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Desiree

El siguiente fin de semana, tía Sarah, Jair y yo fuimos a visitar la tumba de mamá. Colocamos rosas moradas alrededor de su lápida de mármol e hicimos bromas tontas que sabíamos que la harían reír si estuviera con nosotras. Sabía en el fondo que mamá se estaba riendo con nosotras.
Los grandes robles formaban un toldo sobre la tumba de mamá y el musgo que fluía de las ramas se balanceaba con la suave brisa. Había lápidas con nombres en ellos hasta donde alcanzaba la vista y estatuas que representaban serenidad y paz. El entorno me hizo sentir relajada y casi pude encontrar paz en la muerte de mi madre.
Cuando llegó la hora del almuerzo, me quedé atrás de tía Sarah y Jair y tuve una charla con mi madre. Le conté todo lo que había pasado desde que se fue al cielo. No dejé un solo detalle. Casi podía escucharla diciéndome que todo estaría bien.
Ella tenía una forma de mejorar las cosas. Incluso cuando estaba en su lecho de muerte y apenas podía respirar profundamente, me tomaba de la mano y me decía exactamente lo que necesitaba escuchar. No importaba que ella estuviera muriendo y sufriendo; siempre hizo tiempo para mí. Siempre estuvo ahí y extrañaba eso.
Más tarde esa noche, en un hotel, me senté junto a la piscina con el teléfono y hablé con Matheo.
—Te conseguí algo mientras estábamos separados —dijo Matheo en el teléfono.
—¿Qué es?
—Tendrás que esperar y ver —bromeó—. Entonces, iré a verte el próximo fin de semana.
Fue la mejor noticia que había escuchado en semanas.
—¿De verdad? ¿Terminaron de grabar?
—Terminamos esta mañana. No puedo esperar para ver tu rostro. —Pude escuchar su risa a través del teléfono.
—No puedo esperar para ver el tuyo.
—Te amo, niña bonita.
—Yo te amo más.
Al día siguiente cuando llegamos a casa, había un paquete esperándome. Lo abrí para encontrar un precioso collar con un dije de caramelo. La tía Sarah me lo puso, y me tomé unas fotos usándolo para enviar a Matheo. Lo llamé tan pronto como se las envié.
—Te ves tan hermosa —respondió.
—Me alegra que pienses eso.
—No lo creo. Lo sé. ¿Te gusta?
—Lo amo. Es perfecto. —Sonreí.
—Eres perfecta.
El resto de la semana pasó lentamente porque sabía que vería a Matheo el siguiente fin de semana. Cuando llegó el viernes, apenas podía contener mi emoción. Mantuve mi teléfono cerca de mí todo el día, esperando la llamada para ir a buscarlo al aeropuerto, pero la llamada nunca llegó.
Finalmente, a última hora de la tarde, él me llamó. Ya estaba acomodado en uno de los más costosos hoteles en la zona.
—¿Por qué no me llamaste para recogerte en el aeropuerto? —pregunté.
—Había un auto esperando por mí cuando llegué. ¿Por qué no estás aquí? —Se rio entre dientes.
Empaqué una bolsa de viaje, besé a Jair y tía Sarah en la mejilla, luego me dirigí al hotel.
La señora en la recepción contempló mis vaqueros gastados y zapatillas y me dio una mirada que decía que no valía la pena. No me importó. Le sonreí mientras me decía el número de habitación y luego me fui.
Se encontraba en el sexto piso. El ascensor parecía estar conspirando en mi contra dado que se detenía en cada piso en su camino hacia arriba. Cuando la campana sonó en el sexto piso, respiré hondo y salí. Siguiendo los números de las habitaciones, finalmente encontré la puerta que quería. Golpeando suavemente, esperé hasta que respondió.
En cuanto abrió la puerta, me atrajo a la habitación y a sus brazos. Pateó la puerta para cerrarla detrás de nosotros y me sonrió. No podía soportarlo más. Habían pasado semanas desde que habíamos estado juntos. Semanas desde que me había tocado. Me puse de puntillas y lo besé.
Me besó suavemente al principio, pero pronto estuve soltando mis bolsos detrás de mí y empujándolo contra la puerta. Empujó sus manos en mi cabello y lamió mis labios antes de profundizar el beso.
—Mejor si lo tomamos más lento. Ha pasado un tiempo y no quiero apresurar esto —dijo contra mis labios.
—Apresura esto —dije.
Eso es todo lo que tomó. Me alzó contra la pared y me besó con fuerza. Sus manos se clavaron en mis caderas mientras comenzaba a presionar su dureza contra mí una y otra vez.
—Quería tomarme el tiempo contigo. Quería que esto sea perfecto —dijo mientras bajaba por el lateral de mi cuello y succionaba suavemente.
Los botones de mi blusa fueron arrancados uno a uno a la vez que abría mi blusa y bajaba su boca por mi escote encima de mi sujetador. Le arañé la espalda y rogué por más. No podía tener suficiente de él. Había pasado un tiempo y lo necesitaba. No había planeado que fuera así, y por lo que él estaba diciendo entre besos, no lo había planeado tampoco, pero no podíamos mantener nuestras manos fuera del otro.
Le saqué su camisa por la cabeza y despegó su boca de mi cuerpo el tiempo suficiente para dejarme. Luego su cálida piel estuvo junto a la mía. Me apartó de la pared y desabrochó mi sujetador. Arrojó mi blusa rasgada y sujetador a través del cuarto, luego succionó un pezón en su boca.
Grité y metí mis manos en su cabello. Continuó presionándose contra mí, y la fricción de mis vaqueros contra mis minúsculas bragas me estaba volviendo loca. Alcanzando entre nosotros, fui a por su cinturón. Lo pasé a través de las presillas de sus vaqueros hasta que fui capaz de arrojarlo junto a mi blusa y sujetador desechados.
Sus vaqueros cayeron alrededor de sus caderas y pasé mis dedos a través de su torso. Gimió contra mi piel. Luché con la cremallera de sus vaqueros hasta que finalmente pude meter mi mano debajo de sus boxers.
Estaba duro y caliente en mi mano mientras trabajaba mis dedos arriba y debajo de él. Alejó su boca de mi cuerpo y presionó su frente contra mi pecho.
—Adoro cuando me tocas. —Estaba respirando entrecortadamente y sus hombros bajaban y subían.
Seguí usando mi mano sobre él hasta que finalmente me liberó. Quité mis manos de sus pantalones y pasé mis brazos alrededor de su cuello para atraerlo y darle un beso. Me alzó nuevamente y envolví mis piernas alrededor de él mientras me llevaba a otro cuarto.
Depositándome en la cama, se puso a trabajar en mis vaqueros. Me quitó mis zapatillas antes de quitarme completamente los vaqueros. Se cernió sobre mí y me miró fijamente por un minuto, y casi me cubrí a mí misma.
Entonces estuvo allí, besando el interior de mis piernas y deslizando su dedo entre mi piel y mis minúsculas braguitas. Mis caderas se alzaron de la cama por voluntad propia en tanto mi cuerpo rogaba por más.
Y entonces escuché el rasgar de mis bragas.
—Ahora me debes dos pares. —Le sonreí.
Lamiendo el interior de mi pierna, alzó su mirada hacia mí. Su cabello oscuro casi cubría sus ojos por completo.
—Bien podrías dejar de usarlas. —Me sonrió.
Iba a hacer un comentario, pero me quitó las palabras y el aliento cuando comenzó a succionar suavemente la parte más sensible de mi cuerpo. Me retorcí y moví mis caderas mientras comenzaba a gemir y jadear. Él sabía lo que estaba haciendo y se lo estaba permitiendo. No se detuvo hasta que me vine.
Una vez que sus vaqueros tocaron el suelo, los únicos sonidos en el cuarto fueron nuestros cuerpos juntándose y sus suaves susurros mientras me decía lo hermosa que era, cuánto me amaba y la manera en que me sentía.
Luego, me quedé dormida en sus brazos. Me estrechó y pasó sus dedos a través de mi cabello. La elevación de su pecho con sus respiraciones movía mi cabeza arriba y abajo y me mecía suavemente.
Cuando desperté, se había ido. Me senté y quité las sábanas calientes de mi cuerpo. El suave ritmo de su guitarra venía del otro cuarto. Estaba tocando “Desire” y cantando suavemente. Sonaba perfecto.

Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora