Llámame por tu nombre || Julián x Sorrento (1)

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Sinopsis: En esta vida, escondemos las partes de nosotros que no queremos que el mundo vea. Las recluimos. Les decimos que no. Las desterramos. Pero aquí, no lo hacemos. Bienvenidos a Montero.

-Lil Nas X

El primer chico del que Sorrento se enamoró se llamaba Baian. Había entrado en primero de secundaria y era su compañero de carpeta. Usaba la fea camisa blanca de mangas tres cuartos y la corbata azul asfixiante que tenía dos horribles cualidades: todo quien la usaba parecía no tener cuello y lucía tres años más joven. Resultó que Baian era inmune a sus efectos.

Los recuerdos de esa época continuaban intactos. Listos para ser desempolvados. La mañana que Sorrento entró por el portón, supo que ese año sería terrible. Justo en la esquina del patio, donde estaban las gradas recién pintadas de amarillo, se hallaban todos los de su salón: el problema es que las caras nuevas superaban a las de siempre.

Le tocó esperar en una larga línea para que su agenda fuera sellada, así que no se dirigió de inmediato a ese grupo de extraños. Mientras guardaba la libreta en la mochila, tocó la campana. Los alumnos crearon las diez filas: una de hombres y otra de mujeres por cada grado. Los rostros nuevos volvieron a desfilar. El nudo se ajustó en la garganta.

Arrastró los pies en el camino. Gran parte de su desgano no sólo se debía a que la secundaria empezaba (¿cómo? ¿Tan rápido? ¿Qué demonios haría con su vida? Retiraba todo lo dicho en cuarto de primaria, no quería ser un adolescente), sino que había peleado con su abuela sobre su cabello. En las vacaciones, se lo dejó hasta debajo de las orejas. Le gustaba cómo le hacía cosquillas en el cuello y poder amarrárselo en una coleta baja, el cual era el peinado con el que había decidido ir. Aunque el revoltijo en el estómago no se iba: temía que el director o la coordinadora le llamaran la atención. Todos los estudiantes debían mantener el desabrido corte escolar. No obstante, habían tantos estudiantes que logró pasar inadvertido.

Apresuró el paso y saludó a los profesores en la parte de atrás de las filas. El maestro de Ciencias lo saludó con su acostumbrado peque y le cogió la colita con una sonrisa. La profesora de matemáticas le dio su serio 'Buenos días' que le hizo temblar las piernas. Vería geometría y jalaría, otra vez.

Dejó su mochila en una de las bancas. En la punta derecha, la profesora de Historia sonreía. Con su cabello negro, corto y liso. Usaba su insigne blusa blanca de delgadas rayas horizontales azules y el holgado pantalón de vestir marrón. Tenía una sonrisa silenciosa y mostraba el pecho con orgullo, donde el medallón del corazón de la Virgen María siendo atravesado por siete espadas cegaba por igual la vista de creyentes y escépticos.

Sorrento le deseó un buen día antes de sumarse a la fila de chicos.

El profesor de Educación Física, parado en medio de las escaleras que llevaban al segundo, tercer y cuarto piso, les dio la bienvenida. Lunes 1 de marzo. Ahí iban de nuevo. Aunque la secundaria hacía que una capa de sudor le cayera por la frente, la escuela seguía como recordaba. Mismos rostros aburridos y ojerosos. Mismo micrófono que se malograba durante el Padrenuestro. Mismos consejos de convivencia. Lo único anormal de esa mañana fue el aliento de la profesora de Historia, concluida ya la formación. En el momento que ya se podían ir a recoger sus mochilas y continuar las charlas con los amigos. Con voz grave y tono malicioso, la mujer le dijo:

—Las colas son sólo para las señoritas.

Sí, estaba listo para empezar la secundaria.

La primera clase fue con su tutor que terminó siendo el maestro de Ciencias. Reconoció algunos rostros de sus amigos. Krishna, Io y Thetis. Sin embargo, estaban al lado izquierdo del aula y todas las carpetas allí estaban ya ocupadas. Los dos primeros se sentaron juntos y la rubia estaba al lado de una muchacha con cabello verde que con su marcado ceño fruncido demostraba que no quería estar allí.

One shots de Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora