Océano || Shura x Aioria (2)

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 Siempre es el mismo sueño. Está en un acantilado. Aparecen rocas tras rocas. Todas iguales. La tierra es mala y traicionera. Lo va a hacer caer cuando menos lo espere. El horizonte es color mostaza con una raya azul oscura a lo lejos. El mar, cuyas olas se rompen en la orilla, se arrastran al ruedo otra vez. El cielo es rojo. No sabe si es de noche o de día. No parece importar. Algo le dice que debe continuar avanzando. Tiene una urgencia insana. Un mal presentimiento. Le gustaría sentarse para recuperar el aliento, pero no puede. Si se detiene, algo malo va a suceder.

La armadura no para de sonar mientras corre. El casco se le desliza y tiene que avanzar sosteniéndolo con una mano para que no caiga. Las rodilleras se le van a salir en cualquier momento, pero la peor parte es la coraza. Le presiona los costados y le impide respirar por instantes. Tiene que correr con la boca abierta, lo cual es un martirio. El aire entra en la garganta y le arde. Tose sin parar. Además, hay moscas cerca. Pronto entrarán a su boca. Quisiera apartarlas, pero no puede. Teme que ante un movimiento brusco, los guanteletes salgan volando. No lo permitirá. Así sea una pieza, ninguna parte de la armadura puede faltarle. ¿Qué es un guerrero sin ella? Un cadáver andante. Y está persiguiendo un cadáver andante.

Aioros es sólo un punto dorado en la distancia. Vagamente, Shura piensa que es por él quien corre. Se sorprende de la velocidad con que avanza. No tiene idea cómo lo sabe, pero no está vivo. Aunque aquel insignificante detalle no lo ha vuelto lento. Está seguro de que no pisa el suelo. Muy pronto empezará a volar, demostrándole a Saga y a él que es libre. Que nunca podrán vencerlo. Que no están cualificados. Lo han mandado a matarlo. ¿Por qué? Es un don nadie. Otro ladrillo en la pared, ¿qué podría hacer contra el sol? ¿Cuándo se ha visto una hormiga que atenúa el resplandor de una estrella? Es un fantasma que habla en clases. Endeble y entumecido. Escondido en las esquinas. Con expresión arisca. Genérico y obediente. Buena oveja de rebaño. Excelente para mandonear. Actúa y luego piensa.

Será un camino largo. Lo siente en sus huesos que crujen. Es extraño. Tiene diez años, pero es como si cargara tres siglos encima. Las ráfagas de aire levantan nubes de polvo. Lo rozan. No debería sentir algo,  mas el viento quema y asfixia, como si hubieran dos manos apretando el delgado y pálido cuello. Las partículas de tierra son lijas. Acaban de dejar raspones. Algo malo sucederá pronto.

¿Por qué hago esto? se pregunta. Aioros ni siquiera es visible. Nunca será capaz de atraparlo. Mucho menos de darle muerte. Esas alas van a llevarlo a lugares donde será incapaz de alcanzarlo. Shura sólo tiene tierra para lograr su cometido. La inmunda e insípida tierra. Se pasa las manos por el rostro. Quizá debería rendirse. Desea hacerlo. Sueña con sentarse y descansar. Sólo le tomará un segundo. Sin embargo, no lo hace. Ese mal presentimiento se lo impide. ¿Acaso hay algo que su inconsciente le esconde? ¿Algo que su corazón sabe? Otra vez, el aire caliente entra a la garganta. Arde.

Lo que le han pedido es imposible, mas esa opresión en el pecho le prohíbe descanso alguno. La calamidad que pesa sobre él lo obliga a avanzar. ¿Por qué demonios corre? Para matar a Aioros, cierto, aunque hay un motivo oculto. Una razón más profunda. No correría con tanta angustia si tuviera que asesinar a alguien. Tanta prisa, tanto ahínco, tanto sufrimiento debe tener un objetivo claro: sobrevivir.

Aprieta el paso. Ha empezado a sudar. Son grandes gotas de agua que caen por las cejas, estorban la vista y culminan en el suelo, creando profundos charcos negros. Apenas logra esquivar uno cuando, repentinamente, nota una mano espectral emerger. Da un salto hacia atrás y aterriza sobre la tierra hostil. Echando vapores, cubierto de un líquido viscoso y rojo, sale una cosa horrible. Luce humano, pero tiene seis brazos y tres caras. En cada mano tiene una lanza y no para de aullar. Echa espuma por la boca que debe ser tóxica, pues al caer ha creado un agujero. Cuando lo ve a los ojos, se da cuenta que la mirada hierve en ira. Los iris son transparentes, haciendo que resalte la negra pupila.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora