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Matheo

Me sentía vivo otra vez. Estar con Desiree era como tomar pequeñas caladas de vida y exhalar todos los malos recuerdos de los meses anteriores. Era increíble. Ella era increíble, y la manera en que me hacía sentir era completamente un milagro.

Cuando desperté con sus labios sobre los míos, pensé que con seguridad había muerto e ido al paraíso, como mínimo, un infierno impresionante. Y si estaba en el infierno y esto solamente se trataba de un cruel espejismo del mismo diablo, entonces que así sea. El diablo era bueno conmigo si ese era el caso.

Una vez que se quedó dormida en mis brazos, observé la sombra del ventilador de techo encima de nosotros bailar sobre su pacífico rostro. Estaba más hermosa ahora que hace unos meses atrás cuando la observé caminar alejándose de mí. Pensé que nunca regresaría de eso. Nunca había estado tan destrozado, pero había sanado. Ella me volvió a unir beso a beso.

El corto viaje a la casa de su tía fue hecho en silencio. No había necesidad de conversar. El pasado estaba precisamente donde debía estar, en el pasado. A pesar que había preguntas que quería hacer.

—Era hora que regresaras a casa, muchacha —dijo su tía.

Estaba agachada sobre algunas plantas en el porche delantero, su sombrero vaquero de paja cubriendo un par de trenzas. Caminó lentamente hasta el auto con los pies descalzos. Limpiándose las manos cubiertas de tierra en sus pantalones cortos de mezclilla, extendió la mano hacia mí para estrecharla.

—Debes ser Matheo —dijo con una sonrisa cálida.

—Sí, señora, ese soy yo. Es agradable conocerla. —Le di un apretón de manos.

—Bueno, no bromeabas, Dess. —Alzó su sombrero de paja y miró en dirección de Desiree—. Es sexy, con seguridad. No es de extrañar que estuvieras hecha un lío por él. —Ella rio.

Un rubor trepó a las mejillas de Desiree y se cubrió los ojos con su mano.

—Por favor, no me avergüences, tía Sarah. No pude evitar reírme.

—¿Qué? Todo lo que estoy diciendo es que no los hacían así en mi época—dijo y se dirigió a la puerta principal—. Llegan a tiempo para la comida. Matheo, ¿Desiree te ha dicho sobre mi famoso espagueti?

Hablé con Sarah y Jair en la mesa de la cocina mientras Desiree se daba un baño. Estaba comiendo uno de los mejores espaguetis que había probado y pregunta tras pregunta sobre toda la gente famosa que había conocido.

Fue agradable hablar con Jair. Nunca había tenido un hermano o hermana menor, pero siempre tuve curiosidad de cómo podría haber sido. Sentarme allí hablando con él fue como una pequeña probada de tener un hermano menor.

Él no se parecía en nada a Desiree en el aspecto, pero era dulce. Jair era un buen niño y me alegraba notar que no parecía afectado por todo el drama. No tenía idea de si sabía la verdadera historia, pero no era de mi incumbencia contarla. Pude ver lo que Desiree se había esforzado tanto por proteger. Aunque no sabía lo que se sentía tener a alguien más joven que cuidar, conocía el sentimiento de necesitar proteger a alguien. Esa necesidad de proteger te hará hacer algunas cosas dementes.

La influencia de Desiree era notoria y me hizo sentir orgulloso de mi caramelo. Era sólo una niña cuando había empezado a cuidar de su hermano. Y lo hizo mientras lidiaba con  abusos.

Solo pensar en lo que había visto ese día en la cocina de la mansión del alcalde y recordar todo lo que Desiree me dijo cuándo confesó cómo había sido su vida me hizo querer romperle el cuello a alguien. Tuve que sacudirme la abrumadora sensación de asesinar para que no vieran el furioso rubor que trepó por mi cuello.

Para cuando estuve bajo control, Caramelo doblaba la esquina con el cabello húmedo, pantaloncillos que hacían ver a sus piernas diez veces más largas y una linda camiseta con un par de gafas de sol en el frente. No era la cosa más sexy que le había visto llevar, pero mi polla comenzó a ponerse dura por mirarla solamente. Tuve que sacudirme una vez más, por una razón completamente distinta. El sol le sentaba realmente bien.

—¿Ya tía Sarah te llenó de espagueti? —preguntó con una sonrisa deliberada.
Palmeando mi estómago, sonreí.

Me senté en la mesa con los tres y le jugué con Jair mientras Caramelo comía espagueti y tomaba té dulce. Había una vibra de familia normal. Me hizo preguntar en qué estaba mi padre y, a su vez, pensar en mi madre.

Jair y Sarah nos acompañaron al auto cuando fue hora de irnos. Desiree tenía una bolsa de viaje con sus cosas en el hombro y una hermosa sonrisa en su cara.

—No te metas en muchos problemas, por favor. Llámame al celular si necesitas algo. Manténganse a salvo, todos —gritó Sarah cuando entramos al auto.

—¡Diviértanse! —gritó Jair.

Desiree simplemente rio, les dijo que los amaba y arrancó.

—Entonces, ¿adónde vamos? —preguntó.

—¿De regreso al hotel? —dije mientras pasaba un dedo por su brazo desnudo.

Se veía impresionante, y todo lo que quería hacer era compensar el tiempo que había pasado sin tener sexo. No es que eso fuera todo, pero había pasado la noche recibiendo lo que había echado de menos por meses, y ahora, era adicto. Mierda, siempre sería adicto a Caramelo.

—¡Deja eso! —Se rio y palmeó mi mano.

Dejé de tocarla y la observé mientras conducía. Había una diferencia en ella desde la última vez que la vi. Su postura era diferente. Caminaba con la cabeza en alto y la tensión en sus hombros había desaparecido, pero había una pequeña cantidad de tensión alrededor de su boca y, de vez en cuando, cuando la miraba, un breve destello de sombras oscuras cruzaría por sus ojos.

Demonios, no podía culparla. Todavía había odio en mi interior por ser molido a golpes toda mi vida, pero dejaba a mi dolor salir en algunas ocasiones. Desiree mantenía el suyo encerrado y pretendía que todo estaba bien. No estaba seguro de si eso era saludable, pero años de estar en un entorno jodido me dijeron que probablemente no lo era.

—Ahora, ¿cómo has estado? —pregunté.

Sus manos se apretaron en el volante. Los faros de los autos viniendo se deslizaban a través de su rostro y la tensión apareció en sus ojos nuevamente. Me sentí mal por traer a colación los meses pasados, pero quería saber cómo había sido su vida.

Agarré su mano y la sostuve con la mía. Dándole un pequeño apretón, volví a preguntar.

—¿Cómo has estado? Sus dedos se flexionaron contra mi palma.

—He estado bien. —Asintió como si estuviera intentando convencerse a sí misma.

—¿Las cosas están bien en casa?

Esta vez, su mano se puso rígida en la mía. ¿Por qué estaba preguntando estas cosas? No debería importar, pero lo hacía. Quería saber que ella se encontraba bien. Necesitaba saber que estaba mejor.

Se giró hacia mí con una sonrisa tensa que entendí. Las cosas sin duda alguna no estaban bien.

—Sí. Todo marcha bien.

Apretó mis dedos confortadoramente y decidí dejarlo pasar por el momento. Nos acabábamos de reunir. Cosas como esa podían esperar. Yo podía esperar.

Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora