El beso || Shaka x Mu

1.6K 124 100
                                    

Sinopsis: ¿Qué es lo que tiene Mu que hace a Shaka perder la cabeza?

—Buenas tardes, Shaka de Virgo, ¿me permites el paso?

Al escucharlo, el sexto santo sintió una extraña sensación invadir su cuerpo. Como un escalofrío que empezó desde lo más bajo de su espalda. Aquella sonrisa lo inquietaba: era una de labios sellados, pero diablos, sí que se notaban unas nada inocentes intenciones. Sin embargo, Shaka no deseaba ahondar profundamente en ellas: le daba miedo descubrir que él también deseaba lo mismo.

—Por supuesto, Mu de Aries.

Ni siquiera estaba seguro por qué lo invitó. Todos en el Santuario sabían que el primer santo era un hombre ocupado. Apenas habían pasado dos meses desde la Guerra Santa contra Poseidón, y armaduras llegaban al templo de Aries a diario. Entonces, ¿por qué lo citó? A Shaka no le gustaba la compañía. Es más, hasta la repelía. Aunque algo cambió la mañana en la que se encontró a un Mu, sudoroso, cansado, pero inmerso en arreglar las armaduras. No recordó para qué había bajado hasta Aries, pero eso ya no interesaba. Cuando meditaba, aún la imagen perturbaba a Shaka. Los mechones lilas pegados en su cuello. Las vendas manchadas de sangre, tiradas en el piso. El martillo que forzaba metal. El cuerpo de Mu en sintonía con lo que hacía. Shaka sabía que era de mala educación quedarse observando una persona, pero no pudo detenerse. Era la primera vez que vio a Mu cumpliendo sus deberes como herrero, y también la primera vez que lo vio sin camisa. Shaka se quedó pensando en ese sentimiento extraño que le costaba sacarse de encima. Nunca había experimentado atracción por nadie y no sabía si aquello que le impedía sacar sus ojos de Mu era la misma sensación de la que tanto había escuchado. Jamás la belleza de alguien le había abofeteado de esa manera.

—Gracias por invitarme a tu templo. No quería venir con las manos vacías así que te traje algo.

Esperó que fuera té, pero en las manos de Mu había eucalipto. De repente, Shaka se trasladó en el tiempo y recordó días mejores, en los que quemaba aquella hierba en su templo para purificar el aire. Era un olor extraño, pero cálido, que traía memorias que pensaba enterradas. Miró hacia otro lado.

—No había razón para qué lo hicieras.

Y otra vez, sonaba grosero. ¿Acaso le costaba tanto hacerle saber que apreciaba su amabilidad?

Mu sonrió. A Shaka le molestó no saber por qué lo había hecho.

—Son modales básicos para ser bienvenido en donde sea. Me gustaría mucho que me volvieras a invitar.

Debía de estar escrito en toda su rostro. Pensar que Mu regresaría le causaba una anticipación que se sentía muy muy rara, pero bien. Y con temor hubo de descubrir que sí lo deseaba de vuelta.

Tomaron asiento. Shaka no tenía sillas, pero sí unas almohadas muy cómodas. No era raro para él tomar té. Lo bebía antes de sus meditaciones para no entrar en somnolencia, y en el monasterio que estuvo antes de llegar al Santuario, le enseñaron que aquella infusión ayudaba al cultivo del cuerpo y la mente, incluso facilitando el autoconocimiento e iluminación.

Para Shaka, beber té era parte de su rutina, algo muy íntimo que jamás pensó compartir, pero Mu había regresado hacía un par de meses y trajo con él muchas cosas que el sexto santo creyó olvidadas. Recuerdos que pensaba era mejor que permaneciera desterrados, pero así tratara de combatirlos, se le hacía imposible: La lógica de Shaka empezaba a ser vencida por sus impulsos.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora