El gato bajo la lluvia|| Marin x Aioria

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Sinopsis: De repente, en el rostro de Marin apareció una sonrisa perversa. Buscó en su bolso por varios minutos hasta que soltó una exclamación de felicidad. Después, juntó su pecho con el de su acompañante y con desesperante lentitud, pasó el labial sobre los labios partidos de Aioria.

Aioria no sabía por qué le gustaba lo que le gustaba.

Supuso que sería la clase de crianza que recibió. La de un guerrero indomable. Irrefrenable ante el enemigo. Cuando lo pensaba, tenía algo de sentido. El entrenamiento para Santos fue mucho más que cruel. Empujar el cuerpo de unos niños hasta límites inimaginables era ruin. Sin embargo, se acostumbró al ritmo y hasta podría decir que le agradaba. Le agradaba sentirse imponente y poderoso en la batalla, imparable ante las adversidades. Le agradaba la emoción de la gente al verlo. La exhalación que soltaban al poner sus ojos en él.

Anhelaba esa atención y no era el único. Los anteriores Santos de Leo fueron iguales: de sangre caliente, impulsivos y arrasadores. Incapaces de seguir las reglas. Haciendo las cosas a su manera.

¿Cómo podía deshonrarlos, gustándole lo que le gustaba?

Sabía que las expectativas de un guerrero no sólo se limitaban al campo de batalla, sino que también estaban presentes en la cama. Muchas personas creían que al nacer bajo la constelación del león, actuaría como tal en el dormitorio. Hombres y mujeres lo miraban, encantados, pensando que una noche con él sería una donde terminarían siendo sometidos.

Pero estaban equivocados.

La verdad es que a Aioria le gustaba ser dominado.

No tenía idea por qué se debía. A veces intentaba justificarlo con sus traumas de la niñez, que para poder asimilar terminó volviéndolo una preferencia sexual. Pero al mismo tiempo, sentía que no era enteramente cierto. No quería pensar que había algo mal consigo mismo ni que la gente que tuviera tales deseos estaban enfermos. Prefería creer que era cuestión de gustos. A algunos les agradaba los helados de fresa, a otros de chocolate, unos de mango y a ciertos de café. Parecía conocimiento general. Pero Aioria le tomaría años, intensos debates consigo mismo y un enorme sentimiento de vergüenza llegar a esa conclusión.

Al principio culpó a Milo por sus gustos. Ese desgraciado siempre andaba metiéndose en cosas raras. Todo empezó hace siete años. Recién cumplido los dieciocho. El día después de su cumpleaños lo mandaron junto a Escorpio a una misión, allá en Chiaros. La presencia de un cosmos amenazante antes de la desaparición de un pueblo no dejó indiferente al Santuario. Si era honesto, no recordaba los detalles, pero sí que acabó exhausto y sin fuerzas para caminar. Milo no estaba mejor, con un brazo roto y una cicatriz enorme en la frente, aunque con la suficiente energía como para desviarse del camino.

Si le hubieran dicho a Aioria el destino de Escorpio esa tarde, jamás lo hubiese acompañado. Un club nocturno no se le hizo una mala idea. Ya era mayor de edad y estaba ansioso de vivir la vida al máximo. Lo que no contaba es qué clase de club entraría.

Uno de BDSM.

Debió haberlo adivinado desde el inicio. Al entrar, tanto él como Milo tuvieron que firmar un contrato explicando las reglas del sitio. Ni siquiera leyó el título por lo cansado que estaba. Le extrañó que el lugar fuese tan formal, aunque no le dio muchas vueltas. Creyendo que era habitual y él era nuevo en esos terrenos. Sin embargo, cuando un hombre los saludó, preguntándole cuál era su experiencia en el mundo del fetichismo, supo que había caído en algo más grande de lo que había imaginado.

No supo qué fue lo que le convenció quedarse. ¿Tal vez la gente vestida de látex que creaban una visión amenazante, pero a la vez seductora? ¿Las correas que vio colgar en el cuello de muchos y despertó su morbosa curiosidad? ¿Las personas que caminaban de cuatro patas o los látigos que caían en sus espaldas? ¿La mujer que colgaba del techo y parecía flotar con esas cuerdas alrededor de su vientre, mientras su acompañante, recostada en el escenario, elevaba su pie para acariciarla? ¿O fue Milo, que entró con una familiaridad e indiferencia que lo dejó pegado al piso, incapaz de procesar lo que sucedía?

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora