaginas cuantas veces yo lo he hecho –añade Chester.
Les miro, y ambos me sonríen de boca cerrada. Amelia se aparta un poco de mí, me acomoda el cabello y yo seco mis lágrimas con mis manos.
– Como nueva –toca mis mejillas y me invita a levantarme.
Una vez en el pasillo:
– Insisto, ¿Por qué la biblioteca cuando existe el internet? –inquiere Chester.
– Déjalos ser tradicionales –Lewis se nos une.
– Gracias al cielo tú no eres tradicionalista –pasa su brazo por sus hombros y planta un beso en su cien izquierda–. Has notado que medimos lo mismo a pesar de que tú practicas baloncesto y yo no –agrega.
– ¿A penas te vas dando cuenta? –inquiere.
Carcajeamos y ellos siguen su camino, mientras Marcus y yo nos adentramos en la biblioteca.
– Creo que hoy no tenemos mucho que hacer. Porque mejor no vas a tu practica y luego yo te paso lo investigado.
– No, no –Marcus se quita el bolso–. Además, ayer yo no... –se corta–. Hagamos esto bien –sonríe mostrándome sus dientes.
– Bien, pero al menos permíteme acompañarles en el entrenamiento de hoy –propongo y a la misma vez no entiendo cómo fue que salieron tales palabras de mi boca.
– ¡Ahora si me diste ánimos para terminar! –exclama–. Por mi puedes acompañarnos siempre –abre su bolso y saca su libreta.
– Entonces... –me dispongo a hablar y él me interrumpe.
– Espérame aquí, yo voy por los libros –añade precipitadamente.
Una vez apilados los libros, iniciamos la investigación y al encontrar las respuestas le tomamos fotos con nuestros celulares, acción que nos toma como un cuarto de hora. Él devuelve los libros a su lugar y salimos de la biblioteca para aproximarnos al gimnasio cerrado.
– Con respecto a tu pesadilla –me mira de reojo.
– Siempre las tengo –confieso.
– ¿Ves a tu agresor?
– Le aprecio, pero su rostro no se ve con claridad.
– ¿Y siempre sueñas lo mismo? –abre la puerta y la sostiene para mí.

ESTÁS LEYENDO
En Saturno también se Aprecia el Sol
Teen FictionUn trauma. Un contacto. Una sanción. Dos involucrados. Todo es culpa suya, pensó ella. Merecía la pena, consideró él. Todos los derechos reservados a Danily García, 2.022. #NoAlPlagio.