Desiree
—Se está recuperando.
Mis piernas cedieron y Hugo me atrapó y me levantó.
—¿Qué? —Mi voz sonó como si no la hubiera utilizado en años.
Lágrimas de felicidad surgieron de mis ojos y se derramaron por mis mejillas.
—Ha sido sedado. Una vez que se despertó, comenzó a ponerse violento con el personal y decía cosas sin sentido sobre que quería caramelos. No queríamos que se lastimara más, así que no tuvimos otra opción.
Escuchar que estaba peleando me hizo tan feliz. No porque quisiera que se lastimara, sino que Matheo era un peleador, lo había sido toda su vida. Me dio esperanza que no se rendiría en algún momento cercano.
—¿Cuándo podemos verlo? —pregunté apresuradamente.
Quería estar cerca de él. Quería verlo y ver su respiración. Mientras estuviera respirando, entonces todavía estaría aquí conmigo.
Treinta minutos más tarde, me llevaron al piso de Matheo. Hugo y Sergio regresaron al apartamento para traerme un cambio de ropa. Caminar alrededor con manchas de sangre cubriendo mi ropa no era una buena sensación.
Me acerqué a su cama y jadeé al ver su rostro hinchado. Mi incliné y besé su frente suavemente. Su mano derecha había sido aplastada por una llanta, así que tenía un yeso que llegaba hasta su codo. Su brazo izquierdo estaba envuelto apretadamente en vendajes. Había manchas rojas donde la sangre comenzaba a filtrarse.
Sus piernas no estaban rotas, pero estaban bastante mal. Era el corte en la parte posterior de su cabeza que preocupaba a todos, pero conociendo a Matheo, si estuviera despierto, estaría más asustado por el hecho de que su mano fue aplastada. El médico dijo que pasarían meses antes de volver a usarla nuevamente, si es que alguna vez lo hiciera.
Cuando ya no podía soportarlo más y no pensé que mi cuerpo pudiera aguantar por más tiempo, me senté en un sofá al otro lado de la habitación. Pasó otra hora cuando me senté en ese lugar y lo miré fijamente. Si había algún movimiento, no quería perderlo. Y cuando despertara, yo quería estar ahí.
Cerré los ojos solo por un segundo para dejarlos descansar, y cuando los abrí de nuevo, la habitación estaba completamente iluminada por el sol. Me tomó un minuto ordenar mi cabeza, pero una vez que lo hice, salté del sofá y corrí al lado de Matheo. Él yacía inmóvil, pero respiraba, y en este momento eso es todo lo que necesitaba saber.
—Buenos días —susurré en voz baja mientras le di un pequeño beso en los labios.
—Buenos días para ti también —dijo Hugo detrás de mí.
Salté y volteé rápidamente. Estaba parado en la entrada con dos tazas de café en sus manos.
—Te traje un energizante. —Se dirigió hacia mí y me dio una taza—.
¿Algún cambio?
—No. Solo estamos a la espera que despierte. El doctor vino un par de veces anoche, pero eso fue todo. Gracias por el café.
—No hay problema. Te traje algo de ropa anoche, pero estabas dormida en el sofá. Me quedaré con él si quieres volver a nuestro apartamento y tomar una ducha. —Se sentó en el sofá y tomó un sorbo de su café.
Era extraño ver a Hugo tan serio y tomando café. Usualmente estaba drogado, bebiendo cualquier cosa que tenga alcohol, y ninguno de los chicos era serio alguna vez.
—No. Me quedaré aquí. Quiero estar aquí si despierta.
—De acuerdo. Se supone que Sergio traerá algo de comida más tarde. Probablemente deberías comer algo cuando lo haga. —Me dio una sonrisa amistosa.
—Lo haré. —Tomé un sorbo de mi café—. Gracias otra vez por lo de anoche. Lo siento si te pegue o algo así. No me di cuenta de lo que estaba haciendo.
—No te preocupes. Sergio y yo somos chicos grandes. Creo que podemos manejar ser golpeados un poco. De ninguna manera podría una cosa bonita como tú derribarnos.
Asentí y le sonreí. Estaba en lo correcto. De ninguna manera podía lastimar a ninguno de ellos físicamente, pero aun así sentí que tenía que disculparme.
—Deja de flirtear con mi chica, imbécil —dijo Matheo con voz áspera.
Jadeando, volví mi atención hacia él. Sus ojos todavía estaban cerrados, pero podía decir que tenía mucho dolor por la expresión en su rostro.
Dejé mi taza y agarré su mano buena.
—¿Matheo? Estoy aquí, cariño.
—Caramelo. —Mi nombre se deslizó de sus labios como una oración.
Me incliné y presioné mi mejilla en su palma.
—Sí. Soy yo. Caramelo. Lo siento mucho, Matheo. Lo siento mucho.
Te quiero mucho.
Sus párpados se abrieron lentamente y estuve mirando a los ojos marrones inyectados en sangre. Una pequeña sonrisa levantó sus labios, pero el dolor regresó, hizo una mueca y cerró los ojos otra vez.
Hugo fue a buscar una enfermera y yo me senté en la cama junto a Matheo. Solo le llevó unos segundos recuperar el sentido y comenzar a tratar de levantarse. Lo empujé con todas mis fuerzas para hacer que se recostara, pero incluso con los huesos rotos, era mucho más fuerte que yo.
—Matheo, por favor, quédate quieto hasta que lleguen las enfermeras — le supliqué.
—No me voy a quedar aquí. Odio los hospitales y esa perra me drogó.
Me voy a casa. Llévame a casa —dijo mientras tiraba de su intravenosa.
Ahuequé sus mejillas con mis manos y lo forcé a mirarme.
—Cariño, estás herido. Por favor, deja que te cuiden. Si me amas, les dejarás hacer su trabajo. Estaba preocupada. Ni siquiera quiero pensar en que te pase algo más. No puedo perder a otra persona que amo. Por favor.—No podía detener mis lágrimas.
Como si hubiera sido drogado de nuevo, dejó de pelear conmigo. Sentí el roce suave de su pulgar contra mi mejilla y luego suspiró y cayó hacia atrás contra la cama con un siseo. Cerró los ojos con dolor y luego me miró con tristeza.
—¿Mi mano? —preguntó en voz baja.
No quería ser quien se lo dijera, pero de ninguna manera podría permitir que alguien más lo hiciera. Negué con la cabeza y aparté una espesa mata de cabello negro de sus ojos.
—Fue aplastada. Pasará un tiempo antes de que puedas volver a tocar. Vas a necesitar fisioterapia y algunas otras cosas.
Apretó su mandíbula con tanta fuerza que pensé que estallaría. Primero, la tristeza pura pasó por su expresión y luego fue su enojo. Su rostro se volvió rojo brillante y la tensión en su cuello hizo que un músculo saltara. Tragó saliva con frustración y dolor. Nunca lo había visto responder de esta manera antes. No le tenía miedo; tenía miedo por él.
Antes de que pudiera decir algo, hablé nuevamente.
—Matheo, está bien. Todo va a estar bien. Nos haremos cargo de todo y volverás a tocar antes de darte cuenta —le dije de modo tranquilizador.
No abría los ojos y me miraba. En cambio, sacudió su cabeza antes de darse la vuelta completamente.
Me paré a un lado cuando entró la enfermera y lo interrogó. Le preguntó sobre su historial médico, sobre las drogas recientes y luego se fue. Después de eso, el doctor entró y lo revisó nuevamente. Durante todo esto, Matheo nunca me miró ni dijo una palabra. No sabía lo que estaba sintiendo. No sabía si estaba enojado o herido. Solo sabía que no estaba bien.
—Necesita descansar —dijo el doctor mientras salía de la habitación.
Esa era nuestra señal para irnos, pero me negué. Me sentaría ahí con él hasta que estuviera mejor. Él haría lo mismo por mí, y no había forma de que me fuera. Esto fue más o menos culpa mía, después de todo.
***
Tres días después, Matheo salió del hospital. Todavía no me había dicho muchas cosas, respuestas básicas y ninguna pregunta. No estoy segura que fue lo que más me preocupó; el hecho de que su mano estuviera aplastada, o el hecho de que prácticamente había renunciado a todo control. Él no era así y odiaba verlo en silencio aceptar todo. Estaba roto, física y mentalmente.
Había planeado irme a casa antes de que empezaran las clases, pero de ninguna manera iba a dejarlo cuando me necesitara aquí. Llamé a tía Sarah y le dije lo que estaba pasando y me apoyó completamente perdiéndome algunas clases para ayudar a Matheo.
Pasó otro día y todavía no me hablaba. Simplemente se acostó en la cama y miró el techo o se durmió. Cuando no pude soportarlo más, le hablé.
—Dime lo que pasa, Matheo. No me has dicho mucho desde que te despertaste, y estoy empezando a preocuparme. Cualquier cosa que pueda hacer para que esto sea mejor o más fácil, lo haré. Sólo dímelo y lo haré.
Aparté un mechón de cabello de su cara. Ojos oscuros se volvieron hacia mí y me atravesaron. Su sabrosa boca estaba fruncida en una expresión enojada que había visto muchas veces cuando lo conocí. Era como si el hombre que había conocido por primera vez hubiera regresado a pleno y el tipo dulce que me susurraba te amo a través del teléfono y me besaba dulcemente hubiera desaparecido.
—Creo que ya has hecho suficiente —dijo antes de darse la vuelta e ignorarme.Pido perdón a quienes creyeron que había matado a Matheo.
En fin, espero disfruten el capítulo, agradecería mucho sus comentarios, y o votos
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Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)
Novela JuvenilEn ocasiones lo que parece un final feliz es el comienzo de un camino que será realmente difícil. Aunque su hermanito y su tía creen que Desiree debería buscar ayuda profesional para lidiar con los demonios del pasado, ella cree que lo único que nec...