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🥀|El demonio encarnado|🥀
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— ¡Ms Joke dejé de golpear la puerta!

—¡No! ¡No me iré hasta que la abras mocoso! Y ni se te ocurra llamar a la policía, juró que te saco arrastras si es posible, pequeño Nari.

— ¿¡Pero que mierda...!?

— ¡Anda! Dime lo mismo que en el hospital, que está vez te jalare las orejas como debí haberlo hecho.

— ¡U-usted es el demonio encarnado!

—¿¡Cómo te atreviste a llamarme, Mocoso!?,—el golpeteo abrupto y severo le asustó, con preocupación y rezando por su vida empujaba la puerta a pesar de que el sonido de los golpes se escuchaba por toda la entrada del que la casa.

Tenía miedo, y solo le quedaba rezar. Aunque no fuera religioso con una mujer muy enojada con ganas de tirar una puerta al otro lado. Hasta ya creí hacerse budista o sacerdote.

“«Creo que debo aceptar mi hecho, y seguir huyendo»”

¿Nada podía ser... Normal?

Esa mañana comenzaba a distar de que sería normal, ni mucho menos tranquila. No cuando se despertó algo tarde por el insistentes golpes en la puerta, y de toques del timbre que sacaron la poca paciencia que Kaminari conservaba. Debiendo levantarse para ver quién era aquella persona que tanto ruido hacia y la obstinado que sería por tocar esa puerta hasta el punto de querer parecer arrancarla de dónde estaba.

No creyó que al abrirla, Ms Joke con una cara de poca paciencia y menos confianza. Porque parecía que destruiría todo a su paso. Su instinto le dictó cerrarla frenta a las narices de la mujer y esperar a que se fuera. Más no pensó que eso terminaría de enojar aún mas la mujer, aumentando los golpes y que en vez de parecer una delicada dama... Fuera un lobo buscando su cabeza.

Ahí estaba él, con nervios y empujando la puerta para evitar que la mujer mayor entrará. Y de paso no sabía si ir planeando un funeral discreto o un viaje al Polo Norte.

Sus ensoñaciones a futuro se detuvieron cuando en un último golpe le llevo a caer de espaldas al suelo. Dejando entrar a la mujer, ya que en su pánico ponerle el pestillo a la puerta se le había olvidado.

¿Cómo no hacerlo? Si esa mujer era una fiera, y cada golpe parecía ser de un animal. No de una "delicada" dama que creía que era.

“«Las mujeres dan miedo... Mucho miedo»”

— ¡E-esto es invasión a la propiedad!,—reclamaba Kaminari aún desde el suelo. Mientras veía como la mujer quitaba sus zapatos y con toda confianza avanzaba a lo que creía que era la dirección de la sala. No sin antes pasar por su lado y jalarle la oreja como había prometido haciendo que se levantará.

𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀 𝐇𝐀𝐒𝐓𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐓𝐄 𝐃𝐈𝐆𝐀: ¡𝑇𝑒 𝑎𝑚𝑜! |#Reescribiendo|【✔】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora