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Matheo

No quería estar enojado. Nunca quise decirle cosas hirientes a Caramelo, pero cada vez que miraba el yeso que cubría mi mano y antebrazo derecho, no podía evitar sentir ira.

Tocar la guitarra era mi liberación. Me condujo a través de una vida de locura, y ahora no podría hacerlo por meses. ¿Quién sabía si alguna vez sería capaz de tocar de nuevo? Mi vida, mi trabajo, todo por lo que había trabajado tan duro, todo se había ido en un abrir y cerrar de ojos. Ido. Todo porque estaba persiguiendo una chica, lo que era algo que juré que nunca haría. Amaba a Caramelo, pero también amaba tocar la guitarra.

No dijo nada luego de que fui grosero con ella. No había querido serlo, pero tras días de contener mi enojo, simplemente estalló. No obstante, pude notar que herí sus sentimientos. Su labio inferior tembló un poco y sus ojos se agrandaron. Me sentí como la mierda, pero estaba tan enfadado con todo el mundo.

Ella ni siquiera tenía que estar allí ya. No tenía que verme yaciendo como un vagabundo, sin ser capaz de trabajar. La universidad era donde tenía tantas ganas de estar y ahí es donde debería estar.

—¿No tienes clases o algo? —pregunté.
Ni siquiera podía mirarla. Nunca fui lo bastante bueno para ella y ahora estaba en una condición todavía peor. Se merecía algo mejor que un músico sin-trabajo, una sombra de lo que fue, un donnadie. Si mi mano nunca sanaba, no sería capaz de cuidar de ella. No quería nada más que poder hacer eso.

—Compórtate como un idiota todo lo que quieras. ¿No crees que sé que es mi culpa? —Se levantó de la cama de un salto y comenzó a arreglar mi habitación.

No podía hacer nada más que sentarme allí y observar.
—Dime y hazme lo que quieras. No voy a dejarte. No me dejarías si la situación fuera diferente.
Y con eso, salió de mi cuarto y cerró de un portazo tras ella.

Tres días después, seguía allí. No le dije nada y no me dijo nada. El único momento donde había necesidad de comunicación era cuando estaba intentando ayudarme a hacer algo. La odiaba por ayudarme a hacer cosas simples.
—Sólo levanta el brazo y lo quitaré —dijo mientras intentaba desvestirme.
El estúpido pedazo de yeso seguía trabándose en mi camiseta y estaba a tres segundos de rasgar la maldita cosa.
—¡Puedo hacerlo! —grité.
Se encogió, y de inmediato me odié un poco más. Alzó las manos irritada y abandonó el cuarto. Terminé desgarrando la camiseta y tomando una ducha. No me molesté en ponerme otra luego. A la mierda las camisetas y a la mierda sus apretadas mangas también.

La puerta de la habitación se abrió nuevamente luego de que estaba acomodado en la cama. Alcé la mirada hacia ella de pie en el umbral. Sus ojos estaban rojos como si hubiera estado llorando, y sentí como si hubiera sido golpeado en el estómago. Yo lo provoqué. La hice llorar. Sin importar lo enfadado que estaba en el mundo, tenía que mantener mi mierda a raya. Comencé a disculparme, pero antes de lograr que las palabras salieran de mi boca, ella habló.
—El guitarrista de reemplazo ya llegó. Los chicos quieren que escuches. Quieren que esta sea tu decisión.
La gira tenía que continuar y aunque odiaba la idea de alguien más tocando mi parte, entendía que los chicos tuvieran que hacer lo que tenían que hacer.

Cojeé detrás de ella hasta la sala. Con la cabeza gacha, pude sentir los ojos en el cuarto penetrarme y me sentí como un maldito inválido. Fue vergonzoso como el infierno cojear como un maldito mocoso, pero dolía como los demonios para poner demasiada presión en mi rodilla derecha.
Cuando alcé la vista, todos los ojos se apartaron como si no hubiesen estado mirando con fijeza. Los chicos ni siquiera me miraron cuando me senté en el sofá y los ignoré. Sabía que se sentían culpables por seguir sin mí, pero tenía que hacerse y lo entendía. Era decente de parte de ellos que me permitieran decidir quién tomaría mi lugar hasta que mi mano sanara, si es que lo hacía alguna vez.

Todos estaban formados alrededor del enorme sofá de cuero desmontable. Mis ojos se pegaron a una chica al final del sofá directamente frente a mí. Me miró con enfadados ojos delineados de negro mientras masticaba violentamente una goma. El único sonido en el cuarto fue cuando hacía reventar la goma.
Tenía cabello rosa fuerte y bastantes tatuajes. Un vistazo de medias de red podían verse entre sus botas de caña alta y falda corta negra de colegiala. Su camiseta sin mangas, la que también estaba hecha de red, cubría un brillante sostén rosa. Era la típica chica del rock, aros a juego en labio, nariz y ceja. Supuse que era alguna que follaria con algunos de los chicos.

—Entonces, ¿dónde está el guitarrista de reemplazo? —pregunté, molesto.
Los chicos comenzaron a reírse fuertemente. La chica punk frente a mí se puso de pie y dirigió sus ojos hacia ellos.
—Esa sería yo. —Se cruzó de brazos como si estuviera rogando por una pelea.

No pude evitar reírme un poco también.
—¿Es así? —pregunté en tono arrogante.
Sus ojos contemplaron mi pecho desnudo antes de chocar con los míos.
—Sí. ¿Quieres que toqué o qué?
Puso las manos sobre sus caderas, sus uñas negras clavándose en la piel revelada.
—¿Es algún tipo de broma? —le pregunté a los chicos. Me miraron y estallaron en carcajadas nuevamente.
—No es una maldita broma. Deja de ser un imbécil machista. O quieres que toque o no. Di algo y deja de desperdiciar mi jodido tiempo — dijo con enojo.

Estaba enfadada y no cedió. No estaba batiendo sus pestañas a los chicos. Fue rápida y al grano, y de alguna manera la respeté por eso.
—Entonces toca —dije con calma.
Me aseguraría de llamar a la discográfica y les daría mi opinión en cuanto la perra saliera por la puerta.
Se acercó al estuche de su guitarra que estaba apoyado en la encimera de la cocina. La abrió y sacó una hermosa Les Paul roja. Tenía un gusto decente en guitarras, lo que era una ventaja para ella.

Se puso la correa y comenzó a tocar y nos quedamos todos en shock. Nunca había escuchado de una mujer que tocara tan bien. Nos avergonzó a todos y la risa murió instantáneamente en nuestros labios. La chica tenía habilidades. No había duda de ello. Incluso iría tan lejos como para decir que podía tocar mejor que yo. Cerró sus ojos y destruyó las cuerdas mientras tocaba cada nota de una de nuestras canciones perfectamente.

Al instante, la odié y me gustó por ser capaz de tocar tan bien. Apestaba ser reemplazado, pero si iba a serlo, entonces mejor que fuera la mejor. Al menos, hasta que mi mano jodida estuviera mejor.

Cuando acabó, se quitó la correa y puso su guitarra de regreso en el estuche. El clic de la cerradura llenó el silencio del cuarto mientras todos la mirábamos fijamente con sorpresa. Caramelo alzó sus manos y comenzó a aplaudir.
—¡Eso fue increíble! —dijo con una sonrisa. No podía estar más de acuerdo.
—¿Me repites como dijiste que era tu nombre? —pregunté.
—No lo dije. Nadie se molestó en preguntar. Mi nombre es Dove.—Reventó su goma.



Holaaaa

Se imaginan que podría pasar con una chica en la banda?

Los chicos pueden mantener sus manos lejos de ella?

Soy tan cruel como para separar ahora a Dess y Matheo?

Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora