Feliz cumpleaños || Shaka x Mu

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Sinopsis: Fragmento perteneciente al cuarto libro de La Saga de Oro (Lotus Sutra)

Shaka es confrontado por Aioria con una acusación estúpida y sin sentido, pero entre más trata de refutar, más se aferra al recuerdo. Lo examina de cada ángulo posible. Intenta comprenderlo, racionalizarlo, quitarle importancia. Sin embargo, una pregunta cada vez cobra más fuerza: ¿qué significa Mu para él?

Créditos de la imagen: https://www.deviantart.com/eilemaessuac/gallery

Shaka entró a la casa de Aries tan indignado que sus pasos hubieran despertado a Aldebarán en Tauro, que dormía como si hubiera asistido a tres fiestas patronales. Sabía que esa salida con Aioria le iba a traer problemas y qué problemas. Después de todo, siempre estuvo consciente que tras esa sonrisa amable y esa piel de cordero, se ocultaba un león y no uno cualquiera, sino uno observador. ¿Cómo se atrevía a insinuar aquella posibilidad? Pasó una mano por el largo cabello rubio. El aroma del azahar plagaba cada rincón, recordándole lo sucedido. El tema era tan tonto. Tan improbable que era hasta insultante. Sin embargo, la ceja enarcada de Aioria y esa sonrisa condescendiente lo continuaba enervando. Si hubiera sido el Shaka de antes, le hubiera quitado sentido por sentido.

Todavía tenía que mencionarlo durante el descanso de los aspirantes, cuando no podía replicar porque duraba sólo de un minuto. Desgraciado. Maldito. Astuto. Sabía cuándo decir las cosas para no terminar muerto. De cualquier forma, ni siquiera le debería indignar. No es como si Aioria tuviera razón. Estaba ofendido, pero nada más. Los planes que tenía con Mu no le molestaban.

Entró a la cocina y buscó un vaso en la alacena. Lo mejor era meditar lo dicho por Buda e investigar de qué forma solucionaría su situación. Leer tanto como pudiera de la biblioteca de Aries y Jamir para restablecer el antiguo orden de su vida. Al menos, así tendría una batalla ganada. Ya no podía depender de la amabilidad de Mu. Bebió un sorbo. Las cortinas se mecían por el viento nocturno y el cielo de Atenas era de un azul claro con titilantes estrellas y fijos planetas. Las sombras se dibujaban en la mayólica del piso. La cocina estaba a oscuras.

No había sonido en Aries, lo que le extrañó. Apoyó los codos en la encimera, mirando hacia la puerta. Había estado tan molesto que ni notó haber caminado por media casa con las luces apagadas. Observó el reloj. Era un cuarto para medianoche. Kiki debía estar durmiendo, aunque le sorprendía que Pulga no lo hubiera recibido con sus clásicos ladridos. De seguro estaría durmiendo en su cama, llenándola de pelos. Suspiró. Tendría que pedir a Mu que lo cargara de allí.

Al pensar en ese nombre, se frotó la cara y volvió a pasar la mano por el cabello. No quería tenerlo cerca. No sólo le molestó lo dicho por Aioria, sino también su mirada -la misma que le daba Aldebarán cuando lo veía conversar con el tibetano-. Aunque hubo algo distinto en esa tarde. Había despertado a un pequeño monstruo en su pecho; logró tocar una fibra sensible. Quizá lo hubiera dejado pasar si es que tampoco hubiera tanta evidencia. Aioria pasaba cada mañana a Aries a desayunar, Kiki lo adoraba, varias madrugadas lo encontró conversando con Mu en la fragua. No debió sorprenderle su afinidad: Pulga fue un regalo del griego. Sin contar que entrenaba al pequeño Aries dos veces por semana y no era raro verlo poner un brazo alrededor de los hombros del Aries mayor. No debería estar perturbado, ¿entonces por qué lo estaba?

No. No iba a gastar su tiempo en estupideces. Simplemente, Aioria lo ofendió. No era nada del otro mundo. Ni siquiera debería gastar sus pensamientos recordando sus palabras. El problema era que, aunque lo negara, cambiara de tema o recitara cada mantra conocido, aún veía al quinto santo con su sonrisa arrogante, en medio del camino y cubriendo el sol, mientras le decía: "Shaka, sé que te gusta Mu, pero si no vas a intentar algo con él, yo lo haré."

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora