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Desiree

Cerré la puerta detrás de Hugo y mi corazón se sintió como si estuviera golpeado. Me sentía vacía. Estaba dispersa y seca. Iba a ir con él. No podía regresar al lugar oscuro en que había estado sin él. Teníamos una hora para llegar a la casa de tía Sarah, empacar mis cosas y despedirme de ella y de Jair.
Jair. Mi proceso de pensamiento se detuvo en seco. ¿Cómo podía haberme olvidado de mi hermanito? Sólo había pasado protegiéndolo cada momento de mi vida.
¿Sería capaz de simplemente alejarme y mudarme al otro lado del país sin él?
Todo se congeló porque supe tan pronto como esa pregunta apareció en mi mente que no podría hacerlo. Tanto como odiaba el oscuro lugar cuando no estaba con Matheo, odiaba aún más la idea de estar sin él.
La mirada en su rostro cuando le dije no podía ir rompió mi corazón en un millón de pedazos. Nunca quise lastimarlo. Desde el momento en que me conoció, todo lo que hizo fue protegerme y cuidarme y todo lo que hice fue lastimarlo.
—Entonces me quedaré aquí —susurró tristemente.
Sus palabras se arremolinaron a mí alrededor, pude ver la rotundidad de sus palabras. Iba a renunciar a todo lo que amaba, su banda, para estar conmigo y no había forma en que yo podría permitirlo.
Mi corazón se inundó de amor por él, pero entonces la culpa se asentó. Él habría renunciado a su carrera por mí, pero yo era demasiado egoísta y mentalmente jodida para dejar atrás a mi perfectamente saludable hermano menor. Estaba mal y cada célula en mi cuerpo me gritaba para que me fuera con él, pero mi cerebro disfuncional no lo permitiría.
Presión se construyó debajo de mis costillas e hizo su camino hasta el fondo de mi pecho. Hormigueante entumecimiento le siguió. Nunca había sentido nada como eso y me alarmó. Había dicho antes que sentía como si estuviera muriendo sin él. ¿Esto era una señal que realmente lo haría cuando se subiera a ese avión y se fuera?
La presión y el entumecimiento en mi pecho se expandieron y repentinamente no pude introducir suficiente oxígeno en mis pulmones. La habitación daba vueltas y mi cabeza se sentía demasiado ligera. Me agaché y coloqué mis manos sobre mis rodillas. La sangre había dejado mi cerebro y necesitaba ayudar a que regresara. Si no lo hacía, iba a desmayarme.
Ahí fue cuando el dolor de pecho comenzó. Dolor irradiaba desde mi pecho, recorría mis brazos y subía por mi cuello. Eran los síntomas clásicos de un ataque al corazón. De ninguna manera estaba teniendo un ataque al corazón a los diecinueve años, pero mi pecho estando tan apretado y los agudos dolores que recorrían mi hombro decían lo contrario. En un intento por respirar, inhalé tanto aire como pude, tan rápido como fue posible, pero nada llegó a mis pulmones.
La sangre en mis venas se sentía como si se estuviera moviendo demasiado rápido. Recorría mi cuerpo como un relámpago y me sentía rígida con sus movimientos contantes. Entumecimiento llenó los dedos de mis manos y pies y un caliente sonrojo recorrió mi rostro.
—Caramelo, ¿estás bien? —Escuché preguntar a Matheo desde miles de kilómetros de distancia.
Levanté la mirada para verlo inclinándose sobre mí. Su rostro estaba frente al mío y la preocupación en sus ojos me sorprendió incluso más. Ahí fue cuando todo mi cuerpo comenzó a sacudirse.
Temblaba mientras mi cuerpo se derrumbaba con vibraciones. El pequeño sismo que tomó el control hizo que mis dientes castañearan. Estaba teniendo un ataque al corazón y una convulsión al mismo tiempo. No sabía que eso fuera posible.
Me estaba muriendo. Después de años de tortura, finalmente me estaba muriendo. Justo cuando pensaba que todo en mi mundo era perfecto, justo cuando tenía todo lo que quería, iba a caer muerta. ¿Qué otra cosa podría esperar? Debería haber sabido que algo así sucedería.
Sentí los brazos de Matheo cerrarse a mi alrededor y caí contra él, jadeando por aire. Estaba en la etapa final de aceptar esta muerte cuando repentinamente la presión sobre mi pecho se levantó y fui capaz de tragar tanto aire como mis pulmones podían contener. Todo se ralentizó y los estremecimientos que atacaban mi cuerpo comenzaron a disminuir. Mi cabeza se aclaró y ya no sentía que fuera a desmayarme. Solamente tan rápido como todo comenzó, se terminó.
No estaba segura de qué acababa de suceder, pero sabía que no era normal.
—¿Está bien, nena? ¿Necesitas que llamé a alguien? —preguntó Matheo mientras suavemente apartaba el cabello de mis mejillas.
Mi rostro estaba cubierto con sudor. Sentí una pequeña gota caer desde la punta de mi nariz y rodar por mis labios. Me tomó un minuto responder, pero cuando lo hice, las palabras lastimaron mi garganta.
—Estoy bien. No sé qué acaba de suceder. —Limpié mi sudorosa mejilla con el dorso de mi mano.
—Me asustaste mucho. ¿Estás segura que estás bien? Déjame llevarte al hospital y que te revisen. Estás muy pálida. Parece como si estuvieras a punto de desmayarte.
Miré hacia sus ojos marrones y odié la preocupación que vi allí. Desde el momento en que lo conocí, había tenido que preocuparse por mí. Sabía cómo se sentía eso. Me había preocupado por Jair la mayor parte de mi vida y estaba a punto de alejarme de la persona que amaba debido a eso. Él estaba tratando de hacer lo mismo al quedarse conmigo en lugar de terminar su gira con la banda. No podía dejarlo hacer eso.
—No, estoy bien. Lo prometo.
Mientras el mundo regresaba a mí completamente, entendía que simplemente acababa de tener un enorme ataque de ansiedad. Recuerdo a mi mamá teniendo uno hace años en la oficina del doctor. El doctor le dio una inyección de algo y se tranquilizó rápidamente. Podía recordar leer sobre ellos y pensar que no sonaba tan mal como se veía. Nunca había estado más equivocada. Era loco sentir como si estuviera muriendo lentamente.
Durante meses, pensé que estaba mejorando. Pensé que estaba superando mi pasado, pero en ese momento me di cuenta que estaba tan enferma como siempre. La tristeza se filtró y me llenó. Tía Sarah una vez había sugerido que buscara ayuda médica, pero lo desestimé y le dije que estaba bien. Pensaba con seguridad que mi depresión de alguna manera estaba relacionada con Matheo y el hecho que lo extrañara tanto, pero tal vez era algo más. De hecho, estaba segura que era algo más.
Quería ser buena para él. Quería estar bien para él. No quería ser una chica enferma que iba con su banda o una perra egoísta que era la causa por la que él renunciaría a algo que tanto amaba. Dentro de diez años, me aborrecería, y no habría nada que pudiera decir porque me odiaría a mí misma, también. No. No podía permitirlo.
Quería estar con Matheo. Amaba a mi hermano. Sabía en el fondo que el ya no me necesitaba y si se lo preguntase, me diría que saliera corriendo con el hombre al que amaba. Pero sentí pánico sólo de pensar en ello. Sentía ansiedad pensando en dejar a Jair, y lo sentía al pensar en estar sin Matheo.
Lo mejor que podía hacer, era tomar la oferta de la tía Sarah de ayuda médica, mejorar, y luego huir con Matheo. Eso es si estaba dispuesto a esperar por mí. No podía pedirle que me esperase, por supuesto, pero tenía la esperanza de que me quisiera lo suficiente como para darme tiempo. Tenía la esperanza de que lo que teníamos se sostendría mientras atravesábamos una cosa más, y entonces sería perfecta para él.
—Matheo, tienes que ir con los chicos —susurré.
Me miró con pregunta en sus ojos y supe que se estaba preguntando lo que yo estaba pensando. Me daba vergüenza contarle mi plan. Después de todo por lo que me había visto pasar, esta última cosa quería mantenerla para mí misma. No quería que él se alejase después de darse cuenta que incluso después de que mi padre fue sacado de la ecuación, todavía estaba enferma.
—No te dejaré, Caramelo. Eres donde quiero estar. Encontraré un trabajo o algo así. No es un gran problema. —Frotó suavemente mis hombros mientras trataba de obligarme a arruinar su vida.
—No. No puedo dejar que hagas eso.
—¿Por qué? Si se trata de lo que yo quiero, eso es todo lo que nos debe importar. A menos que... ¿No quieres estar conmigo?
Era su turno de entrar en pánico. Tenía que pensar con la cabeza. Me negaba a decirle que necesitaba ayuda. En su lugar, fui por lo que era más creíble.
—Quiero estar contigo más que nada. Es sólo... Tengo una beca de fútbol completo—espeté.
No era técnicamente una mentira. Había conseguido una beca, pero nunca pensé dos veces en ello.
Su rostro pasó de sombrío a radiante mientras una gran sonrisa estiraba sus atractivos labios.
—Eso está muy bien, nena. ¿Por qué no has dicho algo antes?
Trabajaré y tú irás a la universidad. Es un plan perfecto.
—No —dije de nuevo mientras ponía mi mano sobre su pecho desnudo—. No puedo dejar que dejes a los chicos. No quiero estar lejos de ti, pero si estás dispuesto a hacerlo por mí, ¿considerarías una relación a distancia hasta que hayas terminado la gira o hasta que termine con la universidad?
Su cara se ensombreció de nuevo.
—Pero… acabo de tenerte de vuelta.
—Lo sé, pero sería sólo por un corto tiempo. Hemos estado lejos el uno del otro antes. Al menos esta vez podemos visitarnos todo el tiempo. Acabas de decir que en cualquier momento que quisiera ver a Jair, todo lo que tenía que hacer era subirme a un avión. ¿No será lo mismo para nosotros?
No parecía muy convencido.
—Por favor, Matheo, por favor haz esto por mí. Quiero estar contigo, pero cuando estemos listos. Dark Passion acaba de empezar y tienes que estar allí para los chicos. No puedo decir que no a la universidad.
Se sentó en el borde de la cama y se pasó las manos por su pelo húmedo, después rudamente por su cara. Me puse de rodillas delante de él y apoyé mis manos sobre sus muslos.
Sus tristes ojos castaños me miraron. Pude ver el conflicto en sus ojos y lo entendí. Pasando sus dedos a lo largo de mi mandíbula, respiró hondo.
—Si esto es lo que quieres, haremos que funcione —dijo con un suspiro.
Me lancé de mis rodillas a su regazo. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, apreté un fuerte beso en sus labios. Él me devolvió el beso y se rio desde el fondo de su garganta.
Cuando rompí el beso, capturó mis mejillas en sus manos. Con una sonrisa forzada y ojos tristes, me miró.
—Vas a matarme, mujer.
—Entonces será mejor que te torture primero —dije mientras lo empujaba hacia atrás en la cama.
Agarró mis caderas y me tiró encima de él, de manera que estaba a horcajadas sobre sus muslos.
—Me encanta la tortura. Hazlo lo peor que puedas, chica bonita.
Un fuerte golpe en la puerta puso fin a todo y nos llevó a ambos de vuelta a la situación en cuestión.
Me deslicé de él y tomé mis pantalones cortos del suelo. Él esperó hasta que estuve decente antes de abrir la puerta y dejó entrar a Sergio y a Hugo.
—Amigo, vístete. Tenemos que tomar un vuelo —dijo Hugo dejándose caer en un sillón al lado de la televisión.
Los ojos de Matheo se encontraron con los míos a través del cuarto antes de acercarse a su maleta y sacar algo de ropa. Necesitando estar lejos de la densidad en la habitación, me fui al baño a lavarme los dientes y a refrescarme antes de que fuera hora de irse.
Cuando salí del baño, los chicos se habían ido y Matheo estaba allí de pie completamente vestido con sus maletas hechas. Su piel oscura parecía más pálida y sus ojos eran los de un niño perdido. Nunca lo había visto tan impotente y una parte de mí quiso mirar hacia otro lado y marcharme, pero no pude. Esta vez necesitaba decir un adiós apropiado. Tenía la confianza de que podíamos hacer esto y necesitaba que él viera esa confianza. Quería que sintiera lo mismo.
Me acerqué a él y puse mis brazos alrededor de su cintura.
Inclinándome, me dio un beso suave en lo alto de la cabeza.
—Podemos hacer esto —susurré suavemente. Sus brazos se apretaron más y me acercó.
—Espero que tengas razón.

Basta con pedir un Deseo? (Dark Passion 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora