Océano || Shura x Aioria (4)

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Por alguna razón, los dioses creen que no hay mejor regalo que traer a la vida a los muertos. Regresarlos al ruedo de lo inconstante, dominado por las leyes de la causalidad. No pensaban que revivirlos sin el consentimiento de ellos era egoísta. Al contrario: alegaban que era bondadoso y que los mortales elegidos estaban en deuda. Ah, el egocentrismo de los dioses. Creando seres a su semejanza desde el barro, para recordarles que eran inferiores y debían conformarse con el circo del mundo. Con ser monos que los salvan de la siempre presente amenaza del aburrimiento.

Aunque Shura debía admitir que algunos estaban felices de volver a vivir. Como DeathMask, que no dejaba de alabar su cuerpo desde que despertó y componer poemas a la vida cuando antes no escribía ni una rima. O Camus quien daba paseos, visitaba templos y sonreía. Se alegraba por ellos. Todos quienes sabían qué hacer con su futuro, los admiraba. Al contrario que él, hallaron un sentido en la existencia más allá de la guerra.

Al despertar, Athena los reunió en su recámara y les dio grandes noticias: no habían revivido para pelear, sino para vivir como personas normales. Habló largo y tendido sobre los sacrificios e injusticias soportados, sobre merecer una oportunidad de alcanzar la felicidad. Los ojos se le cristalizaron varias veces y el temblor en sus palabras delató el motivo de tan extraña decisión: la culpa.

Shura sabía que ese era el peor sentimiento para decidir. Uno se desesperaba por hacer lo correcto y no pensaba si sus acciones eran perjudiciales. Quiso decirle que así era el destino de los guerreros. Que la historia estaba llena de tragedias, en especial griegas, y no habría pecado si los hubiera dejado morir. Sin embargo, no pudo. Al término del discurso, la joven sonrió con tanta sinceridad que desistió de hacerlo. Había encontrado alivio.

Aquella sonrisa solía hacerlo reflexionar. Entonces así era sacarse un peso de encima. A pesar de la bondad y el sacrificio de Athena, no pudo ignorar el egoísmo en su acción: se sentía responsable de sus muertes y decidió darles una segunda vida para que la consciencia no le pesara. ¿Qué significado tenían las acciones altruistas si eran hechas para traer paz mental? Recordó a Aioria, a todas las cosas que hizo para que lo perdone, ¿qué lo motivaba? ¿La infelicidad del joven o la suya? Si quería perdón y así librarse de sus pecados, ¿eso no lo volvía egoísta, pues no se centraba en los sentimientos de quien hirió? Odiaba a su mente por acosarlo con ese tipo de preguntas, pero no podía detenerlas. Por eso no quería estar vivo. La muerte era tan pacífica. Más allá de la responsabilidad de lo hecho. Del dolor que causó. Extrañaba el sueño eterno porque no lo obligaba a enfrentarse a aquel fatídico día ni a las peores partes de sí mismo. No tenía que considerar la posibilidad que Aioria no lo perdonaría.

El tiempo libre era un regalo no deseado. Vagaba por Capricornio sin saber qué hacer, cuestionándose qué hacía vivo. DeathMask y Afrodita lo visitaban con frecuencia. Conocían su naturaleza introvertida y su potencial de ermitaño; encontraban cualquier excusa para hacerlo salir. Le soportaban el mal genio o lo parco que era porque veían que siempre fue un buen hombre. Más allá de esa careta de seriedad, aburrimiento y compromiso, existía alguien muy sensible. Un tipo cuyas sonrisas eran raras, pero honestas. Que podía pasar horas escuchando con atención. Que no le costaba admitir sus errores. Cuyos consejos eran acertados y veía los problemas desde perspectivas inimaginables. Los tres se complementaban y a pesar de que las decisiones del pasado eran moralmente dudosas, procuraban su bien.

Por eso se preocuparon cuando Shura empezó a adelgazar y se negó a salir de su habitación. Cuando ya no estaba atento a las conversaciones y miraba a un punto de la pared. DeathMask y Afrodita se desesperaron. Lo forzaban a hablar o le gritaban. Entonces, Shura se cerraba cual almeja. El humor se le empeoró: explotaba o se rehusaba a conversar. Le sacaron en cara lo que habían hecho, para ver si así recibían una reacción. Sin embargo, el español parecía no tener oídos. Entre más altos fueran los gritos, más se retraía a su propio universo.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora