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Desiree

El tiempo pasó sin preocupaciones, y luego el fuerte golpeteo contra la puerta de la habitación del hotel me despertó. Medio dormida, mantuve mis ojos cerrados mientras la cama se movía y el aire frío reemplazaba a Matheo. Los sonidos de él caminando hasta la puerta llenaron el cuarto y maldijo cuando pisó algo.

La puerta se entreabrió y la voz de Sergio se filtró dentro.

-Amigo, tengo que lavarme y tengo todas mis cosas aquí.

Cubre tu paquete porque voy a entrar.

Me incorporé en la cama con rapidez y subí la sábana hasta mi barbilla.

-¡Espera, hombre! Mi chica está desnuda allí -gritó Matheo mientras Sergio se metía en el cuarto.

Vi el alivio instantáneo en sus ojos cuando se dio la vuelta y vio que me cubrí por completo.

 Sonrió hacia mí y le devolví la sonrisa.

Sergio no se perdió nuestra comunicación silenciosa y puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

-De verdad, espero que anoche haya sido lindo porque mi noche fue un asco-dijo a la vez que abría su maleta y comenzaba a buscar a través de sus ropas.

Me sentí mal de pronto por tomar su habitación la noche anterior.

-Lo lamento, Sergio -dije mientras le enviaba una sonrisa de disculpas.

Se rio y arrojó un cojin en mi dirección.

-No te preocupes. Entiendo todo lo del reencuentro. Sin embargo, fue un infierno anoche.

-Ah, vamos. No pudo haber sido tan malo -dijo Matheo mientras se cruzaba de brazos y apoyaba su hombro contra la pared.

Se veía tan sexy en sus pantalones con cordel que apenas colgaba de sus caderas tatuadas. Unos pantalones de chándal jamás se habían visto tan atractivos.

-Jódete, hermano. Hugo duerme desnudo y Max ronca como un maldito oso pardo. Sentí como si mirara el maldito canal Natural Geographic o alguna mierda así. Todo lo que digo es que espero que anoche haya sido divertido. Tuve que dormir mi sexy culo en el duro suelo de hotel. No se sabe qué tipo de fluidos corporales asquerosos están mezclados en esa alfombra, hombre. 

Matheo y yo nos reímos de eso.

-Sí, sí, sí. Adelante y ríanse, pero sugiero que encuentren algún lugar más porque voy a dormir en mi cama esta noche.

Sergio agarró el resto de sus cosas y salió del cuarto. Grité que lo lamentaba una vez más, y me guiñó un ojo antes que Matheo le cerrara la puerta en la cara.

-Entonces, ¿qué quieres hacer este día? -preguntó Matheo mientras se metía de regreso en la cama conmigo.

Apoyé mi cabeza en su brazo y le besé la frente.

-¿Este día? -pregunté mientras señalaba al cielo de la tarde.

El sol apenas se asomaba en el horizonte y supe que no pasaría mucho antes que la luna se alzara y todos los puntos soleados de Florida estuvieran cubiertos de negro.

-Bueno, entonces, ¿qué quieres hacer esta noche? Digo que tomemos una ducha y nos quedemos en la cama. -Pasó un dedo por el costado de mi estómago.

-Necesito ropa limpia.

-Nah, estás perfecta tal como estás. Me gustas desnuda. -Se inclinó y pasó su nariz por el costado de mi rostro.

-Todo eso está bien, pero tenemos que comer, y estoy segura que si dejo esta habitación desnuda me arrestarán.

Acarició el lateral de mi cuello e inhaló.

-Esposas. Suena como buenos tiempos.

Empujándolo juguetonamente, salí de la cama y me puse la ropa del día anterior. El olor a cerveza rancia y cigarrillo del Rockfest todavía se aferraba a mi camiseta de tirantes y pantaloncillos.

Levanté un par de vaqueros del suelo y se los arrojé.

-Tú... dúchate -dije mientras le señalaba el baño-. Luego iremos a la casa de tía Sarah donde buscaré ropa y me daré un baño, y luego vamos a comer. -Me froté mi estómago que gruñía.

-¡Sí, señora! -me saludó-. Sabes, me gusta cuando eres mandona. Es atractivo.

Me dio una nalgada en su camino al baño. Poco después, escuché el agua de la ducha seguido por un silbido. No podía imaginarme al tipo que conocí meses atrás silbando, pero éramos diferentes ahora. Éramos mejores.

Me incliné sobre el balcón de la habitación del hotel y contemplé la vista en frente de mí. El sol de la tarde estaba cayendo con una luna difusa y una lluvia de estrellas. El ajetreo de la vida nocturna de Orlando no había comenzado todavía, por lo que había un breve momento de paz. Inhalé profundamente, sintiéndome como una chica distinta y amándolo.

Regresé dentro cuando escuché la puerta del baño abrirse. El aroma a champú y pasta dental llenó la habitación. El vapor salió del pequeño espacio y lo siguió cuando salió. Tomando su billetera de la mesita de noche, le dio una pasada a su cabello mojado y lo apartó de su rostro. Deslizó un cinturón alrededor de su cintura y me sonrió mientras se lo abrochaba.

-¿Lista para ir, preciosa? -preguntó a la vez que se apartaba el cabello de la cara una vez más.
Nunca hubiera pensado que fuese posible, pero Matheo era incluso más apuesto ahora que la última vez que lo vi.

-Sí, todo listo para irnos.

Nos tomamos de las manos mientras pasábamos por el largo pasillo y entrábamos al ascensor. Una vez que estuvimos fuera, caminé hasta mi auto y me siguió. No dijo nada cuando dije muy claramente que iba a conducir. No es como si tuviera alguna opción. El único transporte que tenían los chicos era su autobús y una limosina, cortesía de la discográfica, para llevarlos por la ciudad. De ninguna manera yo iba a andar en una maldita limosina.

Sus ojos estaban puestos en mí, aunque no podía verlos en la oscuridad del auto, cuando retrocedí del espacio de estacionamiento. Una vez que arranqué y salimos, deslizó sus dedos con los míos y alzó mi mano para besarla. La vida era dulce otra vez, pero el lado sádico dentro de mí susurraba que si algo era demasiado bueno para ser cierto, entonces probablemente no lo era.

Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora