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Un nuevo día llegó y por alguna razón parecía que sería más llevadero.

Animada, me preparo para ir a clases. Una vez en el instituto, me dirijo al aula, mientras término fallando completamente en mi búsqueda visual de Marcus. En el aula, saludo a los pocos presentes, me dirijo a mi lugar y en este, una nota yace:

Buen día

M

«Buen día para ti también –sonrío y tomo la nota–. Debo procesar mis palabras antes de disculparme o de decirle el porqué de las cosas. No puedo simplemente disculparme y ya, porque él merece mucho mas que eso.

– Así que notas –Melina sonríe tiernamente–, eso es algo lindo ¿No crees?.

– Si lo creo –confieso.

– ¿Y? –me pregunta mientras abre la puerta y me mira de reojo

– ¿Y? –enarco una ceja.

– ¿Te disculpaste con él? –inquiere.

– Aun no –rasco mi ceja derecha

– Oh vamos, no seas orgullosa.

– No lo soy –digo y ella entorna sus ojos.

– Adelante –me invita a entrar en su casa.

Al entrar, me encuentro con su perro chow chow, que a pesar de verse adorable –en las fotos–, me resulta aterrador.

– Vamos, Susu no te hará nada.

– Susu –sonrío asustada–. ¿Por qué ese nombre? –inquiero.

– Fue lo primero que se me vino a la mente –justifica.

– Oh cielos no te imagino con hijos –comento divertida.

Susu se levanta y por un instante veo las diversas formas en la que podría morir a causa del hermoso ejemplar, pero para mi suerte va directo a su dueña.

– ¡Ves! –sonríe mientras la acaricia–. Un completo amor.

La perra lame su mano y me mira, yo sonrío atemorizada «Espero que no quiera hacer lo mismo conmigo.

– No me sentiré cómoda aquí –logro decir segundos después.

– Oh vamos, vinimos por unas cosas y enseguida iremos a tu casa. Tu tranquila, la encerrare para que te sientas cómoda –toma a la perra por su collar–. Créeme que de ser por ella ya estarías muerta –agrega y me sobrecojo –. Deberías verte en estos momentos –carcajea.

– ¡Déjame en paz! –digo mientras me doy la vuelta y me encuentro con dos cachorros–. No me digas que... –me quedo inmóvil observándolos.

– Si –asienta–, son sus cachorros –regresa conmigo y toma a uno–. Vamos Diane son cachorros, toma al otro, no tengas miedo.

– Pero... «y si Susu... se enoja o cree que voy a atacarlos. Su instinto podría decirle que soy una amenaza –trago fuerte.

– Susu está encerrada, no te hará nada.

Desconfiada, tomo al otro cachorro y una vez lo tengo entre mis brazos me vuelvo como una gelatina: – ¡Qué lindo! –lo acaricio una y otra vez.

– No es difícil –sonríe.

Luego de recoger las cosas, me dirijo a su auto para esperarla, ella libera a Susu en su casa y se aproxima al auto.

– ¿Y si comemos algo antes? –inquiere sonriente.

En Saturno también se Aprecia el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora